sábado, 28 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima tercera noche

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"Pero cuando llegó la 203ª noche

Ella dijo:

...'¡Oh señor mío, puedes ir a comprobarlo con tus propios ojos!'

Entonces el rey se dirigió inmediatamente al cuarto de su hija, y vio que, en efecto, era una realidad lo dicho. Y se regocijó tanto, que besó a su hija entre los dos ojos, porque la quería mucho, y besó también a Kamaralzamán, y después le preguntó de qué tierra era. Kamaralzamán le contestó: '¡De las islas de Khaledán, y soy el propio hijo del rey Schahramán!' Y refirió al rey Ghayur toda su historia con Sett-Budur.

Cuando la oyó, exclamó el rey: '¡Por Alah! ¡Esta historia es tan pasmosa y maravillosa, que si se escribiera con agujas en el ángulo interior del ojo, sería motivo de asombro para quienes la leyeran con atención!' E inmediatamente la mandó escribir en los anales por los escribas más hábiles del palacio, para que se transmitiera de siglo en siglo a todas las generaciones futuras.

En el acto mandó llamar al kadí y a los testigos, para que se extendiera sin demora el contrato de matrimonio de Sett-Budur con Kamaralzamán. Y mandó adornar e iluminar la ciudad siete noches y siete días; y se comió, y se bebió y se disfrutó; y Kamaralzamán y Sett-Budur llegaron al colmo de sus anhelos, y se amaron recíprocamente durante mucho tiempo entre fiestas, bendiciendo a Alah el Bienhechor.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente."

Continuará: La ducentésima cuarta noche...

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Valram

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viernes, 27 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima segunda noche

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"Pero cuando llegó la 202ª noche

Ella dijo:

...'Habito en la ciudad en el gran khan'.

Escrita ya la carta, Kamaralzamán la dobló, metiendo en ella diestramente la sortija; la cerró, y luego entregósela al eunuco, que fue inmediatamente a dársela a Sett-Budur, diciéndole: '¡Ahí detrás de la cortina, ¡oh mi señora! hay un joven astrólogo tan temerario, que pretende curar a la gente sin verla! ¡He aquí, por cierto, lo que para ti me entregó!'

Pero apenas abrió la carta la princesa Budur, cuando conoció la sortija, y dio un grito agudo; y después, enloquecida, atropelló al eunuco y corrió a levantar la cortina, y a la primera ojeada reconoció también en el joven astrólogo al hermoso adolescente a quien se había entregado toda durante su sueño. Y tal fue su alegría, que entonces sí que le faltó poco para volverse loca de veras. Echóse al cuello de su amante, y ambos se besaron como dos palomas separados durante mucho tiempo.

Al ver aquello, el eunuco fue a escape a avisar al rey lo que acababa de ocurrir, diciéndole: 'Ese astrólogo joven es el más sabio de todos los astrólogos. ¡Acaba de curar a tu hija sin verla siquiera, quedándose detrás del cortinaje!' Y el rey exclamó: '¿Es verdad eso que cuentas?' El eunuco dijo: '¡Oh señor mío, puedes ir a comprobarlo con tus propios ojos!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente."

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jueves, 26 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima primera noche

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"Pero cuando llegó la 201ª noche

Ella dijo:

. . . sacó del cinturón un pedazo de papel y recado de escribir, y redactó la siguiente carta:

'Estos renglones son de mano de Kamaralzamán, hijo del sultán Schahramán, rey de las tierras y de los océanos en los países musulmanes de las islas de Khaledán.

'A Sett-Budur, hija del rey Ghayur, señor de El-Budur y El-Kussur, para expresarle sus penas de amor'.

'Si hubiera de decirte, ¡oh princesa! todo lo abrasado que está este corazón que heriste, no habría en la tierra cañas bastante duras para trazar sobre el papel afirmación tan osada. ¡Pero sabe ¡oh adorable! que si se agotara la tinta, mi sangre no se agotaría, y con su color hubiera de expresarte mi interna llama, esta llama que me consume desde la noche mágica en que me apareciste en sueños y me cautivaste para siempre!

'Dentro de este pliego va la sortija que te pertenecía. Te la mando como prueba cierta de que soy el quemado por tus ojos; el amarillo como azafrán, el hirviente como volcán, el sacudido por las desventuras y el huracán, que grita hacia ti Amán, firmando con su nombre, Kamaralzamán.

'Habito en la ciudad en el gran khan'.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente."

Continuará: La ducentésima segunda noche...

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miércoles, 25 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima noche

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"Y cuando llegó la 200ª noche

Ella dijo:

'...Llegó hasta el pórtico del palacio, y ante la muchedumbre hacinada en la plaza y los guardias y porteros, clamó en alta voz:

¡Soy el astrólogo ilustre, el mágico digno de memoria!

¡Soy la cuerda que levanta los velos más espesos y la llave que abre armarios y cajones!

¡Soy la pluma que traza caracteres en los amuletos y en los libros de hechicería!

¡Soy la mano que extiende la arena adivinatoria y extrae la curación del fondo de los tinteros!

¡Soy el que da sus virtudes a los talismanes y por medio de la palabra alcanza todas las victorias!

¡Desvío hacia los emuntorios todas las enfermedades; no utilizo inflamatorios, ni vomitivos, ni estornutatorios, ni infusorios, ni vejigatorios!

¡No uso oraciones, jaculatorias, ni palabras evocadoras, ni fórmulas propiciatorias, y así obtengo curas rápidas y meritísimas!

¡Soy el mágico notorio, digno de recordación; acudid a mí todos! ¡No pido propina, ni óbolo remunerador, pues todo lo hago por la gloria!

Cuando los habitantes de la ciudad, los guardias y los porteros oyeron la proclama, se quedaron estupefactos; pues desde la ejecución sumarísima de los cuarenta médicos, creían que tal raza se había extinguido, tanto más cuanto que no habían vuelto a ver médicos ni magos.

Así es que todos rodearon al joven astrólogo, y al ver su hermosura, y su tez fresquísima, y sus demás perfecciones, quedaron encantados y desconsolados al mismo tiempo, porque temieron que sufriera igual suerte que sus antecesores. Y los que estaban más cerca del carro cubierto de terciopelo, en el cual se le veía de pie, le suplicaron que se alejase del palacio, y dijeron: 'Señor mago, ¡por Alah! ¿No sabes lo que te espera si recorres mucho estos lugares? El rey te mandará para que pruebes tu ciencia con su hija. ¡Desdichado! ¡Sufrirás entonces la suerte de todos esos cuyas cabezas cortadas cuelgan precisamente encima de ti!'

Pero a tales conjuros, respondía Kamaralzamán gritando más alto:

¡Soy el mago ilustre, digno de recordación! ¡No uso jeringas ni fumigaciones! ¡Oh, vosotros todos, venid a verme!

Entonces todos los circunstantes, aunque convencidos de la ciencia del astrólogo, seguían temiendo que fracasara contra aquella enfermedad sin remedio.

De modo que se pusieron muy tristes, diciéndose unos a otros: '¡Qué lástima de juventud!'

A todo esto, el rey, al oír el tumulto en la plaza y al ver el gentío que rodeaba al astrólogo, dijo al visir: '¡Ve pronto a buscar a ese hombre!'

Y el visir ejecutó inmediatamente la orden.

Cuando Kamaralzamán llegó a la sala del trono, besó la tierra entre las manos del rey, y empezó por dirigirle este ditirambo:

En ti están reunidas las ocho cualidades que obligan a inclinar la cabeza al más sabio.

La ciencia, la fuerza, el poderío, la generosidad, la elocuencia, la sagacidad, la fortuna y la victoria.

Encantado quedó el rey Ghayur cuando hubo oído tales alabanzas y miró atentamente al astrólogo. Y era tal la hermosura de éste, que el rey cerró los ojos un momento, luego los volvió a abrir, y le dijo: '¡Siéntate a mi lado!'

Después le dijo: '¡Mira, hijo mío, mejor estarías sin ese traje de médico! ¡Y mucho me alegraría de casarte con mi hija si consiguieras curarla! ¡Pero dudo que lo logres! ¡Y como he jurado que nadie conservaría la vida después de haber visto la cara de la princesa, a no ser que la alcanzara por esposa, me vería obligado, muy contra mi gusto, a hacerte sufrir la misma suerte que a los cuarenta que te han precedido! ¡Contesta, pues! ¿Te allanas a las condiciones impuestas?'

Oídas estas palabras, Kamaralzamán dijo:

'¡Oh rey afortunado! ¡Vengo desde muy lejos a este país próspero para ejercer mi arte y no para callar! ¡Sé lo que arriesgo, pero no retrocederé!' Entonces el rey dijo al jefe de los eunucos: '¡Ya que insiste, guíale a la habitación de la prisionera!'

Entonces ambos fueron al aposento de la princesa, y el eunuco, al ver que el joven apresuraba el paso, dijo: '¡Infeliz! ¿Crees de veras que llegarás a ser yerno del rey?' Kamaralzamán dijo: '¡Así lo espero! Y además, estoy tan seguro de ganar, que sin moverme de aquí puedo curar a la princesa, demostrando a toda la tierra mi habilidad y mi sabiduría'. '¡Cómo! ¿Puedes curarla sin verla? ¡Gran mérito el tuyo si así es!'

Kamaralzamán dijo: 'Aunque el deseo de ver a la princesa, que ha de ser mi esposa, me mueva a penetrar inmediatamente en su aposento, prefiero obtener su curación quedándome detrás del cortinaje de su cuarto'. El eunuco dijo: '¡Más sorprendente será la cosa!'

Entonces Kamaralzamán se sentó en el suelo, detrás del cortinaje del cuarto del Sett-Budur, sacó del cinturón un pedazo de papel y recado de escribir, y redactó la siguiente carta...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

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martes, 24 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima novena noche

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"Y cuando llegó la 199ª noche

Ella dijo:

...El otro contestó: 'Empecemos por tomar un bocado'.

Comieron y bebieron, y Marzauán dijo entonces al príncipe: '¡Verás! Cuando el rey advierta que transcurren dos días y no regresas, y cuando los conductores le digan que hemos partido a medianoche, mandará enseguida en nuestra busca a gente que no dejará de ver en la encrucijada tu camisa y tus calzones ensangrentados, y dentro de los cuales he tenido, además, la precaución de meter algunos pedazos de carne de caballo y los huesos rotos. Y así nadie dudará que una fiera te ha devorado y que yo he huido lleno de terror'. Luego añadió: 'Indudablemente esa noticia será un golpe terrible para tu padre; pero en cambio, ¡cuál no será después su júbilo cuando sepa que vives y estás casado con Sett-Budur!' Kamaralzamán nada tuvo que replicar a esto, y dijo: '¡Oh Marzauán, tu ocurrencia es excelente y tu estratagema ingeniosa! Pero ¿cómo nos arreglaremos para los gastos?' Marzauán respondió: '¡No te preocupe eso! He traído conmigo las más hermosas pedrerías, de las cuales la peor vale más de 200,000 dinares'.

Y así siguieron viajando durante bastante tiempo, hasta que por fin avistaron la ciudad del rey Ghayur. Echaron entonces a todo galope los caballos, y franquearon los muros, y entraron por la puerta principal de las caravanas.

Kamaralzamán quiso ir en seguida a palacio; pero Marzauán le dijo que tuviera otro poco de paciencia, y le llevó al khan, en donde paraban los ricos extranjeros, y allí estuvieron tres días completos para descansar bien de las fatigas del viaje. Y Marzauán aprovechó el tiempo en mandar fabricar para uso del príncipe un artilugio completo de astrólogo, todo de oro y materias preciosas; y luego le llevó al hammam, y después del baño le vistió con un traje de astrólogo, y habiendo comunicado las instrucciones necesarias, le guió hasta el pie del palacio del rey, y le dejó para ir a avisar a su madre, la nodriza, a fin de que ésta advirtiera a la princesa Budur.

En cuanto a Kamaralzamán, llegó hasta el pórtico del palacio...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

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lunes, 23 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima octava noche

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"Y cuando llegó la 198ª noche

Ella dijo:

... ¡Y seguramente el rey no te negará el permiso!'

Al oír estas palabras, Kamaralzamán se alegró en extremo, y fue en el acto a pedir la venia a su padre, quien, efectivamente para no afligirle no se atrevió a negarse. Pero le dijo: '¡Sólo por una noche! ¡Pues una ausencia muy prolongada me mataría de pena!' Después el rey mandó preparar para su hijo y Marzauán dos magníficos caballos y otros seis de repuesto, y un dromedario para los bagajes; y un camello cargado de víveres, y odres con agua.

Tras de lo cual, el rey abrazó a su hijo Kamaralzamán y a Marzauán; llorando les encargó recíproco cuidado, y después de la despedida más conmovedora, les dejó alejarse de la ciudad con todo su séquito.

Fuera ya de las murallas, los dos camaradas fingieron cazar todo el día para engañar a los palafreneros y conductores, y al oscurecer armaron las tiendas y comieron, bebieron y durmieron hasta medianoche, Entonces Marzauán despertó sigilosamente a Kamaralzamán, y le dijo: '¡Tenemos que aprovechar el sueño de esta gente para marcharnos!' Cada cual montó en uno de los caballos de refresco, y se pusieron en camino sin llamar la atención.

Así anduvieron a buen paso hasta el nacimiento del alba. En aquel momento Marzauán paró el caballo y dijo al príncipe: '¡Párate también, y apéate!' Y cuando se apeó, dijo: '¡Quítate pronto la camisa y los calzones!' Y Kamaralzamán, sin replicar, se despojó de los calzones y la camisa. Y Marzauán le dijo: '¡Ahora dámelos y aguarda un poco!' Y cogió las dos prendas y se fue hasta un sitio en que el camino formaba una encrucijada. Entonces cogió un caballo que había tenido la precaución de llevarse detrás, y lo metió en el centro de un bosque que se extendía hasta allí, y lo degolló, y tiñó con sangre la camisa y los calzones. Después de lo cual volvió al sitio en que el camino se dividía y tiró las prendas entre el polvo del camino. Luego volvió hacia Kamaralzamán, que lo aguardaba sin moverse, y que le preguntó: 'Quisiera saber tus proyectos'. El otro contestó: 'Empecemos por tomar un bocado'.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló.

Continuará: La centésima nonagésima novena noche...

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domingo, 22 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima séptima noche

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"Y cuando llegó la 197ª noche

Ella dijo:

'...y tú solo curarás a Sett-Budur!'.

A todo esto, el rey, impulsado por la curiosidad, volvió a la sala y vio el rostro radiante de su hijo. Entonces, con la alegría, se le atascó en la garganta el aliento; y la alegría llegó al delirio cuando oyó que su hijo le decía: '¡Voy a vestirme al momento para ir al hammam!'

Enseguida el rey se echó al cuello de Marzauán y le besó, sin pensar siquiera en preguntarle de qué receta o remedio se había servido para obtener en tan poco tiempo tan buen resultado. Y luego de colmar a Marzauán de regalos y honores, mandó iluminar toda la ciudad en señal de alegría, distribuyó prodigiosa cantidad de ropones de honor y obsequios a sus dignatarios y a toda la servidumbre de palacio, y mandó abrir todas las cárceles y poner en libertad a los presos. Y de aquella manera toda la ciudad y todo el reino se llenaron de contento y dicha.

Cuando a Marzauán le pareció que la salud del príncipe estaba completamente restablecida, le llamó aparte y le dijo: '¡Llegó el momento de partir, ya que no puedes aguantar más! ¡Haz, pues, tus preparativos, y vámonos!'

El príncipe respondió: '¡Pero mi padre no me dejará marchar, porque me quiere tanto, que nunca se decidirá a separarse de mí! ¡Y Alah! ¡Cuál será entonces mi desolación! ¡Seguramente tendré una grave recaída!' Pero Marzauán contestó: 'Ya he previsto esa dificultad, y me las arreglaré de modo que no haya retraso; verás qué ardid he discurrido para lograrlo. Dirás al rey que tienes ganas de respirar el aire libre en una cacería de algunos días conmigo, porque te notas oprimido el pecho desde que no sales de casa. ¡Y seguramente el rey no te negará el permiso!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

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sábado, 21 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima sexta noche

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"Y cuando llegó la 196ª noche

Ella dijo:

...a un enfermo a quien quiere mucho su padre, y que para todos nosotros es causa de aflicción continua!' Y Marzauán le preguntó: '¿A qué enfermo te refieres?' El otro contestó: 'Al príncipe Kamaralzamán, hijo de nuestro rey Schahramán, que habita aquí mismo'.

Oídas estas palabras, Marzauán dijo para sí: '¡El Destino me favorece más de lo que yo deseaba!' Después preguntó al visir: '¿Y cuál es la enfermedad que padece el hijo del rey?' El visir dijo: 'Yo creo sencillamente que está loco. ¡Pero su padre afirma que le han hecho mal de ojo o algo parecido, y se halla a punto de creer una historia extraña que su hijo le ha contado!' Y el visir contó a Marzauán la historia entera desde su origen.

Cuando Marzauán oyó el relato, llegó al límite de la alegría, pues ya no dudó de que el príncipe Kamaralzamán fuera el joven que había pasado la famosa noche con Sett-Budur, dejando a su amada un recuerdo tan vivo. Pero se guardó muy bien de explicárselo al gran visir, y sólo le dijo: '¡Estoy seguro de que viendo al joven daré antes con el tratamiento indicado, y gracias al cual le curaré, si Alah quiere!' Y el visir le llevó sin tardanza al aposento de Kamaralzamán.

Y lo primero que llamó la atención de Marzauán al mirar al príncipe fue su parecido extraordinario con Sett-Budur.

Y tan estupefacto se quedó, que no pudo por menos de exclamar: '¡Ya Alah! ¡Bendito sea Aquel que crea bellezas tan semejantes dándoles los mismos atributos e iguales perfecciones!'

Al oír estas palabras, Kamaralzamán, que hallábase tendido lánguidamente en el lecho y con los ojos medio cerrados, los abrió por completo y aguzó el oído. Pero Marzauán, aprovechando aquella atención del príncipe, improvisaba ya los siguientes versos, para darle a entender de una manera embozada lo que ni el rey Schahramán ni el gran visir podían comprender:

Trataré de cantar los méritos de una beldad, causante de mis padecimientos, para hacer revivir el recuerdo de sus antiguos encantos.

Me dicen: '¡Oh tú, el herido por la flecha de amor, levántate! ¡He aquí la copa llena, y la guitarra para alegrarte!'

Yo les digo: '¿Cómo podré alegrarme si amo? ¿Hay mayor alegría que la del amor y la de padecer por amor?

'¡Amo tanto a mi amiga, que me encela hasta la camisa que toca sus caderas cuando la camisa se ciñe demasiado a sus caderas hermosas, benditas y suaves!

'¡Amo tanto a mi amiga, que tengo celos de la copa que toca sus labios gentiles cuando la copa roza durante mucho tiempo sus labios, creados para el beso!

'¡No me censuréis por amarla tan apasionadamente; bastante padezco con mi propio amor!

'¡Ah! ¡Si supieras sus méritos! ¡Tan seductora es como José en casa de Faraón, tan melodiosa como David delante de Saúl, tan modesta como María, madre de Cristo!

'¡Y yo me veo tan triste como Jacob apartado de su hijo, tan desdichado como Jonás en la ballena, tan probado como Job entre la paja, tan decaído como Adán perseguido por el ángel...!

'¡Ay! ¡Nada me curará, a no ser el regreso de la amiga!'.

Cuando Kamaralzamán oyó estos versos, notó como si penetrase en él una gran frescura que le apaciguara el alma, e hizo seña a su padre para que invitara al joven a sentarse cerca de él y los dejaran solos. Y encantado el rey al ver que su hijo interesábase por algo, se apresuró a invitar a Marzauán a sentarse cerca de Kamaralzamán, y salió de la sala después de haber guiñado el ojo al visir para indicarle que le siguiera.

Entonces Marzauán se inclinó al oído del príncipe, y le dijo: 'Alah me ha guiado hasta aquí para servir de mediador entre tú y la que amas. Y a fin de convencerte, escucha'. Y dio a Kamaralzamán tales pormenores de la noche pasada con la joven, que no era posible la duda.

Y añadió: 'esa joven se llama Budur, y es hija del rey Ghayur, señor de El-Budur y El-Kussur. Y es mi hermana de leche'.

Al oír estas palabras, Kamaralzamán se sintió tan aliviado de su languidez, que notó cómo las fuerzas daban a su alma nueva vida; y se levantó de la cama, y cogió del brazo a Marzauán, y le dijo: '¡Voy a irme en seguida contigo al país del rey Ghayur!'

Pero Marzauán le dijo: '¡Está algo lejos, y primero has de recobrar las fuerzas por completo! ¡Después iremos juntos allá, y tú solo curarás a Sett-Budur!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente."

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viernes, 20 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima quinta noche

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"Pero cuando llegó la 195ª noche

Ella dijo:

...la ignorancia notoria de los médicos justamente ejecutados.

Entonces Marzauán entró en casa de su madre, y después de las efusiones del regreso, le pidió pormenores sobre la cuestión; y su madre le confió lo que había sabido, que entristeció mucho a Marzauán, porque se había criado con Budur y la quería con un cariño mayor del que suelen experimentar los hermanos por las hermanas. Reflexionó durante una hora, y después levantó la cabeza y le dijo a su madre: '¿Podrías hacerme entrar en su aposento secretamente para que trate de ver si conozco el origen de su mal y si tiene remedio o no?' Y su madre le dijo: 'Difícil es, ¡oh Marzauán! De todos modos, ya que lo deseas, apresúrate a vestirte de mujer y a seguirme'. Y Marzauán se preparó inmediatamente, y disfrazado de mujer, siguió a su madre al palacio.

Cuando llegaron a la puerta del aposento, el eunuco de guardia quiso prohibir la entrada a la mujer que no conocía, pero la vieja, le deslizó en la mano un buen regalo, y le dijo: '¡Oh jefe del palacio! ¡La princesa Budur, que está tan enferma, me ha expresado el deseo de ver a ésta mi hija, que es su hermana de leche! Dejadnos pasar, pues, ¡oh padre de la cortesía!' Y el eunuco, tan lisonjeado por estas palabras como satisfecho por el regalo, respondió: '¡Entrad pronto, pero no os entretengáis!' Y entraron ambos.

Cuando Marzauán llegó a presencia de la princesa, se levantó el velo que le cubría el rostro, se sentó en el suelo, y sacó de debajo de la ropa un astrolabio, libros de hechicería y una vela; y se disponía a sacar el horóscopo de Budur antes de interrogarla, cuando de pronto la joven se arrojó a su cuello y le besó con ternura, pues le había reconocido en seguida. Luego le dijo: '¿Cómo, hermano Marzauán, crees también en mi locura, como todos los demás? ¡Ah! ¡Desengáñate, Marzauán! ¿No sabes lo que dijo el poeta? Oye estas palabras, y reflexiona después sobre su alcance:

Han dicho: '¡Está loca! ¡Oh juventud perdida!'

Yo les digo: '¡Dichosos los locos! ¡Gozan más de la vida, y en eso se diferencian de la muchedumbre vulgar, que se ríe de sus acciones!'

Y les digo también: '¡Mi locura no tiene más que un remedio, y es el regreso de mi amigo!'

Cuando Marzauán oyó estos versos, comprendió en seguida que Budur estaba sencillamente enamorada, y que esta era toda su enfermedad. Y le dijo: 'El hombre sagaz sólo necesita una seña para enterarse. ¡Apresúrate a contarme tu historia, y si Alah quiere, seré para ti causa de consuelo y el mediador para tu salvación!'

Entonces Budur le refirió minuciosamente toda la aventura, que no ganaría nada con que la repitiéramos. Y prorrumpió en llanto, diciendo: '¡He aquí mi triste suerte, ¡oh Marzauán! y ya no vivo más que llorando noche y día, y apenas los versos de amor que recito consiguen refrescar un poco la quemadura de mi hígado!'

Oídas estas palabras, Marzauán bajó la cabeza para reflexionar, y durante una hora se sumió en sus pensamientos. Después levantó la cabeza, y dijo a la desolada Budur: '¡Por Alah! Veo claro que tu historia es exacta de todo punto; pero en verdad que resulta difícil de entender. Sin embargo, tengo esperanzas de curar tu corazón dándote la satisfacción que deseas. Pero ¡por Alah! procura aguantar con paciencia hasta mi regreso. ¡Y estate bien segura de que el día en que de nuevo me veas junto a ti, será aquel en que te habré traído de la mano a tu amante!'

Y dicho esto, Marzauán se retiró bruscamente de la habitación de la princesa, su hermana de leche, y el mismo día se fue de la ciudad del rey Ghayur.

Fuera ya de las murallas, Marzauán viajó durante un mes entero de ciudad en ciudad y de isla en isla, y por todas partes no oía a la gente hablar en todas sus conversaciones más que de la historia extraña de Sett-Budur.

Pero al cabo del mes de viaje, Marzauán llegó a una gran ciudad, situada a orillas del mar, y que se llamaba Tarab, y dejó de oír a la gente hablar de Sett-Budur; pero en cambio no se ocupaban más que de la historia sorprendente de un príncipe, hijo del rey de aquella comarca, que se llamaba Kamaralzamán. Y Marzauán hizo que le contaran los pormenores de aquella aventura, y los encontró tan semejantes en todos sus puntos a los que ya sabía de Sett-Budur, que se enteró con exactitud del lugar en que se encontraba aquel hijo del rey. Se le dijo que tal sitio estaba muy lejos, y que a él llevaban dos caminos: uno por tierra y otro por mar; por tierra se tardaba seis meses en llegar al país de Khaledán, en el cual encontrábase Kamaralzamán; por mar, no se tardaba más que un mes. Entonces Marzauán, sin vacilar, escogió la vía marítima, embarcándose en un buque que salía precisamente para las islas del reino de Khaledán.

La nave en que se había embarcado Marzauán tuvo viento favorable durante toda la travesía; pero el mismo día que llegó a la vista de la capital del reino, una tempestad formidable levantó las olas del mar y proyectó al aire la nave, que giró sobre sí misma y zozobró sin remedio en un peñasco tajado. Pero Marzauán, entre otras cualidades, tenía la de saber nadar a la perfección, y de todos los pasajeros fue el único que pudo salvarse agarrándose al palo mayor que había caído al mar. Y la fuerza de la corriente le arrastró precisamente hacia la lengua de tierra en que estaba edificado el palacio que habitaba Kamaralzamán con su padre.

Y quiso el Destino que en aquel momento el gran visir, que había ido a dar cuenta al rey del estado del reino, estuviera mirando por la ventana que daba al mar, y al ver a aquel joven que arribaba de tal manera, mandó a los esclavos que fuesen a socorrerle, y se lo trajeran, no sin haberle proporcionado ropa para mudarse y darle de beber un vaso de sorbete para calmar su espíritu.

A los pocos momentos, Marzauán entró en la sala en que estaba el visir. Y como era bien formado y de aspecto gentil, agradó en seguida al gran visir, que se puso a interrogarle, y pronto se dio cuenta de lo extenso de sus conocimientos y de su cordura. Y dijo para sí: '¡Seguramente debe de estar versado en la medicina!' Y le dijo: '¡Alah te ha guiado aquí para curar a un enfermo a quien quiere mucho su padre...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

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jueves, 19 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima cuarta noche

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"Pero cuando llegó la 194ª noche

Ella dijo:

...la ignorancia notoria de los médicos justamente ejecutados.

Entonces Marzauán entró en casa de su madre, y después de las efusiones del regreso, le pidió pormenores sobre la cuestión; y su madre le confió lo que había sabido, que entristeció mucho a Marzauán, porque se había criado con Budur y la quería con un cariño mayor del que suelen experimentar los hermanos por las hermanas. Reflexionó durante una hora, y después levantó la cabeza y le dijo a su madre: '¿Podrías hacerme entrar en su aposento secretamente para que trate de ver si conozco el origen de su mal y si tiene remedio o no?' Y su madre le dijo: 'Difícil es, ¡oh Marzauán! De todos modos, ya que lo deseas, apresúrate a vestirte de mujer y a seguirme'. Y Marzauán se preparó inmediatamente, y disfrazado de mujer, siguió a su madre al palacio.

Cuando llegaron a la puerta del aposento, el eunuco de guardia quiso prohibir la entrada a la mujer que no conocía, pero la vieja, le deslizó en la mano un buen regalo, y le dijo: '¡Oh jefe del palacio! ¡La princesa Budur, que está tan enferma, me ha expresado el deseo de ver a ésta mi hija, que es su hermana de leche! Dejadnos pasar, pues, ¡oh padre de la cortesía!' Y el eunuco, tan lisonjeado por estas palabras como satisfecho por el regalo, respondió: '¡Entrad pronto, pero no os entretengáis!' Y entraron ambos.

Cuando Marzauán llegó a presencia de la princesa, se levantó el velo que le cubría el rostro, se sentó en el suelo, y sacó de debajo de la ropa un astrolabio, libros de hechicería y una vela; y se disponía a sacar el horóscopo de Budur antes de interrogarla, cuando de pronto la joven se arrojó a su cuello y le besó con ternura, pues le había reconocido en seguida. Luego le dijo: '¿Cómo, hermano Marzauán, crees también en mi locura, como todos los demás? ¡Ah! ¡Desengáñate, Marzauán! ¿No sabes lo que dijo el poeta? Oye estas palabras, y reflexiona después sobre su alcance:

Han dicho: '¡Está loca! ¡Oh juventud perdida!'

Yo les digo: '¡Dichosos los locos! ¡Gozan más de la vida, y en eso se diferencian de la muchedumbre vulgar, que se ríe de sus acciones!'

Y les digo también: '¡Mi locura no tiene más que un remedio, y es el regreso de mi amigo!'

Cuando Marzauán oyó estos versos, comprendió en seguida que Budur estaba sencillamente enamorada, y que esta era toda su enfermedad. Y le dijo: 'El hombre sagaz sólo necesita una seña para enterarse. ¡Apresúrate a contarme tu historia, y si Alah quiere, seré para ti causa de consuelo y el mediador para tu salvación!'

Entonces Budur le refirió minuciosamente toda la aventura, que no ganaría nada con que la repitiéramos. Y prorrumpió en llanto, diciendo: '¡He aquí mi triste suerte, ¡oh Marzauán! y ya no vivo más que llorando noche y día, y apenas los versos de amor que recito consiguen refrescar un poco la quemadura de mi hígado!'

Oídas estas palabras, Marzauán bajó la cabeza para reflexionar, y durante una hora se sumió en sus pensamientos. Después levantó la cabeza, y dijo a la desolada Budur: '¡Por Alah! Veo claro que tu historia es exacta de todo punto; pero en verdad que resulta difícil de entender. Sin embargo, tengo esperanzas de curar tu corazón dándote la satisfacción que deseas. Pero ¡por Alah! procura aguantar con paciencia hasta mi regreso. ¡Y estate bien segura de que el día en que de nuevo me veas junto a ti, será aquel en que te habré traído de la mano a tu amante!'

Y dicho esto, Marzauán se retiró bruscamente de la habitación de la princesa, su hermana de leche, y el mismo día se fue de la ciudad del rey Ghayur.

Fuera ya de las murallas, Marzauán viajó durante un mes entero de ciudad en ciudad y de isla en isla, y por todas partes no oía a la gente hablar en todas sus conversaciones más que de la historia extraña de Sett-Budur.

Pero al cabo del mes de viaje, Marzauán llegó a una gran ciudad, situada a orillas del mar, y que se llamaba Tarab, y dejó de oír a la gente hablar de Sett-Budur; pero en cambio no se ocupaban más que de la historia sorprendente de un príncipe, hijo del rey de aquella comarca, que se llamaba Kamaralzamán. Y Marzauán hizo que le contaran los pormenores de aquella aventura, y los encontró tan semejantes en todos sus puntos a los que ya sabía de Sett-Budur, que se enteró con exactitud del lugar en que se encontraba aquel hijo del rey. Se le dijo que tal sitio estaba muy lejos, y que a él llevaban dos caminos: uno por tierra y otro por mar; por tierra se tardaba seis meses en llegar al país de Khaledán, en el cual encontrábase Kamaralzamán; por mar, no se tardaba más que un mes. Entonces Marzauán, sin vacilar, escogió la vía marítima, embarcándose en un buque que salía precisamente para las islas del reino de Khaledán.

La nave en que se había embarcado Marzauán tuvo viento favorable durante toda la travesía; pero el mismo día que llegó a la vista de la capital del reino, una tempestad formidable levantó las olas del mar y proyectó al aire la nave, que giró sobre sí misma y zozobró sin remedio en un peñasco tajado. Pero Marzauán, entre otras cualidades, tenía la de saber nadar a la perfección, y de todos los pasajeros fue el único que pudo salvarse agarrándose al palo mayor que había caído al mar. Y la fuerza de la corriente le arrastró precisamente hacia la lengua de tierra en que estaba edificado el palacio que habitaba Kamaralzamán con su padre.

Y quiso el Destino que en aquel momento el gran visir, que había ido a dar cuenta al rey del estado del reino, estuviera mirando por la ventana que daba al mar, y al ver a aquel joven que arribaba de tal manera, mandó a los esclavos que fuesen a socorrerle, y se lo trajeran, no sin haberle proporcionado ropa para mudarse y darle de beber un vaso de sorbete para calmar su espíritu.

A los pocos momentos, Marzauán entró en la sala en que estaba el visir. Y como era bien formado y de aspecto gentil, agradó en seguida al gran visir, que se puso a interrogarle, y pronto se dio cuenta de lo extenso de sus conocimientos y de su cordura. Y dijo para sí: '¡Seguramente debe de estar versado en la medicina!' Y le dijo: '¡Alah te ha guiado aquí para curar a un enfermo a quien quiere mucho su padre...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: La centésima nonagésima quinta noche...

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miércoles, 18 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. Las centésima nonagésima tercera noche

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"Pero cuando llegó la 193ª noche

Ella dijo:

... ¡Además, he aquí su sortija, que me ha dado después de coger la mía!'

Entonces el rey, padre de Budur, que ya había creído a su hija medio loca, dijo para sí: '¡Ha llegado al límite de la locura!' Y le dijo: 'Budur, ¿quieres decirme de una vez qué significa esa conducta extraña y tan poco digna de tu posición?' Entonces Budur ya no pudo contenerse, y se rasgó la camisa de abajo arriba, y se puso a sollozar, dándose de bofetadas.

Al ver aquello el rey ordenó a los eunucos y a las viejas que le sujetaran las manos para que no se hiciera daño, y en caso de reincidencia, que la encadenaran, y le pusieran al cuello una argolla de hierro, y la ataran a la ventana de su habitación.

Luego el rey Ghayur, desesperado, se retiró a sus aposentos, pensando en los medios que utilizaría para obtener la curación de aquella locura que suponía en su hija. Pues, a pesar de todo, seguía queriéndola con tanto cariño como antes y no podía acostumbrarse a la idea de que se hubiese vuelto loca para siempre.

Reunió, pues, en su palacio a todos los sabios de su reino, médicos, astrólogos, magos, hombres versados en libros antiguos, y drogueros, y les dijo a todos: 'Mi hija El-Sett-Budur está en tal y cuál estado. Se la daré por esposa a aquel de vosotros que la cure, y le nombraré heredero de mi trono cuando yo me muera. Pero al que haya entrado en el aposento de mi hija y no haya logrado curarla, se le cortará la cabeza'.

Después mandó pregonar lo mismo por toda la ciudad, y envió correos a todos sus Estados para promulgarlo.

Y se presentaron muchos médicos, sabios, astrólogos, magos y drogueros; pero una hora más tarde se veían encima de la puerta del palacio sus cabezas cortadas. Y en poco tiempo se juntaron cuarenta cabezas a lo largo de la fachada del palacio. Entonces los otros pensaron: '¡Mala señal! ¡La enfermedad debe ser incurable!' Y nadie se atrevía a presentarse, para no exponerse a que le cortaran la cabeza. ¡Esto en cuanto a los médicos y al castigo que se les aplicó en tal caso!'

Pero en cuanto a Budur, tenía un hermano de leche, hijo de su nodriza, llamado Marzauán. Y Marzauán, aunque musulmán ortodoxo y buen creyente, había estudiado la magia y la brujería, los libros de los indios y los egipcios, los caracteres talismánicos y la ciencia de las estrellas; y después, como ya no tenía nada que aprender en libros, se había dedicado a viajar, y había recorrido las comarcas más remotas, consultando a los hombres más duchos en las ciencias secretas, y de este modo se había empapado en todos los conocimientos humanos. Y entonces púsose en camino para regresar a su país, al que había llegado con buena salud.

Y lo primero que vio Marzauán al entrar en la ciudad fueron las cuarenta cabezas cortadas de los médicos, colgadas encima de la puerta del palacio. Y al preguntar a los transeúntes, le explicaron toda la historia y la ignorancia notoria de los médicos justamente ejecutados...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y callóse discretamente."

Continuará: La centésima nonagésima cuarta noche...

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martes, 17 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. Las centésima nonagésima segunda noche

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"Pero cuando llegó la 192ª noche

Ella dijo:

...con acento asustado: '¿Qué ocurre, ¡oh mi señora!?'

Budur exclamó: '¡Me lo preguntas como si no lo supieras, mujer llena de astucia!' ¡Dime ya lo que ha sido del joven adorable que esta noche ha dormido en mis brazos y al cual amo con todas mis fuerzas!'

La nodriza, escandalizada hasta el límite extremo, alargó el pescuezo para entender mejor, y dijo: '¡Oh princesa, líbrete Alah de todas las cosas inconvenientes! ¡Esas palabras no son de las que tú acostumbras a decir! ¡Por favor, explícate más, y si es broma que gastas con nosotras, date prisa a decírnoslo!'

Budur se incorporó a medias en la cama, y le gritó amenazadora: '¡Malhadada nodriza, te mando que me digas en seguida dónde está el hermoso joven a quien he entregado esta noche por voluntad propia mi cuerpo, mi corazón y mi virginidad!'

Al oír estas palabras, a la nodriza le pareció que el mundo entero se achicaba ante sus ojos; dióse de golpes y se tiró al suelo, lo mismo que las otras diez viejas; y todas empezaron a gritar desaforadamente: '¡Qué negra mañana! ¡Qué enormidad! ¡Oh nuestra perdición!'

Pero la nodriza, sin dejar de lamentarse, preguntó: '¡Ya Sett Budur! ¡Por Alah! ¡Recobra la razón y no digas más cosas tan poco dignas de tu nobleza!'

Pero Budur le gritó: '¿Quieres callar, vieja maldita, y decirme de una vez lo que habéis hecho entre todas de mi amante, el de los ojos negros, cejas arqueadas y levantadas en los extremos, el que pasó toda la noche conmigo hasta por la mañana, y que tenía debajo del ombligo una cosa que no tengo yo?'

Cuando la nodriza y las otras diez mujeres oyeron semejantes palabras, levantaron los brazos al cielo y exclamaron: '¡Oh confusión! ¡Oh señora nuestra, libre te veas de la locura, y de las asechanzas malignas, y del mal de ojo! ¡Verdaderamente, traspasas esta mañana los límites de la chanza!'

Y la nodriza, golpeándose el pecho, dijo: '¡Oh mi dueña Budur! ¿qué lenguaje es ése? ¡Si semejantes bromas llegaran a oídos del rey, nos dejaría sin alma al momento! ¡Y ningún poder nos libraría de su coraje!'

Pero Sett Budur, con los labios trémulos, gritó: '¡Por última vez te pregunto si quieres o no decirme dónde se encuentra el hermoso joven cuyas huellas tengo todavía en el cuerpo!' Y Budur hizo ademán de entreabrirse la camisa.

Al ver aquello, todas las mujeres se tiraron al suelo de bruces, y exclamaron: '¡Qué lástima de joven, que se ha vuelto loca!'

Pero estas palabras enfurecieron de tal manera a Budur, que descolgó de la pared una espada y se precipitó sobre las mujeres para atravesarlas. Enloquecidas entonces, se echaron fuera, atropellándose y aullando, y llegaron en desorden y demudados los semblantes al aposento del rey. Y la nodriza, con lágrimas en los ojos, le enteró de lo que acababa de: decir Sett-Budur, y añadió: '¡A todas nos habría matado o herido si no huyéramos!'

Y el rey exclamó: '¡Qué enormidad! Pero ¿viste si realmente ha perdido lo que ha perdido?' La nodriza se tapó la cara con las manos, y dijo llorando: '¡Lo he visto! ¡Había mucha sangre!' Entonces el rey dijo: '¡Eso es una completa enormidad!' Y aunque en aquel momento estuviera descalzo y con turbante de noche en la cabeza, se precipitó en la habitación de Budur.

El rey miró a su hija con aspecto muy severo, y le dijo: '¿Es verdad, Budur, que esta noche has dormido con uno, y llevas encima todavía las huellas de su paso? ¿Y has perdido lo que has perdido?' Ella respondió: '¡Sí, por cierto, ¡oh padre mío! pues tú fuiste quien tal quiso, y a fe que escogiste perfectamente al joven; tan hermoso era, que ardo en deseos de saber por qué luego me lo quitaste! ¡Además, he aquí su sortija, que me ha dado después de coger la mía!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y callóse discretamente."

Continuará: La centésima nonagésima tercera noche...

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lunes, 16 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima primera noche

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"Y cuando llegó la 191ª noche

Ella dijo:

...y el vergel natal de todas sus flores se inclina para besar tus pies infantiles!

¡Tan suave es ¡oh princesa! tu cuerpo sobrenatural, que el aire encantado, se aromatiza al tocarlo; y si la brisa curiosa penetrase debajo de tu túnica, en ella se eternizaría!

¡Tan bella es tu cintura, ¡oh hurí! que el collar de tu garganta desnuda se queja de no ser tu cinturón! ¡Pero tus piernas sutiles, cuyos tobillos están cercados de cascabeles, hacen crujir de envidia a las pulseras de tus muñecas!

Todo eso en cuanto a Kamaralzamán y a su padre el rey Schahramán.

Vamos ahora con la princesa Budur.

Cuando los dos genios la dejaron en su lecho del palacio de su padre el rey Ghayur, casi había transcurrido la noche. A las tres horas apareció la aurora, y Budur se despertó. Sonreía todavía a su amado y se desperezaba de gusto, en ese momento delicioso de semisueño al lado del amante, a quien creía junto a ella. Y al alargar los brazos vagamente para rodearle el cuello antes de abrir los ojos, no cogió más que el vacío. Entonces se despertó del todo y ya no vio al hermoso adolescente, al cual había amado aquella noche, y le tembló el corazón hasta casi perder el juicio, y exhaló un grito agudo que hizo acudir a las diez mujeres encargadas de su custodia, y entre ellas a su nodriza.

Rodearon ansiosas el lecho, y la nodriza le preguntó con acento asustado: '¿Qué ocurre, ¡oh mi señora!?'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

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domingo, 15 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima noche

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"Y cuando llegó la 190ª noche

Ella dijo:

...y te conjuro a que tengas compasión de mí y hagas que se la encuentre, o moriré!'

El rey se echó a llorar, y dijo a su hijo: '¡Ya Kamaralzamán! ¡Sólo Alah es grande, y sólo él conoce lo desconocido! ¡A nosotros no nos queda sino afligirnos ambos: tú por ese amor sin esperanza, y yo por tu propia aflicción y por mi impotencia para remediarla!'

Enseguida el rey, muy desconsolado, cogió de la mano a su hijo y se lo llevó desde la torre hasta el palacio, en donde se encerró con él. Y se negó a ocuparse en los asuntos de su reino para quedarse llorando con Kamaralzamán, que se había metido en la cama lleno de desesperación por amar a una joven desconocida, que después de tan señaladas pruebas de amor, había desaparecido.

Después, el rey, para verse más libre aun de las cosas y gente de palacio, y no preocuparse más que en cuidar a su hijo, a quien tanto quería, mandó edificar en medio del mar un palacio, unido sólo a la tierra por una escollera de veinte codos de anchura, y lo hizo amueblar para su uso y el de su hijo. Y ambos lo habitaban solos, lejos del mundo y de las preocupaciones, para no pensar más que en su desgracia. Y a fin de consolarse un tanto, Kamaralzamán no encontraba nada como la lectura de buenos libros acerca del amor y el recitar versos de los poetas inspirados, como los siguientes entre otros mil:

¡Oh guerrera hábil en el combate de las rosas! ¡La sangre delicada de los trofeos que adornan tu frente triunfal tiñe de púrpura tu profunda cabellera, y el vergel natal de todas sus flores se inclina para besar tus pies infantiles!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: La centésima nonagésima primera noche...

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sábado, 14 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima novena noche

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"Y cuando llegó la 189ª noche

Ella dijo:

...el rey corrió al retrete y vio que, efectivamente, la palangana consabida contenía una cantidad enorme de sangre, y dijo para sí: '¡Este es un indicio de que la contrincante tiene una salud maravillosa y una expansión leal y franca!' Y pensó también: '¡Advierto con certeza en todo esto la mano del visir!' Después volvió apresuradamente junto a Kamaralzamán, exclamando: '¡Veamos ahora la sortija! Y la cogió, y le dio vueltas y más vueltas, y luego se la devolvió a Kamaralzamán, diciendo: 'Es una prueba que me confunde por completo'. Y permaneció una hora sin decir palabra. Después se lanzó de pronto sobre el visir, y le gritó: '¡Tú eres el que ha armado toda esta intriga, viejo alcahuete!'

Pero el visir cayó a los pies del rey, y juró, por el Libro Noble y por la Fe, que no se había metido en nada de aquello. Y el eunuco hizo el mismo juramento.

Entonces el rey, que cada vez lo entendía menos, dijo a su hijo: '¡Sólo Alah puede aclarar este misterio!' Pero Kamaralzamán muy conmovido, replicó: '¡Oh padre mío! ¡Te suplico que hagas pesquisas y gestiones para devolverme a la deliciosa joven cuyo recuerdo me alborota el alma, y te conjuro a que tengas compasión de mí y hagas que se la encuentre, o moriré!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: La centésima nonagésima noche...

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viernes, 13 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima octava noche

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"Y cuando llegó la 188ª noche

Ella dijo:

'¡Sí, por cierto! ¡Será domingo, y después lunes, luego martes, miércoles, jueves, y finalmente viernes, día santo!' Y el rey, en el colmo de la dicha, exclamó: '¡Oh hijo mío! ¡Oh Kamaralzamán! ¡Lejos de ti todo mal agüero! Pero dime también cómo se llama en árabe el mes en que estamos'. El príncipe respondió: 'Se llama en árabe mes de Zul-Kiidat. Después viene el mes de Zul-Hidjat, luego vendrá Moharram, seguido de Safar, de Rabialaual, de Rabialthaní, de Gamadial-luala, de Gamadialthania, de Ragb, de Schaaban, de Ramadán, y por fin, de Schaual'.

Entonces el rey llegó al límite extremo de la alegría, y tranquilizado ya acerca del estado de su hijo, se volvió hacia el visir y le escupió en la cara, diciéndole: '¡Aquí no hay más loco que tú, viejo visir malhadado!' Y el visir meneó la cabeza y quiso contestar; pero se calló, y dijo: '¡Aguardemos al final'

Y el rey dijo enseguida a su hijo: '¡Hijo mío, figúrate que este jeique y ese eunuco de betún han ido a contarme tales y cuales palabras que les habías dicho respecto a una supuesta joven que había pasado la noche contigo! ¡Diles en la cara que han mentido!'

Al oír estas palabras Kamaralzamán se sonrió amargamente, y dijo al rey: '¡Oh padre mío! ¡ sabe que en verdad ya no tengo ni ganas ni paciencia para soportar más tiempo esa broma que me parece ha durado bastante! Por favor, ahórrame tal mortificación, y no digas más palabras de ello, pues noto que se me han secado mucho los humores con todo lo que me has hecho pasar! Sin embargo, ¡oh padre mío! sabe que ahora estoy bien resuelto a no desobedecerte más, y consiento en casarme con la hermosa joven que has tenido a bien mandarme esta noche para que me acompañara en la cama. La he encontrado perfectamente deseable, y sólo con verla se me ha puesto toda la sangre en movimiento'.

Al oír estas palabras de su hijo, el rey exclamó: '¡El nombre de Alah sobre ti y alrededor de ti!, y ¡oh hijo mío! ¡Él te guarde de los maleficios y la locura! ¡Ah, hijo mío! ¿Qué pesadilla has tenido para usar semejante lenguaje? ¿Qué manjares pesados comiste anoche para que la digestión ejerciera un influjo tan funesto en tu cerebro? ¡Por favor, hijo mío, tranquilízate! ¡No volveré en mi vida a contrariarte! ¡Y malditos sean el casamiento, y la hora del casamiento, y cuantos me vuelvan a hablar de casamiento!' Entonces Kamaralzamán dijo a su padre: 'Tus palabras sobre mi cabeza, ¡oh padre mío! ¡Pero júrame antes con el gran juramento que no te has enterado de mi aventura de esta noche con la hermosa joven, que como te probaré, dejó en mí más de una huella de la acción compartida!'

Y el rey Schahramán exclamó: '¡Te lo juro por la verdad del santo nombre de Alah, dios de Muza y de Ibrahim, que envió a Mohammed entre las criaturas como prenda de paz y salvación! ¡Amín!' Y Kamaralzamán repitió: '¡Amín!'

Pero le dijo a su padre: '¿Qué dirías ahora si te diera pruebas de que la joven ha pasado por mis brazos?' Y el rey dijo: '¡Te escucho!'

Y Kamaralzamán prosiguió: 'Si alguien, ¡oh padre mío! te dijera: 'La noche pasada me desperté sobresaltado y vi delante de mí a uno dispuesto a luchar conmigo de un modo sangriento. Entonces yo, aunque sin querer atravesarle, hice inconscientemente un movimiento que impulsó a mi espada hacia su vientre desnudo. ¡Y por la mañana me desperté y vi que mi espada estaba, en efecto, teñida de sangre y espuma! ¿Qué dirías, ¡oh padre mío! al que después de hablarte así, te enseñara la espada ensangrentada?' El rey dijo: 'Le diría que la sangre sola, sin el cuerpo del adversario, no era más que media prueba'.

Entonces Kamaralzamán dijo: '¡Oh padre mío! yo también, esta mañana, al despertarme, me encontré el bajo vientre cubierto de sangre; la palangana, que está todavía en el retrete, te lo demostrará. ¡Pero como prueba más convincente todavía, he aquí la sortija de la adolescente! ¡En cuanto a mi sortija, ha desaparecido, como ves!'

Al oír aquello, el rey corrió al retrete y vio que efectivamente la palangana consabida contenía...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: Las centésima octogésima novena noche...

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jueves, 12 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima séptima noche

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"Pero cuando llegó la 187ª noche

Ella dijo:

...Kamaralzamán sentado tranquilamente en la cama y leyendo con atención el Korán ! Se acercó a él, y después de la zalema más respetuosa, se sentó en el suelo cerca del lecho, y le dijo: '¡Cómo nos ha alarmado este eunuco de betún! ¡Figúrate que este hijo de zorra se presentó trastornado y con facha de perro sarnoso a asustarnos, contándonos cosas que sería indecente repetir delante de ti! ¡Turbó nuestra quietud de tal manera, que estoy alborotado todavía!'

Y Kamaralzamán dijo: '¡Verdaderamente, no os habrá molestado más de lo que me ha molestado a mí hace poco! ¡Pero, oh visir de mi padre, me alegraría mucho saber lo que os pudo contar!' El visir contestó: '¡Alah preserve a tu juventud! ¡Alah robustezca tu entendimiento! ¡Aleje de ti las acciones no mesuradas y libre a tu lengua de las palabras sin sal! ¡Este hijo de bardaje afirma que te has vuelto loco de repente, y le has hablado de una joven que pasó la noche contigo, y que luego te acaloraste con otras insensateces semejantes, y que has acabado por molerle a golpes y echarle al pozo!

¡Oh Kamaralzamán! ¿No es verdad que todo se reduce a una osadía de ese negro podrido?'

Oídas tales palabras, Kamaralzamán sonrió con aire de superioridad, y dijo al visir: '¡Por Alah! ¿Has acabado con las chanzas, viejo sucio, o quieres también enterarte de si el agua del pozo sirve para el hammam? ¡Te advierto que si ahora mismo no me dices lo que mi padre y tú habéis hecho con mi amante, la joven de hermosos ojos negros y mejillas frescas y sonrosadas, me pagarás tus astucias más caras que el eunuco!' Entonces, sobrecogido otra vez el visir por una inquietud sin límites, se levantó andando hacia atrás, y dijo: '¡El nombre de Alah sobre ti y alrededor de ti! ¡Ya Kamaralzamán! ¿Por qué hablas de esa manera? ¡Si es que has soñado eso a consecuencia de una mala digestión, apresúrate por favor a disipar el sueño! ¡Ya, Kamaralzamán, esta conversación no es razonable!'

Al oír tales palabras, el joven exclamó: '¡Para demostrarte, oh jeique de maldición, que no he visto a la joven con las orejas, sino con este ojo y este otro, y que no he palpado y olido las rosas de su cuerpo con los ojos, sino con estos dedos y esta nariz, toma!'

Y le dio un cabezazo en el vientre que lo tiró al suelo, y después le agarró las barbas que llevaba muy largas y se las enrolló alrededor de la muñeca y seguro de que no podía escaparse, empezó a darle recios golpes todo el tiempo que se lo permitieron sus fuerzas.

El desdichado gran visir, viendo que perdía las barbas pelo a pelo, y que también el alma estaba a punto de despedirse, se dijo para sí: '¡Ahora tengo que mentir! ¡Es el único medio de librarme de las manos de este loco!'

Por lo tanto, le dijo: '¡Oh mi señor! ¡Te ruego que me perdones por haberte engañado! La culpa es de tu padre, que me encargó mucho, so pena de horca inmediata, que no te revelara todavía el sitio en que se ha depositado a la joven consabida. Pero si quieres soltarme, voy a escape a suplicar al rey tu padre que te saque de esta torre, y le daré cuenta de tu deseo de casarte con la joven. ¡Lo cual le alegrará hasta el límite de la alegría!'

Al oír estas palabras, Kamaralzamán le soltó y le dijo: '¡En tal caso, ve pronto a avisar a mi padre, y vuelve a traerme inmediatamente la contestación!'

En cuanto el visir se vio libre, se precipitó fuera del aposento, cuidando de cerrar la puerta con doble vuelta de llave, y corrió, fuera de sí y con la ropa hecha pedazos, a la sala del trono.

Al ver el rey Schahramán a su visir en aquel estado lamentable, le dijo: '¡Te hallo muy abatido y sin turbante! ¡Y pareces muy mortificado! ¡Bien se ve que ha debido de ocurrirte algo desagradable que ha trastornado tus sentidos!' '¡Es por lo que le sucede a tu hijo; oh rey!'

Este preguntó: 'Pues entonces, ¿qué es?' El visir dijo: '¡No cabe duda de que está completamente loco!'

A estas palabras, el rey vio que la luz se convertía en tinieblas delante de sus ojos, y dijo: '¡Alah me asista! ¡Dime pronto los caracteres de la locura que ataca a mi hijo!' Y el visir contestó: '¡Escucho y obedezco!' Y refirió al rey todos los pormenores de la escena, sin olvidar cómo escapó de manos de Kamaralzamán.

Entonces el rey se encolerizó en extremo, y gritó: '¡Oh el más calamitoso de los visires! ¡Esta noticia que me anuncias vale tu cabeza! ¡Por Alah! ¡Si es realmente ese el estado de mi hijo, te mandaré crucificar encima del minarete más alto, para enseñarte a no darme consejos tan detestables como los que fueron la primera causa de esta desdicha!' Y se precipitó hacia la torre, y seguido del visir penetró en la habitación de Kamaralzamán.

Cuando Kamaralzamán vio entrar a su padre, se levantó rápidamente en honor suyo, y saltó de la cama, y se quedó respetuosamente a fuer de buen hijo. Y el rey, contentísimo al ver a su hijo tan pacífico, delante de él, cruzado de brazos, después de haberle besado la mano, le echó los brazos con ternura alrededor del cuello, y le besó entre los dos ojos, llorando de alegría.

Tras de lo cual le hizo sentarse junto a él, encima de la cama, y se volvió indignado hacia el visir, y le dijo: '¡Ya ves cómo eres el último de los últimos entre los visires! ¿Cómo osaste venir a contarme que mi hijo estaba de esta o la otra manera, llenando de espanto mi corazón y haciéndome añicos el hígado?' Luego añadió: '¡Además, vas a oír con tus propios oídos las respuestas llenas de sentido común que me dará mi amado hijo!'

Miró entonces paternalmente al joven, y le preguntó: 'Kamaralzamán, ¿sabes qué día es hoy?' El otro respondió: '¡Seguramente! ¡Es sábado!' El rey dirigió una mirada llena de ira y triunfo al visir aterrado, y le dijo: 'Lo oyes, ¿verdad?'

Después prosiguió: 'Y mañana, Kamaralzamán, ¿qué día será? ¿Lo sabes?' El príncipe contestó: '¡Sí, por cierto...!

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: La centésima octogésima octava noche...

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miércoles, 11 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima sexta noche

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"Y cuando llegó la 186ª noche

Ella dijo:

Y los dos genios respondieron: '¡Inschalah!' Y después se acercaron al lecho, cogieron a la joven, que se echaron a cuestas, y volaron con ella hasta el palacio del rey Ghayur, al cual no tardaron en llegar y la depositaron con delicadeza en su cama para irse en seguida cada cual por un lado.

En cuanto a Maimuna, se volvió a su pozo, después de haber depositado un beso en los ojos de su amigo.

Eso en cuanto a los tres.

Pero en cuanto a Kamaralzamán, por la mañana despertó del sueño con el cerebro todavía turbado por su aventura nocturna y se volvió hacia la derecha y hacia la izquierda; pero, como era natural, sin encontrar a la joven.

Entonces dijo para sí: '¡Bien adiviné que era mi padre el que había preparado todo esto para probarme, e impulsarme al matrimonio! De modo que he hecho bien en aguardar para pedirle el consentimiento, como buen hijo'.

Después llamó al esclavo echado a la puerta, gritándole: '¡Eh, tumbón, levántate!' Y el esclavo se levantó sobresaltado, y medio dormido aún se apresuró a llevar a su amo el jarro y la palangana. Y Kamaralzamán cogió la jofaina y el jarro, y se fue al retrete a hacer sus necesidades, verificando luego sus abluciones con cuidado, y volvió para cumplir su rezo por la mañana, y comió un bocado, y leyó un versículo del Korán. Después, tranquilamente, y como de pasada, preguntó al esclavo: 'Sauab, ¿adónde llevaste a la muchacha de esta noche?'

El esclavo, estupefacto, exclamó: '¿Qué muchacha, ¡oh amo Kamaralzamán!?'

Este dijo levantando la voz: '¡Te ordeno, bribón, que me respondas sin rodeos! ¿Dónde está la joven que ha pasado la noche conmigo en la cama?' El esclavo contestó: '¡Por Alah! ¡Oh señor, no he visto ni muchacha ni muchacho! ¡Y además, nadie ha podido entrar aquí, estando yo echado delante de la puerta!' Kamaralzamán gritó: '¡Eunuco malhadado, también tú te atreves a contrariarme y a disgustarme! ¡Ah maldito, te han enseñado ardides y mentiras! ¡Por última vez te intimo a que me digas la verdad!' Entonces el esclavo levantó los brazos al cielo, y exclamó: '¡Alah es el único grande! ¡Oh amo Kamaralzamán, no entiendo una palabra de lo que me preguntas!'

Entonces Kamaralzamán le gritó: '¡Acércate, maldito!' Y habiéndose acercado el eunuco, le agarró del cuello y lo tiró al suelo, y le pateó con tanta furia, que el eunuco soltó un pedo. Entonces Kamaralzamán siguió dándole patadas y puñetazos hasta que le dejó medio muerto. Y como el eunuco por toda explicación lanzaba gritos inarticulados, Kamaralzamán le dijo: '¡Aguarda un poco!' Y corrió a buscar la soga de cáñamo que servía para sacar el agua del pozo, se la pasó al esclavo por debajo de los sobacos, la ató fuertemente, y le arrastró hasta el orificio del pozo, descolgándole hasta que le sumergió del todo en el agua.

Y como era en invierno, y el agua estaba muy desagradable y corría un viento muy frío, el eunuco empezó a estornudar y pedir perdón. Pero Kamaralzamán le zambulló varias veces, gritando cada vez: '¡No saldrás hasta que confieses la verdad! ¡Si no, te ahogo!'

Entonces el eunuco pensó: '¡Seguramente lo hará como lo dice!' Y después gritó: '¡Amo Kamaralzamán, sácame de aquí y te diré la verdad! Entonces el príncipe lo sacó, y le vio que temblaba como caña al viento, y castañeteaba los dientes de frío y miedo, y presentaba un aspecto asqueroso, chorreando agua y sangrando por la nariz.

El eunuco, al sentirse momentáneamente fuera de peligro, no perdió un instante, y dijo al príncipe: '¡Permíteme que vaya primero a mudarme de ropa y a limpiarme las narices!'

Y Kamaralzamán le dijo: '¡Vete, pero no pierdas tiempo! ¡Y vuelve pronto a darme noticias!' Y el eunuco salió corriendo, y se fue a palacio a buscar al padre de Kamaralzamán.

Y en aquel momento el rey Schahramán conversaba con su gran visir, diciendo: '¡Oh visir mío! ¡He pasado muy mala noche por lo inquieto que está mi corazón respecto a mi hijo Kamaralzamán! ¡Y temo mucho que le haya ocurrido alguna desgracia en esa torre vieja, tan mal acondicionada para un joven tan delicado como mi hijo!'

Pero el visir le contestó: '¡Tranquilízate! ¡Por Alah! ¡Nada ha de sucederle allí! ¡Así se domará su arrogancia y se reducirá su orgullo!

Y en el acto se presentó el eunuco en el estado en que le habían puesto, y cayó a los pies del rey, y exclamó: '¡Oh señor nuestro y sultán! ¡La desventura ha entrado en tu casa! ¡Mi amo Kamaralzamán acaba de despertarse completamente loco! ¡Y para darte una prueba de su locura, sabe que me dijo tal y cual cosa, y me hizo tal y cual otra! ¡Y yo, por Alah, no he visto entrar en el aposento del príncipe muchacha ni muchacho!'

Oídas tales palabras, el rey Schahramán ya no tuvo duda de sus presentimientos, y gritó a su visir: '¡Maldición! ¡Tuya es la culpa, oh visir de perros! ¡Tú me sugeriste la idea calamitosa de encerrar a mi hijo, a la llama de mi corazón! ¡Ah, hijo de perro! ¡Levántate y corre pronto a ver lo que pasa, y vuelve aquí a darme cuenta de ello inmediatamente!

Enseguida salió el gran visir, acompañado del eunuco, y se dirigió a la torre, pidiendo pormenores, que el esclavo le dio, y bien alarmantes. Así es que el visir no entró en la habitación sin precauciones infinitas, metiendo poco a poco primero la cabeza y después el cuerpo. ¡Y cuál no fué su sorpresa al ver a Kamaralzamán sentado tranquilamente en la cama y leyendo con atención el Korán...!

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: La centésima octogésima séptima noche...

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martes, 10 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima quinta noche

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"Pero cuando llegó la 185ª noche

Ella dijo:

'¡Y gozaremos hasta que sea de día!'

Pero como Kamaralzamán, cada vez más sumido en el sueño, seguía sin contestar, la hermosa Budur creyó por un momento que era una ficción de aquél para sorprenderla más, y medio riéndose, le dijo: '¡Vamos; vamos, gentil amigo, no seas tan falso! ¿Es que mi padre te ha dado esas lecciones de malicia para vencer mi orgullo? ¡Inútil trabajo, en verdad! ¡Pues tu belleza, por sí sola, oh joven gamo, esbelto y encantador, me ha convertido en la más sumisa de las esclavas de amor!'

Pero como Kamaralzamán seguía inmóvil, Sett Budur, cada vez más subyugada, añadió: '¡Oh señor de la belleza, mira! ¡Yo también paso por hermosa; a mi alrededor todo vive admirando mis encantos fríos y serenos! ¡Tú fuiste el único que ha logrado encender el deseo en la mirada tranquila de Budur! ¿Por qué no te despiertas, adorable joven? ¿Por qué no te despiertas, di? ¡Heme aquí! ¡Me siento morir!'

Y la joven escondió la cabeza debajo del brazo del príncipe, y le mordió mimosamente en el cuello y en una oreja, pero sin resultado. Entonces, como ya no podía resistir a la llama encendida en ella por vez primera, empezó a rebuscar con la mano por entre las piernas y los muslos del joven, y los encontró tan lisos y redondos, que no pudo evitar que la mano resbalase por su superficie. Entonces, como por casualidad, encontró por el camino y entre ellos un objeto tan nuevo para ella, que lo miró con los ojos muy abiertos, y vio que entre sus manos cambiaba de forma a cada momento. Al principio se asustó mucho; pero rápidamente comprendió su uso particular; pues así como el deseo es mucho más intenso en las mujeres que en los hombres, su inteligencia es también más veloz para apreciar las relaciones entre los órganos encantadores. ¡Lo cogió, pues, a mano llena, y mientras besaba los labios del joven con ardor, sucedió lo que sucedió!

Tras de lo cual, Sett Budur cubrió de besos a su amigo dormido, sin dejar un sitio en que no pusiera los labios. Después, algo calmada, le cogió las manos y se las besó una tras otra en la palma; después le levantó y se lo puso en el regazo, y le rodeó el cuello con los brazos, y así enlazados, cuerpo contra cuerpo, mezclando sus alientos, se durmió sonriendo.

¡Esto fue todo! ¡Y en tanto los tres genios seguían invisibles, sin perder un ademán! Consumada la cosa tan pronto, Maimuna traspuso el límite del júbilo, Dahnasch reconoció sin dificultad que Budur había llegado mucho más allá en las manifestaciones de su ardor y le había hecho perder la apuesta.

Pero Maimuna, segura ya de la victoria, fue magnánima, y dijo a Dahnasch: '¡En cuanto a la apuesta que me debes, te la perdono, oh maldito! Y hasta voy a darte un salvoconducto, que en adelante te asegurará la tranquilidad. ¡Pero cuida de no abusar de él, ni vuelvas a faltar a la corrección!'

Después de lo cual la joven efrita se volvió hacia Kaschkasch, y le dijo afablemente: '¡Kaschkasch, te doy mil gracias por tu consejo! ¡Y te nombro jefe de mis emisarios, y de mi cuenta corre que mi padre Domriatt apruebe mi decisión!'

Luego añadió: '¡Ahora, avanzad ambos y coged a esa joven, y transportadla pronto al palacio de su padre Ghayur, señor de El-Budur y El-Kussur! ¡Vistos los rápidos progresos que acababa de hacer delante de mis ojos, le otorgo mi amistad, y tengo ya completa confianza en su porvenir! ¡Ya veréis cómo realiza grandes cosas!'

Y los dos genios respondieron: '¡Inschalah!' y después...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

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lunes, 9 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima cuarta noche

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"Y cuando llegó la 184ª noche

Ella dijo:

Kamaralzamán se tendió, pues, encima de la joven, que dormía boca arriba, sin otra vestidura que su cabellera suelta, y la enlazó con sus brazos; e iba a practicar el primer ensayo de lo que pensaba hacer, cuando de pronto se estremeció, desenlazóse, y pensó meneando la cabeza: 'Seguramente es el rey, mi padre, quien ha mandado traer a esta joven a mi cama para experimentar conmigo el efecto del contacto de las mujeres; y ahora debe de estar detrás de esa pared con los ojos aplicados a algún agujero para ver si esto sale bien. Y mañana entrará aquí y me dirá: '¡Kamaralzamán, decías que te inspiraban horror el matrimonio y las mujeres! Pues ¿qué has hecho esta noche con una joven? ¡Ah, Kamaralzamán! ¡Quieres fornicar secretamente, pero te niegas a casarte, aunque sepas lo feliz que me haría ver mi descendencia asegurada y mi trono transmitido a mis hijos!' Y entonces me considerarán falso y embustero. Más vale que me abstenga esta noche de fornicar, a pesar de la mucha gana que tengo, y aguardar a mañana; y entonces pediré a mi padre que me case con esta bella adolescente. ¡Y así él se pondrá contento, y yo podré usar a gusto ese cuerpo bendito!'

Y en el acto, con gran alegría de Maimuna, que había empezado a sentir terribles inquietudes, y con gran disgusto de Dahnasch, que en cambio había pensado que el príncipe copularía y se puso a bailar de gusto, Kamaralzamán se inclinó otra vez hacia Sett Budur, y después de haberla besado en la boca, le quitó del dedo meñique una sortija adornada con un hermoso diamante, y se la puso en su propio dedo meñique, para denotar que desde aquel momento disputaba a la joven por esposa; y luego de haber puesto en el dedo de la joven su propia sortija, le volvió la espalda, aunque con gran pesar, y no tardó en tornar a dormirse.

Maimuna, al ver aquello, se entusiasmó, y Dahnasch quedó muy confuso; pero no tardó en decir a Maimuna: '¡Esto no es más que la mitad de la prueba; ahora te toca a ti!'

Entonces Maimuna se convirtió en seguida en pulga, y saltó al muslo de Sett Budur; y de allí subió al ombligo, retrocediendo después como unos cuatro dedos, y se paró precisamente en la cumbre del montecillo que domina el valle de las rosas; y allí, con una sola picadura, en la cual puso todos sus celos y su venganza, hizo saltar de dolor a la joven, que abrió los ojos y se incorporó a escape, llevándose las dos manos a la delantera. Pero enseguida lanzó un grito de terror y asombro al ver junto a ella al joven tendido de costado. Pero a la primera mirada que le dirigió, no tardó en pasar del espanto a la admiración, y de la admiración al placer, y del placer a un desahogo de alegría que pronto hubo de llegar al delirio.

Efectivamente; al primer susto, dijo para sí: '¡Desventurada Budur, hete aquí comprometida para siempre! ¡En tu cama hay un extraño a quien no viste nunca! ¡Qué audacia la suya! ¡Ah! ¡Voy a llamar a los eunucos, para que acudan y le arrojen por la ventana al río! Y sin embargo, ¡oh Budur! ¿Quién sabe si éste será el marido que tu padre escogió para ti? ¡Mírale, oh Budur, antes de acudir a la violencia! '

Y entonces fue cuando Budur dirigió al joven una mirada, y con aquel rápido examen quedó deslumbrada por su gentileza, y exclamó: '¡Oh corazón mío! ¡Qué hermoso es!' Y desde aquel mismo instante quedó tan por completo cautivada, que se inclinó hacia aquella boca que sonreía en sueños, y le dio un beso en los labios, exclamando: '¡Qué dulce es! ¡Por Alah! ¡A éste sí que le quiero como esposo! ¿Por qué ha tardado tanto mi padre en traérmelo?'

Después cogió temblando la mano del joven y la conservó entre las suyas, y le habló afablemente para despertarle, diciendo: '¡Gentil amigo! ¡Oh luz de mis ojos! ¡Oh alma mía! ¡Levántate, levántate! ¡Ven a besarme, querido mío, ven, ven! ¡Por mi vida sobre ti! ¡Despierta!'

Pero como Kamaralzamán, a causa del encanto a que le había sometido la vengativa Maimuna, no hacía un movimiento indicador de que se despertara, la hermosa Budur supuso que era por culpa de ella, que no le llamaba con bastante ardor. Y sin preocuparse de que la miraran o no, entreabrió la camisa de seda que al principio se había apresurado a echarse encima, y se deslizó lo más cerca posible del joven, y le rodeó con sus brazos, y juntó los muslos con los suyos, y le dijo frenéticamente al oído: '¡Toma! ¡Poséeme toda! ¡Verás cuán obediente y amable soy! ¡He aquí los narcisos de mis pechos y el vergel de mi vientre, que es muy suave, mira! ¡He aquí mi ombligo, que gusta de la caricia delicada; ven a disfrutar de él! ¡Después saborearás las primicias de la fruta que poseo! ¡La noche no será bastante larga para nuestros juegos! ¡Y gozaremos hasta que sea de día...!

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, hubo de callar."

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domingo, 8 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima tercera noche

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"Y cuando llegó la 183ª noche

Ella dijo:

Oídas estas palabras del efrit Kaschkasch, Maimuna exclamó: '¡Admirable idea!' Y Dahnasch también exclamó: '¡Me parece muy bien!' E inmediatamente se convirtió otra vez en pulga, pero esta vez para picar en el cuello al hermoso Kamaralzamán.

Al sentir tal picadura, que fue terrible, Kamaralzamán se despertó con sobresalto y se llevó la mano rápidamente al sitio picado: pero nada pudo coger, pues el veloz Dahnasch, que se había vengado algo en la piel del adolescente de todas las afrentas de Maimuna, soportadas en silencio, pronto recobró su forma de efrit invisible para ser testigo de lo que iba a suceder.

En efecto, Kamaralzamán, todavía soñoliento, dejó caer la mano que no había podido cazar la pulga, y la mano fue precisamente a tocar el muslo desnudo de la joven. Aquella sensación le hizo abrir los ojos, e inmediatamente los volvió a cerrar, deslumbrado y conmovido. Y sintió junto a él aquel cuerpo más tierno que la manteca y aquel aliento más grato que el perfume del almizcle. De modo que su sorpresa fue extremada, pero no desprovista de atractivos, y acabó por levantar la cabeza y contemplar la incomparable belleza de la desconocida que dormía a su lado.

Apoyó, pues, el codo en las almohadas, y olvidándose en un momento de la aversión que experimentó por el otro sexo hasta entonces, empezó a detallar con miradas de deleite las perfecciones de la joven. Primero la comparó mentalmente con una hermosa ciudadela coronada por una cúpula, después con una perla, luego con una rosa, ya que de primera intención no podía establecer comparaciones muy exactas, porque siempre se había negado a mirar a las mujeres, y era ignorante en cuanto a sus formas y sus gracias. Pero no tardó en comprender que su última comparación era la más precisa y la más cierta la penúltima; y en cuanto a la primera, pronto lo hizo sonreír.

De modo que Kamaralzamán se inclinó hacia la rosa, y vio que el perfume de su carne era tan delicioso, que pasó la nariz por toda su superficie. Y le agradó tanto aquello, que dijo para sí: '¡Voy a tocarla para enterarme!'

Y paseó los dedos por todos los contornos de la perla, y comprobó que aquel contacto le abrasaba el cuerpo, y provocaba movimientos y latidos en diversas partes de su individuo; de tal modo, que experimentó violento deseo de dar libre carrera a aquel instinto natural tan espontáneo.

Y exclamó: '¡Todo sucede mediante la voluntad de Alah!' Y se dipuso a la copulación. Cogió, pues, a la joven, pensando: '¡Cuánto me asombra que esté sin calzón!' Y le dio vueltas y más vueltas, y la palpó, y después dijo maravillado: '¡Ya Alah! ¡Qué trasero tan gordo!' Luego le acarició el vientre, y dijo: '¡Es una maravilla de ternura!' Después le tentó los pechos, y los cogió, y al llenarse las dos manos, sintió tal estremecimiento voluptuoso, que exclamó: '¡Por Alah!' ¡No tengo más remedio que despertarla para hacer bien las cosas! Pero ¿cómo no se ha despertado en el tiempo que llevo tocándola?'

Y lo que impedía despertarse a la joven era la voluntad del efrit Dahnasch, que la había sumido en aquel sueño tan pesado para facilitar la acción de Kamaralzamán.

Y Kamaralzamán puso sus labios en los de la princesa, y le dio un prolongado beso; y como no se despertara, le dio el segundo, y el tercero, sin que ella manifestara percatarse.

Entonces empezó a hablarle, diciendo: '¡Oh corazón mío! ¡Ojos míos! ¡Hígado mío! ¡Despiértate! ¡Soy Kamaralzamán!' Pero la joven no hizo el menor movimiento. Entonces Kamaralzamán, al ver lo inútil de sus llamamientos, dijo para sí: '¡Por Alah! ¡Ya no puedo aguardar más! ¡Todo me impulsa a entrar en ella! ¡Veré si lo puedo lograr mientras duerme!' Y se tendió encima de la joven.

A todo eso, Maimuna, y Dahnasch y Kaschkasch miraban. Y Maimuna empezaba a alarmarse y se apresuraba ya, en caso de consumarse el acto, a decir que aquello no valía.

Kamaralzamán se tendió, pues, encima de la joven, que dormía boca arriba...

En este momento de su narración, Schehrazada vio que aparecía la mañana, y como era discreta, se calló."

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sábado, 7 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. Las centésima octogésima primera-segunda (181ª-182ª) noches

_______________________________

El contenido de esta entrega corresponde a las noches 181ª y 182ª.

(#)
Como las noches anteriores (181ª y 182ª) ocupan cada una pocos renglones en el texto árabe, he suprimido las indicaciones de su orden numérico para no interrumpir el relato con demasiada frecuencia. Lo mismo procederé en adelante, siempre que se presente el mismo caso. (N. del T.)
(#)

"Y cuando llegó la 182ª noche

Ella dijo:

...sorprendióse en gran manera al encontrar en Dahnasch tanto talento unido a tanta fealdad; como, aunque mujer, estaba dotada de cierta dosis de buen juicio, no dejó de felicitar a Dahnasch, que se ensanchó en extremo. Y le dijo: '¡Verdaderamente, ¡oh Dahnasch! tienes un alma bastante delicada dentro de esa armazón que habitas; pero no creas que vences en el arte de los versos, ni Sett Budur vence tampoco en hermosura a Kamaralzamán!'

Y Dahnasch, sofocado, exclamó: '¿Lo crees así de veras?'

Ella dijo: '¡Seguramente!'

El dijo: '¡No lo creo!'

Ella dijo: '¡Toma!' Y de un aletazo le hinchó un ojo.

El dijo: '¡Eso no prueba nada!'

Ella dijo: '¡Bueno! ¡Mírame el trasero!'

El dijo: '¡Está bastante flaco!'

Al oír estas palabras, Maimuna, doblemente irritada, quiso precipitarse sobre Dahnasch y estropearle alguna parte de su individuo; pero Dahnasch, que lo había previsto, de pronto se convirtió en pulga y se refugió sigilosamente en la cama debajo de los dos jóvenes; y como Maimuna temía despertarlos, se vio obligada, para resolver aquel caso, a jurar a Dahnasch que ya no le haría más daño; y Dahnasch, oído el juramento, recobró su forma, pero se mantuvo en guardia.

Entonces Maimuna le dijo: '¡Oye, Dahnasch: no encuentro más medio para terminar esta disputa que recurrir al arbitraje de un tercero!' El dijo: '¡Me avengo a ello!'

Entonces Maimuna dio con el pie en el suelo, que se entreabrió y dio salida a un efrit espantoso, inmensamente horrible. En la cabeza tenía seis cuernos, cada uno de 4.430 codos de longitud; ostentaba tres rabos ahorquillados no menos extensos.

Uno de sus brazos tenía 5.555 codos de largo, y el otro medio codo nada más; era cojo y jorobado, y sus ojos estaban colocados en el centro de la cara y en sentido longitudinal; las manos, más anchas que calderos, acababan en garras de león; las piernas, rematadas con cascos, le hacían renguear; y su zib, cuarenta veces más gordo que el de un elefante, daba la vuelta por la espalda y surgía triunfador.

Se llamaba Kaschkasch ben-Fakhrasch ben-Atraseh, de la posteridad de Eblis Abú-Hanfasch.

Y cuando la tierra se volvió a cerrar, el efrit Kaschkasch distinguió a Maimuna, y en seguida besó la tierra entre sus manos, quedándose delante de ella humildemente con los brazos cruzados, y le preguntó: '¡Oh mi dueña Maimuna, hija de nuestro rey Domriatt! soy el esclavo que aguarda tus órdenes'.

Ella dijo: '¡Quiero, Kaschkasch, que seas juez en la disputa que ha surgido entre ese maldito Dahnasch y yo! Ocurre tal y cual cosa. Te corresponde ser imparcial, y después de echar una mirada a ese lecho, decirnos quién te parece más hermoso, si mi amigo o esa joven'.

Entonces Kaschkasch se volvió hacia la cama en que ambos jóvenes dormían tranquilos y desnudos, y al verlos, fue tal su emoción, que se agarró con la mano izquierda la herramienta que se le erguía por encima de la cabeza, y se puso a bailar, cogido con la mano derecha al triple rabo ahorquillado.

Después de lo cual dijo a Maimuna y a Dahnasch: '¡Por Alah! Bien mirado, me parecen iguales en belleza y diferentes sólo en el sexo. ¡Pero de todos modos, sé de un medio, único que puede dirimir la contienda!'

Ellos dijeron: '¡Date prisa a comunicárnoslo!' El contestó: '¡Dejadme primero cantar algo en honor a esa joven, que me alborota en extremo!'

Maimuna dijo: '¡Poco tiempo hay para eso! ¡Como no quieras decirnos versos acerca de ese hermoso adolescente!'

Y Kaschkasch dijo: '¡Acaso resulte algo extraordinario!'

Ella contestó: '¡Canta de todas maneras, siempre que los versos sean bien medidos y breves!' Entonces Kaschkasch cantó estos versos oscuros y complicados:

¡Adolescente, me recuerdas que al consagrarte a un amor único, el cuidado y la zozobra ahogarían el fervor! ¡Sé prudente, corazón mío!

¡Gusta el azúcar de los besos en el labio virginal; pero para que el porvenir sea propicio, no dejes que se enmohezca la puerta de salida! ¡El sabor a sal es delicioso en los labios menos fáciles!

Entonces Maimuna dijo: 'No quiero tratar de entender. ¡Pero dinos pronto el medio para saber quién acierta!' Y el efrit Kaschkasch dijo: 'Mi opinión es que el único medio que se ha de emplear consiste en despertarlos sucesivamente, mientras nosotros tres permanecemos invisibles. ¡Y acordemos que aquel de los dos que manifieste amor más ardiente hacia el otro y demuestre más pasión en sus ademanes y actitud, será ciertamente el menos hermoso, pues se reconocerá subyugado por los encantos de su compañero!'

Oídas estas palabras del efrit Kaschkasch...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

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viernes, 6 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima octogésima noche

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"Y cuando llegó la 180ª noche

Ella dijo:

Así habló el efrit Dahnasch, hijo del rápido Schamhurasch.

Cuando la joven efrita Maimuna hubo oído esta historia, en vez de contestar, se rió burlonamente, dio un aletazo en el vientre al efrit, y escupiéndole en la cara, le dijo: '¡Qué estúpido estás con tu muchacha meona! ¡Y verdaderamente me pregunto cómo te has atrevido a hablarme de ella, cuando debes saber que no podría soportar por un momento la comparación con el hermoso adolescente a quien amo!'

Y el efrit exclamó, limpiándose la cara: '¡Pero ¡oh mi señora! ignoro en absoluto la existencia de tu joven amigo, y con perdón tuyo, no deseo más que verlo, aunque me cuesta mucho trabajo creer que pueda igualar a la hermosura de mi princesa!'

Entonces Maimuna le gritó: '¿Quieres callar, maldito? ¡Te repito que mi amigo es tan hermoso, que si le vieras, aunque fuese en sueños, te daría un ataque de epilepsia y babearías como un camello!'

Y Dahnasch preguntó: 'Pero ¿donde está y quién puede ser?' Maimuna dijo: '¡Oh bribón! sabe que está en el mismo caso que tu princesa, y le han encerrado en la torre vieja a cuyo pie tengo mi morada subterránea. Pero no te forjes la ilusión de que vas a verle sin mí, pues ya conozco tus torpezas, y no te confiaría ni siquiera la custodia del culo de un santón. ¡No obstante, me avengo a consentir en enseñártelo, para saber tu parecer, advirtiéndote que como tengas la audacia de mentir, hablando contra la realidad de lo que vas a ver, te arranco los ojos y te convierto en el más mísero de los genios! ¡Además, me pagarás una buena apuesta si mi amigo resulta más bello que tu princesa; y para ser justa, me comprometo a pagar yo en el caso contrario!'

Y Dahnasch exclamó: '¡Acepto la condición! ¡Ven, pues, conmigo a ver a El-Sett Budur al país de su padre el rey Ghayur!' Pero Maimuna dijo: '¡Acabaremos más pronto yendo a la torre, que está ahí a nuestros pies, para empezar por juzgar la hermosura de mi amigo, y luego compararemos!'

Entonces Dahnasch respondió: '¡Escucho y obedezco!' Y ambos bajaron en línea recta desde lo alto de los aires hasta la techumbre de la torre, y penetraron por la ventana en el aposento de Kamaralzamán. Entonces Maimuna dijo al efrit Dahnasch: '¡No te muevas! ¡Y sobre todo, sé correcto!' Después se acercó al joven dormido, y levantó la sábana que en aquel momento le cubría. Y se volvió hacia Dahnasch y le dijo: 'Mira, ¡oh maldito! ¡Y ten cuidado con no caerte todo lo largo que eres!'

Y Dahnasch alargó la cabeza, y retrocedió estupefacto; luego estiró de nuevo el cuello, e inspeccionó largo rato la cara y el cuerpo del hermoso joven, al cabo de lo cual movió la cabeza y dijo: '¡Oh mi señora Maimuna! ¡Ya veo que tienes mucha disculpa al pensar que tu amigo es de belleza incomparable, pues en verdad que nunca he visto tantas perfecciones en un cuerpo de adolescente, y eso que sabes que conozco a los más bellos de los hijos de los hombres; pero, ¡oh Maimuna! el molde que le fabricó no se ha roto sin producir antes una muestra femenil, que es precisamente la princesa Budur!'

Al oír estas palabras, Maimuna se lanzó sobre Dahnasch y le dio un aletazo en la cabeza, que le rompió un cuerno, y le gritó: '¡Oh tú, el más vil de los genios! Ve inmediatamente al palacio de Sett Budur, en ese país del rey Ghayur, y trae a la princesa desde allá hasta aquí, pues no quiero molestarme en acompañarte a casa de esa chiquilla; en cuanto la hayas traído, la acostaremos al lado de mi joven amigo, y compararemos con nuestros propios ojos. ¡Y vuelve pronto, Dahnasch, o te despedazo el cuerpo y te echo como pasto a las hienas y a los cuervos!' Entonces el efrit Dahnasch recogió el cuerno del suelo y se marchó con aire lamentable, rascándose el trasero. Después atravesó el espacio como una saeta, y no tardó en volver, pasada una hora, con su carga a cuestas.

Y la princesa, dormida en hombros de Dahnasch, no tenía puesta más que la camisa, y su cuerpo palpitaba en su blancura. Y en las amplias mangas de la camisa estaban bordados estos versos que se entrelazaban agradablemente:

¡Tres cosas le impiden otorgar a los humanos una mirada que diga 'Sí': el temor a lo desconocido, el horror a lo conocido, y su hermosura!

Entonces Maimuna dijo a Dahnasch: '¡Me parece que debiste entretenerte por el camino con esta joven, pues te has retrasado, y a un buen efrit no le hace falta gastar una hora en ir del país de Khaledán a lo último de la China y volver por el camino más derecho! ¡Bueno! ¡Apresúrate a tender a esa muchacha al lado de mi amigo para que hagamos nuestro examen!'

Y el efrit Dahnasch, con infinitas precauciones, colocó suavemente en la cama a la princesa, y le quitó la camisa.

Verdaderamente, la princesa era muy bella y tal como la había descrito el efrit Dahnasch. Y Maimuna pudo observar que el parecido entre los dos jóvenes era tan perfecto, que se los hubiera tomado por dos gemelos, y solamente diferían en el centro; pero tenían la misma cara de luna, la misma cintura delicada y las mismas nalgas redondas y llenas de opulencia; y también pudo darse cuenta de que si la joven carecía en el centro de lo que adornaba al adolescente, lo sustituía ventajosamente con dos breves pechos maravillosos que denotaban su sexo suculento.

Dijo, pues, a Dahnasch: 'Veo que se puede vacilar un momento acerca de la preferencia debido a una u otra de nuestros amigos. ¡Pero hay que ser ciego o insensato como tú, para no reconocer que entre dos jóvenes de igual belleza, siendo uno varón y otra hembra, el varón es superior a la hembra! ¿Qué dices a eso, maldito?' Pero Dahnasch contestó: '¡Por mi parte, sé lo que sé, y veo lo que veo, y el tiempo no me haría creer lo contrario de lo que mis ojos han visto! Pero ¡oh mi señora! ¡Si tuvieras empeño en que mintiese, mentiría para darte gusto!'

Cuando la efrita Maimuna oyó estas palabras, se echó a reír, y comprendiendo que no podría nunca ponerse de acuerdo con el testarudo Dahnasch sólo por medio de un examen, le dijo: '¡Acaso haya un medio de averiguar cuál de nosotros dos tiene razón, y es recurrir a nuestra inspiración! ¡El que diga los mejores versos en loor de su preferido, será quien esté en lo cierto! ¿Estás conforme? ¿O no eres capaz de esa habilidad, propia sólo de los seres delicados?'

Pero el efrit Dahnasch exclamó: '¡Eso es precisamente, señora mía, lo que quería proponerte! Pues mi padre Schamburasch me enseñó las reglas de la construcción poética y el arte de los versos ligeros de ritmo perfecto. Pero sea tuya la prioridad, ¡oh encantadora Maimuna!'

Entonces Maimuna se acercó a Kamaralzamán dormido, e inclinándose hacia sus labios, se los besó suavemente; después le acarició la frente, y con la mano en su cabellera, dijo, mirándole:

¡Oh cuerpo claro, al que las ramas han dado su flexibilidad y los jazmines su fragancia! ¿Qué cuerpo de virgen vale lo que tu olor?

Ojos en que el diamante puso su luz y la noche sus estrellas, ¿qué, ojos de mujer alcanzarán tu fuego?

Beso de tu boca, más dulce que la miel aromática, ¿qué beso femenil lograría tu frescura?

¡Oh! ¡Acariciar tu cabellera y estremecerme con toda mi carne sobre tu carne, y luego ver salir las estrellas en tus ojos!

Cuando el efrit Dahnasch oyó estos versos de Maimuna, se extasió hasta el límite del éxtasis, y después se convulsionó hasta el límite de la convulsión, tanto por rendir homenaje al talento de la efrita como para expresar la emoción que le habían causado ritmos tan afinados; pero no tardó en acercarse a su vez a su amiga Budur, para inclinarse hacia sus pechos desnudos y depositar en ellos una caricia; e inspirado por sus encantos, dijo mirándola:

¡Los arrayanes de Damasco!, ¡Oh joven! ¡Me exaltan el alma cuando sonríen, pero tu belleza...!

¡Las rosas de Bagdad, alimentadas con claror de luna y rocío, me embriagan el alma cuando sonríen; pero tus labios desnudos...!

¡Cuando sonríen tus labios desnudos y tu belleza florida, ¡Oh amada mía! me vuelven loco! ¡Y desaparece todo lo demás!

No bien Maimuna oyó oda tan deliciosa, sorprendióse en gran manera al encontrar...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: Las centésima octogésima primera-segunda (181ª-182ª) noches...

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