jueves, 9 de octubre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La quincuagésima cuarta noche

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Pero cuando llegó la 54ª noche

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡Oh rey afortunado! que Daul'makán notó que penetraba en él un gran alivio y que le vivificaba como brisa deliciosa. Y pudo levantar algo la cabeza y apoyarse en los almohadones. Al verlo, se sintió feliz el encargado del hammam, y exclamó: ‘¡Loor a Alah por la vuelta de la salud! ¡Oh Señor! ¡Pido a tu infinita misericordia que concedas la curación a este joven por mediación mía!’

Y durante tres días, aquel hombre estuvo haciendo votos por su curación, y le daba a beber tisanas refrescantes y agua de rosas, prodigándole grandes cuidados. Y las fuerzas empezaron a circular poco a poco por el cuerpo del enfermo. Y al fin pudo abrir los ojos a la luz y respirar sin ningún agobio. Precisamente en el instante en que se sentía mejor, entró el encargado del hamman, y lo encontró sentado en la cama, muy animado, y le dijo: ‘¿Qué tal estás, hijo mío?’ Y Daul'makán le contestó: ‘Me siento con fuerzas y con buena salud’. Y el encargado del hammam dio gracias a Alah, corrió al zoco, compró diez pollos, los mejores del zoco, y se los llevó a su mujer, y le dijo: ‘¡Oh hija de mi tío! he aquí diez pollos que te traigo. Hay que matar dos cada día, uno por la mañana y otro por la noche, para servírselos a nuestro enfermo’.

Y en seguida la mujer del encargado del hamman mató un pollo; lo puso a cocer, y se lo llevó al joven, haciendo que bebiese el caldo. Y cuando hubo acabado, le presentó agua caliente para lavarse las manos. Después descansó tranquilamente reclinado en los almohadones, habiéndole tapado bien para que no se enfriara. Y así se durmió hasta la mitad de la tarde.

Entonces la mujer del encargado del hammam se puso a cocer el segundo pollo, se lo llevó después de haberlo trinchado, y le dijo: ‘¡Come, hijo mío! ¡Y que te haga buen provecho y te devuelva la salud!’ Y mientras comía, entró el encargado del hammam, y vio cuán perfectamente seguía su mujer sus instrucciones. Y se sentó a la cabecera de la cama, y dijo al joven: ‘¿Cómo te encuentras, hijo mío?’ Y él contestó: ‘¡Gracias a Alah, me siento con fuerzas y con buena salud! Y ¡ojala te recompense Alah por tus beneficios!’ Y el encargado del hammam, al oír estas palabras, sintió una gran alegría. Y se fue al zoco, y trajo jarabe de violetas y agua de rosas, y se los hizo beber.

Ahora bien; aquel hombre sólo ganaba cinco dracmas diarios en el hammam. Y de esos cinco dracmas dedicaba dos a Daul'makán para comprar pollos, azúcar, agua de rosas y jarabe de violetas. Y así siguió, gastando de esta manera, durante un mes entero, al cabo del cual Daul'makán recuperó completamente las fuerzas, habiendo desaparecido todo rastro de enfermedad.

Entonces el encargado y su esposa se alegraron mucho. Y el encargado dijo a Daulmakán: ‘¡Hijo mío! ¿Quieres venir conmigo al hammam para tomar un baño, que te sentará muy bien después de tanto tiempo?’ Y Daul'makán dijo: ‘Ciertamente que sí’. Y el encargado fue al zoco, y volvió con un burrero y un asno; hizo montar a Daul'makán en el borrico, y durante todo el camino hasta el hammam fue a su lado, sosteniéndole con mucho cuidado. Y lo hizo entrar en el hammam, y mientras Daul'makán se desnudaba, el encargado fue al zoco para comprar todas las cosas necesarias para el baño, y cuando volvió dijo: ‘¡En el nombre de Alah!''

Y empezó a frotarle el cuerpo a Daul'makán, empezando por los pies. Y entonces entró el amasador del hammam, y quedó confuso al verle desempeñar sus funciones, y se disculpó por el retraso con que había llegado.

Pero el encargado le dijo: ‘¡Oh compañero! tengo mucho gusto en hacerte un favor y en servir a este joven, que es mi huésped!’ Entonces el amasador mandó llamar al barbero y al depilador, y se pusieron a afeitar y a depilar a Daul'makán; y después le lavaron, sin escatimar el agua. Y el encargado le hizo subir a una tarima, le puso una buena camisa, un ropón de los suyos, un turbante muy lindo, y le ajustó la cintura con un cinturón muy hermoso, de lana de colores. Y así lo volvió a llevar a su casa en el borrico.

Precisamente su mujer lo había preparado todo para recibirle, y la casa estaba lavada por completo, las esteras bien limpias, lo mismo que la alfombra y los almohadones. Y el encargado hizo que se acostase Daul'makán, y le dio un sorbete con azúcar y agua de rosas; y luego le presentó uno de los pollos consabidos, habiéndole trinchado los mejores pedazos.

Y Daul'makán dio las gracias a Alah por el restablecimiento de su salud y le dijo al encargado: ‘¡Cuán grande es mi agradecimiento por tus buenas acciones y cuidados!’ Pero el encargado repuso: ‘¡Déjate de eso, hijo mío! Lo único que te ruego es que me digas cuál es tu nombre, pues al ver tus modales se adivina que eres persona de distinción’. Y Daul'makán le dijo: ‘Dime primeramente cómo y dónde me has encontrado, para que luego te cuente mi aventura’.

Entonces el encargado del hammam dijo a Daul'makán: ‘Sabe que te encontré abandonado sobre un montón de leña delante de la puerta del hammam, una mañana que iba a mi obligación. Y no he sabido quién te había dejado allí, y te recogí en mi casa. Eso es todo’.

Al oír estas palabras, Daul'makán exclamó: ‘¡Loor a Aquel que devuelve la vida a las osamentas sin vida! Y tú padre, padre mío, sabe ahora que no has favorecido a un ingrato, y espero que en breve tendrás la prueba de ello. Pero te ruego que me digas en qué país estoy’. Y el encargado dijo: ‘Estás en la ciudad santa de Jerusalén’. Y Daul'makán hubo de lamentar amargamente lo lejos que se encontraba, y sobre todo, al verse separado de su hermana Nozhatú. Y no pudo dejar de llorar. Después contó su aventura al encargado, pero sin revelarle lo noble de su nacimiento. Y recitó estas estrofas:

Me han echado sobre los hombros una carga que no puedo llevar, y su peso me agobia y me ahoga.

Y digo a la amiga, causa de mi dolor, a aquella que es toda mi alma: ‘¡Oh mi señora! ¿No podrías tener un poco de paciencia para demorar la separación irremediable? Y ella me dice: ‘¿Qué hablas ahí de paciencia? ¡La paciencia no entra en mis costumbres!’

Entonces el encargado le dijo: ‘No llores más, hijo mío, y da gracias a Alah por tu curación’.

Y Daul'makán preguntó: ‘¿Qué distancia nos separa de Damasco?’ Y cuando le hubieron dicho que seis días de viaje, mostró sus grandes deseos de marchar. Pero el encargado le dijo: ‘¡Oh joven! ¿Cómo he de dejar que vayas solo a Damasco teniendo tan poca edad? Sí persistes te acompañaré, y veremos si también nos acompaña mi mujer. Y de ese modo viviremos todos en Damasco, el país de Scham, cuyas aguas y frutas ponderan tanto los viajeros’.

Por lo que, dirigiéndose a su esposa, le dijo: ‘¡Oh hija de mi tío! ¿Quieres acompañarme a esa deliciosa ciudad de Damasco, el país de Scham, o prefieres quedarte aquí y aguardar mi regreso? Porque necesito acompañar a nuestro huésped, ya que me duele mucho separarme de él, y siendo tan joven como es, no puedo dejar que vaya solo, y por caminos que desconoce, a una ciudad muy aficionada, según se dice, a la corrupción y a los excesos’.

Y la mujer del encargado dijo: ‘Os acompañaré muy gustosa’. Y el encargado se alegró mucho, y dijo: ‘¡Loado sea Alah, que nos pone de acuerdo!, ¡Oh hija de mi tío!’ Y reunió los efectos y muebles de la casa, como esterillas, almohadas, cacerolas, calderos, morteros, bandejas y colchones, y lo llevó al zoco de los pregoneros, y los subastó. Y de todo sacó cincuenta dracmas, que empezó a gastar alquilando un borrico para el viaje.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La quincuagésima quinta noche

Saludos
Valram

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