viernes, 28 de noviembre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima quinta noche

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Y cuando llegó la 105ª noche

Ella dijo:

Y cayó sin conocimiento. Entonces acudieron el visir y los emires, y le hicieron aire con los ropones. Y Daul'makán acabó por volver en sí, y exclamó: ‘¡Oh mi hermano Scharkán! ¡Oh el más grande de los héroes! ¿Qué maldito demonio te ha puesto en este irremediable estado?’ Y se echó a llorar, y con él lloraban también el visir, los emires y el gran chambelán.

De pronto, el visir Dandán vio la carta, se apoderó de ella, y la leyó al rey delante de todos los presentes. Y dijo: ‘¡Oh rey! ¡He aquí explicada la repulsión que sentía ante ese asceta maldito!’

Y entonces el rey, sin dejar de llorar, exclamó: ‘¡Por Alah! que he de coger a esa vieja, y con mis propias manos le anegaré la vagina con plomo derretido, y he de clavarle en el trasero un poste afilado. ¡Después la arrastraré por los pelos y la clavaré viva en la puerta principal de Constantinia!’

En seguida dispuso unos grandes funerales en memoria de su hermano Scharkán. Y la comitiva le siguió llorando con todas las lágrimas de sus ojos, y fueron a sepultarlo al pie de una colina, bajo una gran cúpula de mármol y de oro.

Después, durante largos días, siguió llorando, y tanto lloró, que llegó a ser la sombra de sí mismo. Y el visir Dandán, reprimiendo su propio dolor, fue a buscarle, y le dijo: ‘¡Oh rey! procúrate un bálsamo para tu dolor y sécate los ojos. ¿No sabes que tu hermano está entre las manos del Justo Remunerador? Y además, ¿de qué sirve todo ese duelo por lo que es irreparable, y cuando toda cosa está escrita para suceder a su tiempo? Levántate, ¡oh rey! y coge de nuevo tus armas; y pensemos en apresurar el sitio de esta ciudad de infieles. ¡Será el mejor medio de vengarnos!’

Y mientras el visir animaba de este modo al rey, llegó un correo de Bagdad portador de una carta de Nozhatú a su hermano Daul'makán. Y esta carta decía en concreto lo siguiente:

‘Te anuncio, ¡oh hermano mío! la buena nueva.

‘Tu esposa, la joven esclava que dejaste preñada, acaba de parir con salud un niño varón, tan luminoso como la luna en el mes de Ramadán. Y me ha parecido muy bien llamarme Kanmakán (el que fue lo que fue).

‘Ahora bien; los sabios y los astrónomos predicen que este niño realizará cosas memorables, por los muchos prodigios y maravillas que han acompañado a su nacimiento.’ Con este motivo no he dejado de rezar y hacer votos en todas las mezquitas por ti, por el niño y por tu triunfo contra los enemigos. ‘Te anuncio asimismo que gozamos de completa salud, especialmente tu amigo el encargado del hammam, que está en el límite de la satisfacción y la paz, y desea ardientemente, como nosotros, tener noticias tuyas.

‘Aquí este año las lluvias han sido abundantes, y las cosechas se anuncian como excelentes. ‘¡Y que la paz y la seguridad sean contigo y a tu alrededor!’

Cuando Daul'makán hubo leído esta carta, respiró ampliamente, y exclamó: ‘Ahora, ¡oh visir! que Alah me ha favorecido- con mi hijo Kanmakán, mi duelo se atenúa y mi corazón vuelve a empezar a vivir. Así es que tenemos que pensar en celebrar dignamente el término de este luto, según nuestras costumbres’. Y el visir dijo: ‘La idea es muy justa’. Y mandó levantar tiendas alrededor de la tumba de Scharkán, y en ellas se colocaron los lectores del Corán y los imanes. Se inmoló un gran número de carneros y de camellos, y su carne se repartió entre los soldados. Y se pasaron aquella noche rezando y recitando el Corán.

Pero por la mañana, Daul'makán avanzó hacia la tumba del príncipe Scharkán, tapizada con telas preciosas de Persia y Cachemira, y ante todo el ejército...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y discretamente se calló hasta el otro día.”

Continuará: La centésima sexta noche

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Valram

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Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima cuarta noche

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Y cuando llegó la 104ª noche

Ella dijo:

Cuando Scharkán estuvo completamente sumido en el sueño, la horrible vieja, que le acechaba como una loba feroz, o como una víbora de las peores, se puso de pie, se deslizó traidoramente hasta cerca de la cabecera, y sacó de entre las ropas un puñal emponzoñado con un veneno tan terrible, que sólo con ponerlo sobre el granito lo habría derretido. Y levantó el puñal con su mano calamitosa, y descargándolo bruscamente contra el cuello de Scharkán, le separó la cabeza del tronco. Y así murió, por la fuerza de la fatalidad y por las maquinaciones de Eblis, encarnado en aquella maldita vieja, el que fue el campeón de los musulmanes, el incomparable héroe Scharkán, hijo de Omar Al-Nemán.

Y satisfecha su venganza, la vieja dejó junto a la cabeza cortada una carta que decía:

‘Esta carta es de la noble Schauahi, la cual, a causa de sus hazañas, es conocida con el nombre de Madre de todas las Calamidades, y va dirigida a los musulmanes que se hallan ahora en el país de los cristianos.

‘Sabed, ¡oh todos vosotros! que yo y nadie más que yo tuvo la alegría de suprimir en otro tiempo a vuestro rey Omar Al-Nemán, en medio de su palacio. Y yo soy la que ha causado vuestra derrota y vuestro exterminio en el valle del monasterio. Yo soy la que con su propia mano ha cortado la cabeza a vuestro jefe Scharkán. ¡Y espero que, con la ayuda del cielo, cortaré también la cabeza a vuestro rey y a su visir Dandán!

‘Reflexionad ahora vosotros si os conviene permanecer más en nuestro país o regresar al vuestro. ¡Sabed que no lograréis jamás vuestros fines, pues por mi brazo y mis estratagemas, y gracias a Cristo, nuestro Señor, pereceréis hasta el último, al pie de los muros de Constantinia!’

Y habiendo dejado esta carta, se deslizó fuera de la tienda y marchó a Constantinia para enterar a los cristianos relatándoles sus fechorías. Después fue a la iglesia, y se puso a rezar y llorar por la muerte del rey Afridonios, y dio las gracias al diablo por la muerte del príncipe Scharkán.

Pero he aquí que a la misma hora en que se cometía el asesinato del príncipe, el visir Dandán, no pudiendo dormir y sintiéndose inquieto, como si todo el mundo se desplomase sobre él, se decidió a levantarse de la cama y a salir de su tienda. Y mientras se paseaba, vio al asceta que se alejaba rápidamente del campamento. Y entonces pensó: ‘El príncipe estará solo; voy a velar junto a él si duerme, o a hablar con él si está despierto’.

Y cuando llegó a la tienda, lo primero que vio fue un gran charco de sangre en el suelo, y después, en el lecho, el cuerpo y la cabeza de Scharkán asesinado.

Y lanzó un grito tan terrible, que despertó a todos, y puso en pie a todo el campamento, y a todo el ejército, y también al rey Daul'makán, que acudió inmediatamente a la tienda. Y al ver al visir Dandán que lloraba junto al cuerpo sin vida de su hermano, exclamó: ‘¡Ya Alah!’ Y cayó sin conocimiento...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La centésima quinta noche

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