lunes, 2 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima quinta noche

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"Pero cuando llegó la 205ª noche

Ella dijo:

'...y te daré de beber un poco de agua de rosas mezclada con jugo de otras flores'.

Kamaralzamán contestó: 'Tenemos que marcharnos mañana, ¡oh Budur!, a mi país, cuyo rey, mi padre está enfermo. ¡Acaba de aparecérseme en sueños, y me aguarda allá llorando!'

Budur contestó: '¡Escucho y obedezco!' Y aunque todavía era de noche, se levantó enseguida y fue en busca de su padre, el rey Ghayur, que estaba en el harem, y a quien con el eunuco mandó recado de que tenía que hablarle.

El rey Ghayur, al ver aparecer la cabeza del eunuco a aquellas horas, se quedó estupefacto, y le dijo: '¿Qué desastre vienes a anunciarme, ¡oh cara de alquitrán!?'

El eunuco contestó: '¡La princesa Budur desea hablar contigo!' El contestó: 'Aguarda que me ponga el turbante'. Después de lo cual salió, y dijo a Budur: 'Hija mía, ¿qué clase de pimienta has tragado para estar en movimiento a estas horas?'

Ella contestó: '¡Oh padre mío! ¡Vengo a pedirte permiso para salir al amanecer hacia el país de Khaledán, reino del padre de mi esposo Kamaralzamán!' El rey dijo: '¡No me opongo, con tal de que vuelvas pasado un año!' Ella dijo: '¡Sí, por cierto!' Y dio las gracias a su padre por el permiso besándole la mano, y llamó a Kamaralzamán, que también le dio las gracias.

Y al amanecer del día siguiente estaban hechos los preparativos, enjaezados los caballos y cargados los dromedarios y camellos. Entonces el rey Ghayur se despidió de su hija Budur y la recomendó mucho a su esposo, y les regaló numerosos presentes de oro y diamantes y los acompañó durante algún tiempo. Tras de lo cual regresó a la ciudad, no sin haberles encargado, llorando, que se cuidaran mucho, y les dejó seguir su camino.

Entonces Kamaralzamán y Sett-Budur, después del llanto de la despedida, no pensaron más que en la alegría de ver al rey Schahramán. Y viajaron el primer día, y el segundo y el tercero, y así sucesivamente hasta el día trigésimo. Llegaron entonces a un prado muy agradable, que les gustó hasta el punto de que mandaron armar el campamento allí para descansar un día o dos. Y no bien estuvo dispuesta y armada junto a una palmera la tienda de Sett-Budur, cansada ésta entró en seguida en ella, tomó un bocado y no tardó en dormirse.

Cuando Kamaralzamán acabó de dar órdenes y de mandar armar las otras tiendas mucho más lejos, para que él y Budur pudieran disfrutar del silencio y la soledad, penetró a su vez en la tienda, y vio dormida a su joven esposa. Y al verla se acordó de la primera noche milagrosa pasada con ella en la torre.

Porque en aquel momento Sett-Budur aparecía tendida en la alfombra de la tienda, colocada la cabeza en un almohadón de seda escarlata. No tenía encima más que una camisa de color claro, de gasa fina, y el ancho calzón de tela de Mosul. Y de cuando en cuando la brisa entreabría hasta el ombligo la ligera camisa; y todo el hermoso vientre surgía blanco como la nieve, ostentando en los sitios delicados hoyuelos y lo bastante anchos para contener cada uno una onza de nuez moscada.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima sexta noche...

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Saludos
Valram

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