lunes, 30 de noviembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima septuagésima novena noche

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Y cuando llegó la 479ª noche

Ella dijo:

' Y esto en cuanto a Juder!

Respecto de sus hermanos, no bien se despertaron a la mañana siguiente, entraron en el aposento de su madre, que no se había enterado de nada, y le dijeron: ‘¡Oh madre nuestra, todavía no se ha despertado Juder!’ Ella dijo: ‘¡Podéis ir a despertarle!’

Ellos contestaron: ‘¿Dónde se acostó?’ Ella dijo: ‘¡En la estancia de los invitados!’

Ellos añadieron: ‘¡No hay nadie en esa estancia! ¡Acaso se haya marchado anoche con esos marineros! Porque ¡oh madre nuestra! nuestro hermano Juder les tomó gusto a los viajes lejanos. Y además, le oímos hablar con esos extranjeros que le decían: ‘¡Te llevaremos con nosotros y abrirás los tesoros ocultos de que tenemos noticia!’ Ella dijo: ‘¡Es probable, entonces, que se haya marchado sin avisarnos! ¡Podemos estar tranquilos por él, pues Alah sabrá llevarle por el buen camino, y como nació afortunado y el Destino le favorece, pronto volverá a nosotros con inmensas riquezas!’

Luego, como a pesar de todo, se echó a llorar. Entonces ellos exclamaron: ‘¡Oh maldita malvada, cómo quieres a Juder! ¡En cambio, si nos ausentáramos o regresáramos nosotros, que también somos tus hijos, ni te afligirías ni te alegrarías! ¿Es que no somos tan hijos tuyos como Juder?’ Ella contestó: ‘¡También sois hijos míos; pero sois dos miserables, dos infames! ¡Desde el día en que murió vuestro padre, no me hicisteis ningún bien, y ni un día dichoso me disteis ni tuvisteis por mí el menor cuidado! Juder por el contrario, fue muy bondadoso conmigo; me ha complacido siempre de buena gana y me ha guardado respeto y me ha tratado con generosidad. ¡Así es que bien merece que llore por él, pues disfruté de sus beneficios y también disfrutasteis vosotros!’

Al oír hablar con semejante lenguaje a su pobre madre, los dos miserables empezaron a injuriarla y a pegarla; luego entraron en la otra habitación y buscaron por todas partes el saco encantado y el saco de las cosas preciosas; y acabaron por dar con ellos y los cogieron, sacando del segundo todo el oro que había en uno de sus bolsos, y todas las joyas y pedrerías que se encontraban en el otro bolso; y dijeron: ‘¡Esta es la fortuna de nuestro padre!’ Pero la madre exclamó: ‘¡No, por Alah! ¡Es la fortuna de vuestro hermano Juder, que la trajo del país de los moghrabines!’ Entonces le dijeron ellos: ‘¡Mientes! ¡Es la fortuna de nuestro padre! ¡Y tenemos derecho a usar de ella a nuestro antojo!’ Y al punto se dispusieron a repartirla entre los dos. Pero no lograron ponerse de acuerdo acerca de la posesión del saco encantado porque decía Salem: ‘¡Me lo llevo yo!’ y decía Salim: ‘¡Me lo llevo yo!’ y surgió entre ellos la disputa y la querella.

A la sazón hubo de decirles su madre: ‘¡Oh hijos míos! ya os repartisteis el saco del oro y las joyas; pero este otro saco no puede repartirse ni cortarse, pues se rompería su encanto y perdería sus virtudes. Lo mejor es que me lo dejéis; y todos los días sacaré de él los manjares que deseéis y tantas veces como lo deseéis. Y por lo que a mí afecta, os prometo contentarme con un pedazo de pan o con lo que me dejéis vosotros. Y si además quisierais darme lo indispensable, como vestidos, será por una generosidad de parte vuestra y no por obligación. ¡De tal modo cada uno de vosotros podrá dedicarse sin contratiempos a ejercer el comercio que le parezca! No me olvido de que ambos sois hijos míos y de que yo soy vuestra madre. ¡Permanezcamos unidos y pongámonos de acuerdo, para que cuando regrese vuestro hermano no tengáis que reprocharos nada ni avergonzaros frente a él de vuestras acciones!’

Pero no quisieron aceptar sus consejos, y se pasaron la noche disputando a voces y regañando tan fuerte, que un alguacil del rey, que estaba invitado en la casa contigua, oyó lo que decían y comprendió al dedillo el motivo del litigio. Así es que por la mañana se apresuró a ir a palacio, pidiendo que le concediera audiencia el rey de Egipto, que se llamaba Schams Al-Daula, y le contó cuanto había oído. Y enseguida envió el rey a buscar a los dos hermanos de Juder y les hizo sufrir tortura hasta que hicieron declaraciones completas. Entonces el rey les quitó los dos sacos, y los arrojó a ellos en un calabozo. Tras de lo cual señaló a la madre de Juder una pensión suficiente para sus necesidades cotidianas.

¡Y esto en cuanto a todos ellos!

¡Pero volvamos a Juder! Cuando ya hacía un año que estaba de esclavo en el navío perteneciente al capitán mayor de Suez, se levantó una tempestad que puso en peligro el navío, y lo desamparó y lo arrojó contra una costa escarpada, de modo que se estrelló el barco y se ahogaron todos los que en él iban, excepto Juder, que pudo ganar a nado la orilla. Y logró adentrarse por tierra; y de tal suerte llegó a un campamento de beduinos nómades, que le interrogaron acerca de su estado y le preguntaron si era marino. Y les contó que, efectivamente era marino a bordo de un navío que había naufragado; y les dio detalles de su historia.

Y he aquí que en el campamento había un mercader oriundo de Jedda, que sintió compasión por Juder, y le dijo: ‘¿Quieres entrar a mi servicio, ¡oh egipcio!? Y te daré ropa y te llevaré conmigo a Jedda’ Y Juder consintió entrar a su servicio y partió con él y llegó a Jedda, donde el mercader le trató generosamente y le colmó de beneficios.

Algún tiempo después el mercader fue en peregrinación a la Meca y le llevó también consigo.

Cuando llegaron a la Meca...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.”

Continuará: La cuadringentésima octogésima noche

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Valram

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