martes, 31 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima trigésima cuarta noche

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"Y cuando llegó la 234ª noche

Ella dijo:

...¡Ven amigo dócil, a trabajar conmigo para dejar en paz la conciencia de nuestros acusadores!

Y Sett-Budur se levantó velozmente, y lo arrastró hacia los anchos colchones tendidos en la alfombra, mientras él trataba de defenderse algo y meneaba la cabeza con aspecto resignado, suspirando: '¡No hay recurso más que en Alah! ¡Todo ocurre por orden suya!' Y como Sett-Budur le hostigaba impacientemente para que se diera prisa, se quitó los anchos calzones bombachas, después el calzón de hilo; y se vio derribado de pronto encima de los colchones por el rey, que se tendió junto a él y le cogió en brazos!'

Y le echó las dos piernas alrededor de los muslos, y le dijo: '¡Oh, dame la mano, pónmela entre los muslos para despertar a este niño y obligarlo a levantarse, porque lleva mucho tiempo dormido!' Y Kamaralzamán, algo cortado, le dijo: '¡No me atrevo!' El rey le dijo: '¡Voy a ayudarte!' Y le cogió la mano y se la paseó por entre los muslos.

Entonces Kamaralzamán notó que el contacto con los muslos del rey era muy delicioso, y más dulce que el tocar manteca, y más suave que el tocar seda. Y aquello le agradó mucho, y le incitó a explorar solo lo de arriba y lo de abajo, hasta que su mano llegó a una cúpula que encontró muy movediza y verdaderamente llena de bendición. Pero por más que buscó por todas partes, no pudo encontrar el alminar. Y dijo para sí: '¡Oh Alah, qué misteriosas son tus obras! ¿Cómo podrá haber una cúpula sin alminar? Después pensó: 'Es probable que este rey encantador no sea hombre ni mujer, sino un eunuco blanco. ¡Eso resultaría mucho menos interesante!' Y le dijo al rey: '¡Oh, rey, no sé, pero no encuentro al niño!'

Al oír estas palabras, a Sett-Budur le dió tal acceso de risa, que le faltó poco para desmayarse...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer mañana, y discreta como siempre, se calló."

Continuará: La ducentésima trigésima quinta noche...

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Saludos
Valram

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