viernes, 14 de mayo de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima cuadragésima cuarta noche

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Y cuando llegó la 644ª noche

Ella dijo:

‘...Y llegaron al palacio, y sin hacer ruido, penetraron en él por la puerta secreta, y llegaron a los aposentos reservados.

Entonces el califa mandó que echaran a Abul-Hassán en su propio lecho, como la primera vez, e hizo que le vistieran de la misma manera. Y dio las mismas órdenes que antes, y recomendó a Massrur que fuera a despertarle por la mañana temprano, antes de la hora de la plegaria. Y fue a acostarse en una habitación vecina.

Al día siguiente, a la hora indicada, cuando le despertó Massrur, el califa marchó a la habitación en que todavía estaba aletargado Abul-Hassán, e hizo ir a su presencia a todas las jóvenes que la vez primera se hallaban en las diferentes salas por donde pasó Abul-Hassán, así como a todas las músicas y cantarinas. Y las hizo ponerse en orden, y les dio instrucciones. Luego, tras de hacer aspirar un poco de vinagre a Abul-Hassán, que al punto estornudó, echando por la nariz alguna mucosidad, se escondió detrás de la cortina y dio la señal convenida.

Inmediatamente las cantarinas mezclaron a coro sus voces deliciosas al son de arpas, de flautas y de oboes, y dejaron oír un concierto comparable al concierto de los ángeles en el paraíso. Y en aquel momento salió Abul-Hassán de su letargo, y antes de abrir los ojos oyó aquella música llena de armonía, que acabó de despertarle. Y abrió entonces los ojos y se vio rodeado por las veintiocho jóvenes que hubo de encontrar de siete en siete en las cuatro salas; y las reconoció de una ojeada, así como el lecho, la habitación, las pinturas y los adornos. Y también reconoció las mismas voces que le encantaron la primera vez. E incorporándose a la sazón con los ojos fuera de las órbitas, sentándose en la cama, y se pasó la mano por la cara varias veces para asegurarse bien de su estado de vigilia.

En aquel momento, tal como se había convenido de antemano, cesó el concierto y reinó en la habitación un silencio grande. Y todas las damas bajaron modestamente los ojos ante los ojos augustos que las miraban. Entonces Abul-Hassán, en el límite de la estupefacción, se mordió los dedos, y exclamó en medio del silencio: ‘¡Desgraciado de ti, ya Abul-Hassán! ¡Oh hijo de tu madre!

¡Ahora le toca el turno a la ilusión; pero mañana serán contigo el nervio de buey, las cadenas, el hospital de locos y la jaula de hierro!’

Luego gritó aún: ‘¡Ah, infame mercader de Mossul! ¡Así te ahogaras en el fondo del infierno, en brazos de tu señor el Cheitán! Sin duda volviste a dejar entrar en mi casa al Cheitán por no haber cerrado la puerta, y me posee ya. Y ahora el Maligno me vuelca el cerebro y me hace ver cosas extravagantes. ¡Alah te confunda, oh Cheitán! con tus secuaces y con todos los mercaderes de Mossul. ¡Y ojalá la ciudad de Mossul entera se derrumbe sobre sus habitantes y los sepulte a todos en sus escombros!’

Luego cerró los ojos, y los abrió, y los volvió a cerrar, y los volvió a abrir repetidas veces, y exclamó: ‘¡Oh pobre Abul-Hassán! lo mejor que puedes hacer es dormirte de nuevo tranquilo, y no despertarte hasta que estés bien seguro de que el Maligno te ha salido del cuerpo y tienes el cerebro en su sitio acostumbrado. ¡De no ser así, ya sabes lo que te aguarda mañana!’ Y diciendo estas palabras, se echó otra vez en el lecho, se tapó la cabeza con la colcha, y para hacerse la ilusión de que dormía se puso a roncar como un camello en celo o como un rebaño de búfalos en el agua.

Y he aquí que, al ver y oír aquello desde detrás de la cortina, el califa tuvo un acceso de risa tan grande, que creyó ahogarse.

En cuanto a Abul-Hassán, no consiguió dormir, porque su preferida la joven Caña-de-Azúcar, siguiendo las instrucciones recibidas, se aproximó al lecho donde él roncaba sin dormir, y sentándose al borde de la cama, dijo con amable voz a Abul-Hassán: ‘¡Oh Emir de los Creyentes! ¡Prevengo a Tu Alteza que ha llegado el momento de despertarse para la plegaria de la mañana!’ Pero Abul-Hassán gritó con sorda voz desde debajo de la colcha: ‘¡Confundido sea el Maligno! Retírate, ¡oh Cheitán!’ Sin desconcertarse, añadió Caña-de-Azúcar: ‘¡Sin duda el Emir de los Creyentes se halla bajo el influjo de un mal sueño! ¡No es Cheitán quien te habla, ¡oh mi señor! sino la pequeña Caña-de-Azúcar! ¡Alejado sea el Maligno! Soy la pequeña Caña-de-Azúcar, ¡oh Emir de los Creyentes...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima cuadragésima quinta noche

Noticias de referencia:
Las mil y una noches, denunciado por indecente
http://www.eluniversal.com.mx/notas/678635.html

Editan “Las mil y una noches” de Vargas Llosa
(http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61906.html)

¿Y si “Las mil y una noches” lo escribió una mujer?
(http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61873.html)

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Valram

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