domingo, 8 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima undécima noche

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"Y cuando llegó la 211ª noche

Ella dijo:

...Y ambas, así enlazadas, se durmieron hasta por la mañana. Entonces Budur salió a despachar los asuntos del reino; y el padre y la madre de Hayat-Alnefus entraron a saber noticias de su hija.

El rey Armanos fue el primero en preguntar: 'Bueno, hija mía, ¡bendito sea Alah! ¡Todavía estás en la cama! ¿No estás muy rendida?' Ella contestó: '¡Nada de eso! ¡He descansado muy bien en brazos de mi hermoso esposo, que esta vez me dejó completamente desnuda, y me besó todo el cuerpo con besos muy delicados! ¡Ya Alah! ¡Qué delicioso era aquello! ¡Por todas partes sentí hormigueos numerosos y estremecimientos! ¡Sin embargo una vez me asustó diciéndome que me faltaba un dedo! ¡Pero fue en broma! ¡Y sus caricias me dieron luego tanto gusto, y sus manos se me antojaban tan suaves a mi piel, y tan cálidos se unían sus labios a mis labios, que me ha parecido soñar hasta por la mañana, creyéndome en el paraíso!'

Entonces la madre preguntó: '¿Pero en dónde están las toallas? ¿Has perdido mucha sangre, hija mía?' Y la joven, asombrada, contestó: '¡No he perdido ninguna!'

Al oír estas palabras, el padre y la madre, en el colmo de la desesperación, se abofetearon, gritando: '¡Oh vergüenza y desgracia para nosotros! ¿Por qué nos desprecia tanto tu esposo y te desdeña hasta tal punto?'

Después el rey enfurecióse paulatinamente, y se retiró gritando a su esposa con voz bastante fuerte para que le oyera la joven: '¡Si esta noche no cumple Kamaralzamán su deber quitando la virginidad a nuestra hija y salvando así el honor de todos nosotros, sabré castigar su indignidad! ¡Le expulsaré de palacio, después de hacerle bajar del trono que le he dado, y no sé si le someteré a castigo más terrible todavía!' Y dichas estas palabras, el rey Armanos salió del aposento de su consternada hija, seguido de su esposa, cuya nariz se le había alargado hasta los pies.

Y cuando llegó la noche y Sett-Budur entró en la habitación de Hayat-Alnefus, la encontró muy triste, con la cabeza metida entre las almohadas, y sacudida por los sollozos. Se acercó a ella, besándole en la frente, secándole las lágrimas, y al preguntarle el motivo de su pesar, Hayat-Alnefus le dijo con voz conmovida: '¡Oh mi amado señor! ¡Mi padre quiere desposeerte del reino que te ha dado, y despedirte de palacio, y no sé qué más pretenden hacer contigo! ¡Y todo porque no quieres quitarme la virginidad, salvando así el honor de su nombre y de su raza! ¡Se ha empeñado en que eso se haga esta noche misma! ¡Y yo!, ¡oh dueño amado! ¡Te lo digo, no para impulsarte a tomar lo que debes tomar, sino para librarte del peligro que te amenaza! ¡Pues todo el día mi padre premedita contra ti! ¡Ah! ¡Por favor, date prisa a quitarme la virginidad, y haz de modo que, como dice mi madre, las toallas blancas se pongan todas rojas! ¡Yo me confío por completo a tu saber, y pongo todo mi cuerpo y mi alma en tus manos! ¡Pero tú has de decidir lo que tengo que hacer para eso!'

Al oír estas palabras, Sett-Budur dijo para sí: '¡Llegó el momento! ¡Ya veo que no hay medio de aplazar las cosas! ¡Pondré mi fe en Alah!' Y dijo a la joven: 'Ojos míos, ¿me quieres mucho?' La otra contestó: '¡Tanto como el cielo!' Budur la besó en la boca, y preguntó: '¿Y como a qué más?' La joven respondió, estremecida ya por el beso: '¡No lo sé, pero mucho!' Budur le preguntó otra vez: 'Ya que me quieres tanto, ¿habrías sido feliz si en vez de ser tu esposo hubiese sido sólo tu hermano?' La joven palmoteó, y contestó: '¡Me habría muerto de dicha!' Budur dijo: 'Y si yo, mi muy querida, no hubiera sido tu hermano, sino tu hermana; si hubiera sido una muchacha como tú, en lugar de ser hombre, ¿me habrías querido lo mismo?' Hayat-Alnefus dijo: '¡Todavía más, porque habría estado siempre contigo, habría jugado siempre contigo, y dormido en la misma cama, sin separarnos nunca!' Entonces Budur atrajo hacia sí a la joven, le cubrió de besos los ojos, y le dijo: 'Vamos, Hayat-Alnefus, ¿serías capaz de guardar para ti sola un secreto, dándome así una prueba de tu amor?' La joven exclamó: '¡Queriéndote tanto, todo me es fácil!'

Entonces Budur la cogió en brazos y aplicó los labios a los suyos, hasta perder las dos el aliento, y después se levantó del todo, y dijo: '¡Mírame, Hayat-Alnefus, y sé, pues, mi hermana!' Y al mismo tiempo, con ademán rápido, se entreabrió la ropa desde el cuello hasta la cintura e hizo salir dos pechos deslumbradores coronados por sus rosas; después dijo: '¡Ya ves que soy una mujer como tú, mi muy querida! ¡Y si me he disfrazado de hombre, ha sido a consecuencia de una aventura extrañísima que te voy a contar sin demora!'

Entonces se sentó de nuevo, se puso a la joven en las rodillas, y le refirió toda su historia, desde el principio hasta el fin. Pero sería inútil repetirla.

Cuando Hayat-Alnefus oyó la historia, llegó al límite del asombro, y como seguía sentada en el regazo de Sett-Budur, le cogió la barbilla con la mano, y le dijo: '¡Oh hermana mía, que vida tan deliciosa vamos a pasar juntas aguardando el regreso de tu amado Kamaralzamán! ¡Alah apresure su llegada, para que nuestra dicha sea completa!' Y Budur le dijo: '¡Atienda Alah tus deseos, mi muy querida, y te entregaré a él como segunda esposa! ¡Y así disfrutaremos los tres la felicidad más perfecta!'

Después se dieron largos besos, y jugaron a mil juegos, y Hayat-Alnefus se maravillaba de todos los pormenores de belleza que encontraba en Sett-Budur. Y le cogía los pechos, y decía: '¡Oh hermana mía, qué hermosos son tus pechos! ¡Mira! ¡Son mucho mayores que los míos! ¡Mira los míos cuán pequeños son! ¿Te parece que crecerán?' Y la registraba por todas partes, y la interrogaba acerca de los descubrimientos que hacía. Y Budur, entre mil besos, le contestaba, instruyéndola con perfecta claridad, y Hayat-Alnefus exclamaba: ¡Ya Alah! ¡Ahora lo entiendo! ¡Figúrate que cuando preguntaba yo a las esclavas!: '¿Para qué sirve esto? ¿Para qué sirve aquello? guiñaban el ojo, pero no respondían. Otras veces, con mucha ira por mi parte, chasqueaban la lengua pero no contestaban. Y yo, llena de cólera, me arañaba las mejillas, y gritaba cada vez más fuerte: '¿Para qué sirve eso?' Entonces acudía mi madre a los gritos, y preguntaba, y todas las esclavas le decían: '¡Grita porque quiere obligarnos a explicarle para qué sirve eso!' Entonces la reina, mi madre, en el límite de la indignación, a pesar de mis protestas de arrepentimiento, me ponía el trasero al aire y me daba una azotaina furiosa, gritando: '¡Para esto sirve eso!' Y yo acabé por convencerme de que eso no servía más que para proporcionar una azotaina; y así con todo lo demás'.

Después siguieron ambas diciendo y haciendo mil locuras, de tal modo, que por la mañana a Hayat-Alnefus no le quedaba nada que aprender, y se había enterado de la misión encantadora que en adelante había de corresponder a todos sus órganos delicados...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima duodécima noche...

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Valram

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