martes, 10 de noviembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima quincuagésima novena noche

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Y cuando llegó la 459ª noche

Ella dijo:

...se presentó en la tienda de Zoraik para comprar pescado. Dio las cinco monedas de cobre a Zoraik, y le dijo: ‘¡Échame pescado en esta fuente!’ Y Zoraik contestó: ‘¡Por encima de mi cabeza!, ¡oh mi amo!’ Y quiso dar al palafrenero del pescado que estaba expuesto en la bandeja de muestra; pero el palafrenero lo rechazó diciendo: ‘¡Lo quiero caliente!’ Y contestó Zoraik: ‘Todavía está por freír. ¡Espera un poco, que atizaré el fuego!’ Y entró en la trastienda.

Al punto se aprovechó de aquel momento Azogue para echar mano a la bolsa; pero de pronto retembló toda la tienda con el estrépito ensordecedor de las campanillas, cascabeles, sonajas y cascajo; y Zoraik saltando de un extremo a otro de su tienda, agarró una pella de plomo y la tiró con toda su fuerza a la cabeza del falso palafrenero, gritando: ‘¡Ah viejo marica! ¿Acaso crees que no había adivinado tus intenciones sólo con ver tu modo de llevar la fuente y las monedas?’ Pero Azogue, a quien ya había puesto en guardia la primera experiencia, esquivó el golpe, bajando la cabeza con rapidez, y abandonó la tienda; ¡en tanto que la pella de plomo iba a estrellarse contra una bandeja que contenía porcelanas llenas de leche cuajada y que llevaba a la cabeza el esclavo del kadí! Y la leche cuajada saltó a la cara y a la barba del kadí y le inundó su traje y su turbante. Y los transeúntes, reunidos frente a la tienda, gritaron a Zoraik: ‘Esta vez ¡oh Zoraik! el kadí te hará pagar los intereses del capital encerrado en tu bolsa, ¡oh jefe de los batalladores!’

Volviendo a Azogue, una vez que hubo llegado a casa de Ahmad-la-Tiña, a quien dio cuenta, a la vez que a la-Peste, de su segunda tentativa fracasada, no quiso desalentarse, porque le sostenía el amor de Zeinab. Se disfrazó de encantador de serpientes y prestidigitador, y se puso delante de la tienda de Zoraik. Se sentó en el suelo, sacó de su saco tres serpientes gordas, de cuello hinchado y lengua puntiaguda como un dardo, y se puso a tocar la flauta, interrumpiéndose de cuando en cuando para hacer una multitud de juegos de manos; pero de pronto, con un movimiento brusco, lanzó la serpiente más gorda en medio de la tienda, a los pies de Zoraik, que huyó aullando espantado al último rincón de su establecimiento, porque nada le asustaba tanto como las serpientes. Y Azogue saltó inmediatamente sobre la bolsa, y quiso llevársela.

Pero no contaba con Zoraik que a pesar de su terror le vigilaba con un ojo, y logró primero asestar a la serpiente con una pella de plomo un golpe tan certero que le aplastó la cabeza, y con la otra mano arrojó luego con todas sus fuerzas una nueva pella a la cabeza de Azogue, el cual la esquivó inclinándose y huyó, mientras la pella formidable iba a dar a una vieja y la aplastaba sin remedio. Entonces gritaron todas las personas agrupadas en torno: ‘¡Ya Zoraik! eso no es lícito, ¡por Alah! ¡Es absolutamente necesario que descuelgues de ahí tu bolsa calamitosa o te la quitaremos a la fuerza! ¡Bastantes desgracias suscitaste ya con tu maldad!’

Y contestó Zoraik: ‘¡Sobre mi cabeza!’

Y aunque de muy mala gana, se decidió a descolgar la bolsa y a ocultarla en su casa, diciéndose: ‘¡Si no lo hago así, ese bergante de Alí Azogue, con lo terco que es, llegaría a introducirse por la noche en mi tienda y me arrebataría la bolsa!’

Y he aquí que Zoraik estaba casado con una negra que en otro tiempo fue esclava de Giafar Al-Barmaki, y a quien la generosidad de su amo había libertado después. Y Zoraik había tenido de su esposa la negra un hijo varón cuya circuncisión iba a celebrarse pronto. Así es que cuando Zoraik entregó la bolsa a su mujer, le dijo ésta: ‘¡He ahí una generosidad que no sueles tener, oh padre de Abdalah! ¡La circuncisión de Abdalah va a celebrarse, pues, suntuosamente!’ Zoraik contestó: ‘¿Pero acaso crees que te traigo la bolsa para que la dejes vacía gastando en la circuncisión? ¡No, por Alah! ¡Ve ya a ocultarla abajo dentro de un agujero abierto en el suelo de la cocina! ¡Y vuelve pronto para que durmamos!’ Y la negra bajó a abrir un agujero en la cocina, enterró allí la bolsa y volvió a acostarse a los pies de Zoraik. Y con el calor que despedía la negra, Zoraik se sintió invadido por el sopor, y tuvo un sueño en el cual le parecía ver que un pájaro muy grande abría con el pico un agujero en su cocina, desenterraba la bolsa y se la llevaba en las garras volando por los aires. Y se despertó sobresaltado y gritando: ‘¡Oh madre de Abdalah, acaban de robar la bolsa! ¡Ve a ver a la cocina, rápido!’ Y despierta de su sueño, la negra se apresuró a bajar a la cocina con luz, y efectivamente, vio, no un pájaro, sino un hombre que con la bolsa en la mano huía por la puerta abierta y corría a la calle. Era Azogue, que había seguido a Zoraik, espiando sus movimientos y los de su esposa, y oculto detrás de la puerta de la cocina acabó por conseguir apoderarse al fin de aquella bolsa tan codiciada.

Cuando supo Zoraik la pérdida de su bolsa, exclamó: ‘¡Por Alah, que la recuperaré esta misma noche!’

Y le dijo su esposa la negra: ¡Como no la traigas, no te abro la puerta de nuestra casa y te dejo dormir en la calle!’

Entonces Zoraik...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.”

Continuará: La cuadringentésima sexagésima noche

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Valram

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