miércoles, 18 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima primera noche

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"Pero cuando llegó la 221ª noche

Ella dijo:

... pero fue para ver que el barco, a toda vela, iba ya obedeciendo al viento favorable hacia alta mar.

Extremado fue el dolor de Kamaralzamán al ver aquello pero no lo exteriorizó, para que no se riera a costa suya la gentuza del puerto. Y volvió a emprender tristemente el camino del jardín, del cual era ya único heredero y propietario por fallecimiento del anciano. Y en cuanto llegó a la casita, se desplomó en un colchón, y lloró por sí mismo, y por su amada Budur, y por el talismán que acababa de perder por segunda vez.

La aflicción de Kamaralzamán no tuvo límites cuando se vio obligado por el destino feroz a quedarse hasta fecha desconocida en aquel país inhospitalario; y el pensamiento de haber perdido para siempre el talismán de Sett-Budur le desesperaba más, y decía para sí: '¡Mis desdichas empezaron con la pérdida del talismán y volvió la buena suerte cuando lo recobré; y ahora que lo he vuelto a perder, quién sabe las calamidades que me caerán encima!'

Sin embargo, acabó por exclamar: '¡No hay más recurso que Alah el Altísimo!' Después se levantó, y para no exponerse a perder las otras diez tinajas que constituían el tesoro subterráneo, fue a comprar otros veinte tarros; puso en ellos las barras y el polvo, y los acabó de llenar con aceitunas hasta arriba, diciendo para sí: '¡Así estarán preparados el día que Alah quiera que me embarque!' Y volvió a regar las legumbres y los árboles frutales, recitando versos muy tristes relativos a su amor hacia Budur. Eso en cuanto a Kamaralzamán.

En cuanto al buque, tuvo vientos favorables, y no tardó en llegar a la isla de Ébano, y fue a fondear precisamente debajo del malecón en que se elevaba el palacio habitado por la princesa Budur con el nombre de Kamaralzamán.

En este momento de su narración. Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima vigésima segunda noche...

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Saludos
Valram

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