viernes, 15 de enero de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La quingentésima vigésima quinta noche

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Pero cuando llegó la 525ª noche

Ella dijo:

‘...Pero a nuestra ama la joven, que le amaba con un amor grande, la afectó tanto aquella marcha, que cayó enferma de una grave enfermedad que la tuvo a la muerte. Entonces nuestro amo el jeique Taher, al ver la languidez mortal que padecía su hija, arrepintióse de lo que había hecho; y despachó correos en todas direcciones y para todos los países, a fin de dar con el joven Abul-Hassán, ¡y prometió cien mil dinares de recompensa a quien le trajera! Pero hasta el presente han sido vanos todos los esfuerzos de quienes le buscaron, pues ninguno pudo seguirle las huellas ni saber noticias suyas. ¡Así es que la joven hija del jeique está ahora a punto de exhalar el último suspiro!’

‘Con el alma desgarrada de dolor, pregunté entonces al muchacho: ‘¿Y cómo está el jeique Taher?’ Contestó: ‘¡Con todas esas cosas tiene una pena y un abatimiento tales, que ha vendido las jóvenes y los jóvenes, y se ha arrepentido amargamente ante Alah el Altísimo!’

Entonces dije al joven esclavo: ‘¿Quieres que te indique dónde se encuentra Abul-Hassán Al- Omaní? ¿Qué dirías, si así fuera?’ Contestó él: ‘¡Por Alah sobre ti, ¡oh hermano mío! ¡hazlo! ¡Y habrás vuelto a la vida una amante, una hija a su padre, un enamorado a su amiga, y habrás sacado de la pobreza a tu esclavo y los padres de tu esclavo!’

Entonces le dije: ‘Vé en busca de tu amo el jeique Taher, y dile: ‘¡Me debes la recompensa prometida por la buena noticia! ¡Porque a la puerta de tu casa se encuentra Abul-Hassán Al-Omaní en persona!’

‘Al oír estas palabras, el joven esclavo echó a correr con la rapidez del mulo que se escapa del molino; y en un abrir y cerrar de ojos, volvió acompañado del jeique Taher, padre de mi amiga.

¡Y cuán cambiado estaba! ¡Y cómo tenía ya la tez, tan fresca en otro tiempo y tan joven entonces, a pesar de su edad! En dos años había envejecido más de veinte.

Me reconoció al punto, y se arrojó a mi cuello y se puso a besarme llorando, y me dijo: ‘¡Oh mi señor! ¿Qué fue de ti en tan larga ausencia? Por causa tuya está a las puertas de la tumba mi hija.

¡Ven! ¡Entra conmigo en la casa!’ Y me hizo entrar, y empezó por ponerse de rodillas en el suelo para dar gracias a Alah por haber permitido nuestra reunión; y se apresuró a entregar al joven esclavo la recompensa de cien mil dinares prometida. Y el joven esclavo se retiró invocando sobre mí las bendiciones.

‘Tras de lo cual el jeique Taher entró primero solo en el aposento de su hija para anunciarle sin brusquedad mi llegada. Le dijo pues: ‘Vengo a anunciarte la buena nueva, ¡oh hija mía! ¡Si consientes en comer un bocado y en ir a tomar un baño al hammam, te haré ver de nuevo, hoy mismo, a Abul-Hassán!’

Ella exclamó: ‘¡Oh padre! ¿Es cierto lo que dices?’ El contestó: ‘¡Por Alah el Gloriosfs¡mo!, que es cierto lo que digo.’ Entonces exclamó ella: ‘¡Ualahí!’ Entonces el anciano se volvió hacia la puerta detrás de la cual estaba yo, y me gritó: ‘¡Entra ya, Abul-Hassán!’ Y entré.

‘Y he aquí ¡oh huéspedes míos! que no bien me advirtió y me reconoció ella, cayó desmayada, y transcurrió mucho tiempo sin que recobrara el sentido. Por fin pudo levantarse, y entre llantos de alegría y risas nos arrojamos uno en brazos de otro, y permanecimos mucho tiempo abrazados así, en el límite de la emoción y de la felicidad. Y cuando pudimos prestar atención a lo que pasaba en torno nuestro, vimos en medio de la sala de recepción al kadí y a los testigos, a quienes había llamado a toda prisa el jeique, y que acto seguido extendieron nuestro contrato de matrimonio. Y se celebraron nuestras nupcias con un fausto inusitado, entre regocijos que duraron treinta días y treinta noches.

‘Y desde entonces ¡oh huéspedes míos! la hija del jeique Taher es mi esposa querida. ¡Y a ella fue a quien oísteis cantar esos aires melancólicos que le gustan y con los que recuerda las horas dolorosas de nuestra separación, sintiendo mejor la dicha perfecta en que transcurren los días de nuestra unión bendecida por el nacimiento de un hijo tan hermoso como su madre! Y voy a presentároslo en persona, ¡oh huéspedes míos...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.”

Continuará: La quingentésima vigésima sexta noche

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Saludos
Valram

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