jueves, 7 de mayo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima septuagésima primera noche

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"Pero cuando llegó la 271ª noche

Ella dijo:

...no le quedaba más que una sola esclava entre las numerosas esclavas.

Pero aún tuvo que admirar la continuidad dichosa de la suerte, que quiso fuese precisamente la propia maravilla de todas las esclavas de las comarcas de Oriente y de Occidente la que habitaba en la casa, ya sin lustre, del pródigo Abul-Hassán, hijo del difunto comerciante.

Efectivamente, esta esclava se llamaba Simpatía, y en verdad que jamás nombre alguno cuadró mejor a las cualidades de la que lo llevaba. La esclava Simpatía era una adolescente tan derecha como la letra aleph, de estatura proporcionada, y tan esbelta y delicada que podía desafiar al sol a que prolongase en el suelo su sombra; maravillosas eran la belleza y la lozanía de su rostro; todas sus facciones ostentaban con claridad la huella de la bendición y el buen augurio; su boca parecía sellada con el sello de Soleimán, como para guardar precisamente el tesoro de perlas que encerraba; eran sus dientes collares dobles e iguales; las dos granadas de su seno aparecían separadas por el intervalo más encantador, y su ombligo era lo suficiente ancho y profundo para contener una onza de manteca moscada. En cuanto a su grupa monumental, remontaba dignamente la finura de su talle, y dejaba profundamente impreso en divanes y colchones el hueco creado por la importancia de su peso. Y a ella se refería esta canción del poeta:

¡Es solar, es lunar, es vegetal como el tallo del rosal; está tan lejos del color de la tristeza, cual lo están el sol, la luna y el tallo del rosal!

¡Cuando aparece, conmueve profundamente los corazones su presencia, y cuando se aleja los corazones quedan aniquilados!

¡El cielo está en su rostro, sobre su túnica se extienden las grandezas del Edén, entre las cuales corre el arroyo de la vida, y la luna brilla bajo su manto!

¡En su cuerpo encantador se armonizan todos los colores: el encarnado de las rosas, la blancura resplandeciente de la plata, el negro de la baya madura y el color del sándalo! ¡Y es tan grande su belleza que hasta el deseo la defiende!

¡Bendito sea quien desplegó sobre ella la hermosura! ¡Feliz el amante que pueda saborear las delicias de sus palabras!

Tal era la esclava Simpatía, único tesoro que poseía aún el pródigo Abul-Hassán...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: La ducentésima septuagésima segunda noche...

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Valram

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