miércoles, 2 de diciembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima octogésima primera noche

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Pero cuando llegó la 481ª noche

Ella dijo:

‘¡...Sean con vosotros todas las zalemas, ¡oh hermanos míos! ¿No me reconocéis ya y me habéis olvidado?’ Bajaron ellos la cabeza y se echaron a llorar en silencio, entonces les dijo Juder: ‘¡No lloréis! ¡Porque fueron Satán y la codicia los que hubieron de obligaros a obrar cual obrasteis! ¿Mas cómo pudisteis decidiros a venderme? ¡Pero no lloréis! ¡Si para mí es un consuelo pensar que me parezco en eso a José, hijo de Jacob, a quien también vendieron sus hermanos! ¡No obstante, los hermanos de José se portaron con él peor que vosotros conmigo, pues además le arrojaron al fondo de una cisterna! ¡Limitaos a pedir perdón a Alah, arrepintiéndoos, y os perdonará (porque es el Clemente Ilimitado y el Gran Perdonador) como yo os perdono!

¡Sea con vosotros la bienvenida! ¡Y estad en adelante tranquilos, sin ningún temor y sin ningún encogimiento!' Y siguió consolándolos y reconfortándolos hasta que hubo colmado sus corazones; luego empezó a contarles todos los sinsabores y sufrimientos que soportó hasta encontrar en la Meca al jeique Abd Al-Samad. Y también les enseñó el anillo mágico.

Entonces le contestaron ellos: ‘¡Oh hermano nuestro, perdónanos por esta vez! ¡Si volviéramos a reincidir, haz con nosotros lo que te parezca!’

Juder repuso: ‘¡No os apenéis ni os preocupéis por eso ya! ¡Y daos prisa a contarme lo que os hizo el rey!’ Ellos dijeron: ‘¡Hizo que nos apalearan, y nos amenazó con algo peor; luego acabó por quitarnos los dos sacos!’

Juder dijo: ‘¡Ahora va a ver él!’ Y frotó el engarce del anillo; y al punto apareció el efrit Trueno- Penetrante.

Al verle, quedaron espantados ambos hermanos, y creyeron de corazón que no le había llamado Juder más que para que los matara. Y se precipitaron en el aposento de su madre, gritando: ‘¡Oh madre nuestra, nos ponemos bajo tu generosa protección! ¡Oh madre nuestra intercede por nosotros!’

Ella contestó: ‘¡Oh hijos míos, no tengáis miedo!’

Entretanto, Juder había dicho a Trueno: ‘¡Te ordeno que me traigas todas las joyas y cosas preciosas que hay en los armarios del rey, sin dejar nada, y trayéndome al mismo tiempo el saco encantado el saco de las cosas preciosas que fueron sustraídos a mis hermanos!’ Y contestó el genni del anillo: ‘¡Escucho y obedezco!’ Y al instante fue a ejecutar la orden y volvió para poner entre las manos de Juder los dos sacos intactos y los tesoros del rey, diciendo: ‘¡Ya sidi! ¡No he dejado nada en los armarios!’

Entonces Juder entregó a su madre el saco de las cosas preciosas y los tesoros del rey, recomendándole que los guardara bien, y colocó ante sí el saco encantado. Luego dijo al genni del anillo: ‘Te ordeno que esta misma noche me construyas un palacio alto y espléndido, decorándolo con oro y tapizándolo y amueblándole suntuosamente. ¡Y quiero que al despuntar el día esté terminado todo!’

Y el genni del anillo, Trueno-Penetrante, contestó: ‘¡Se cumplirá tu voluntad!’ Y desapareció en el seno de la tierra, mientras Juder sacaba del saco encantado manjares deliciosos que se puso a comer con su madre y sus hermanos en el límite del contento, durmiéndose luego hasta por la mañana.

En cuanto al genni del anillo, congregó al punto a sus compañeros los efrits subterráneos, escogiendo a los más hábiles en albañilería; y pusieron todos manos a la obra. Y unos tallaron piedras, otros edificaron, revocaron otros las paredes, esculpieron y grabaron otros, y otros, en fin, tapizaron y amueblaron las salas, de modo que al despuntar el día estaba el palacio enteramente terminado y decorado. Entonces se presentó el genni del anillo a Juder en cuanto se despertó éste, y le dijo: ‘¡Ya sidi! ¡El palacio está concluido! ¿Quieres venir a verlo y examinarlo?’ Entonces se levantó Juder y salió en compañía de su madre y de sus hermanos; y examinaron el palacio todos juntos y vieron que no tenía igual de tanto como confundía la razón con la belleza de su arquitectura y de su feliz emplazamiento.

Y encantado quedó Juder al mirar su fachada imponente en verdad, y se maravilló pensando que no le había costado nada todo aquello. Y se encaró con su madre, y le preguntó: ‘¿Quieres habitar en este palacio?’ Ella contestó: ‘¡Vaya si quiero!’ E hizo votos por él e invocó sobre su cabeza las bendiciones de Alah. Entonces Juder frotó el anillo talismánico y dijo al genni, que apareció al punto: ‘¡Té ordeno que me traigas al instante cuarenta esclavas jóvenes, blancas y muy hermosas; cuarenta negras jóvenes y bien formadas; cuarenta criados jóvenes y cuarenta negros!’

El genni contestó: ‘¡Todo es ya tuyo!’ Y con cuarenta de sus compañeros voló a las comarcas de la India, de Sindh y de Persia; y se llevaron a toda joven a quien encontraron completamente hermosa y a todo joven completamente hermoso. Y reunieron así cuarenta de cada especie, tras de lo cual escogieron cuarenta negras hermosas y cuarenta negros hermosos, y los transportaron ante Juder, que los encontró de su gusto a todos, y dijo: ‘¡Ahora hay que dar a cada uno y a cada una un traje de lo mejor...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.”

Continuará: La cuadringentésima octogésima segunda noche

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Valram

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