lunes, 10 de noviembre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima séptima noche

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Y cuando llegó la 87ª noche

Ella dijo:

Entonces el chambelán abrió las cajas que contenían las riquezas traídas de Damasco, y no se quedó con nada absolutamente, pues todo lo repartió entre los soldados, dando las cosas mejores a los jefes del ejército. Y todos los jefes besaron la tierra entre sus manos, hicieron votos por la vida del rey, y se dijeron unos a otros: ‘¡Jamás hemos visto generosidad semejante!’

Y entonces Daul'makán dio la señal de marcha; se levantó el campo, y el rey, a la cabeza del ejército, hizo su entrada en Bagdad.

Y todo Bagdad estaba adornado y los habitantes hacinados en las azoteas. Y las mujeres daban gritos de júbilo cuando pasaba el rey. Y el rey, apenas llegó a palacio, llamó al jefe de los escribas y le dictó una carta para su hermano Scharkán, relatándole todo lo ocurrido desde el principio hasta el fin, terminando de este modo:

‘Y te rogamos que al recibo de la presente movilices tu ejército y vengas a unir tus fuerzas a las nuestras, para que vayamos a pelear con los infieles y venguemos la muerte de nuestro padre, lavando la mancha que debe lavarse’.

Después dobló la carta, la precintó con su sello, llamó al visir Dandán y se la entregó, diciéndole: ‘Sólo tú, ¡oh gran visir! puedes desempeñar una misión tan delicada cerca de mi hermano. Y dile que estoy dispuesto a cederle el trono de Bagdad y pasar a ser gobernador de Damasco’.

Entonces el visir dispuso el viaje, y aquella misma noche salió para Damasco.

Durante su ausencia ocurrieron dos cosas importantes: la primera fue que Daul'makán mandó llamar a su amigo el encargado del hammam, le colmó de honores y le dio un palacio que mandó engalanar con las alfombras más hermosas de Persia. Pero ya se hablará extensamente, en el curso de esta historia, de este buen encargado del hammam.

Y la segunda cosa fue la siguiente: ‘el rey Daul'makán recibió de uno de sus vasallos diez esclavas blancas. Y una de estas jóvenes, cuya belleza era imponderable, agradó tanto al rey, que en seguida se acostó con ella y la dejó preñada al momento. Pero ya volveremos sobre esto en el curso de esta historia.

En cuanto al visir, no tardó en regresar, anunciando que el príncipe Scharkán, acogiendo favorablemente la petición, se había puesto en camino a la cabeza de su ejército. Y salieron a esperarle, y apenas habían andado una jornada vieron venir al príncipe Scharkán con su ejército, precedido por los batidores.

Y Daul'makán quiso apearse, pero Scharkán, desde lejos, le rogó que no lo hiciera, y fue el primero en descabalgar para precipitarse en brazos de Daul'makán, que de todas maneras se había apeado. Y se dieron un largo abrazo, llorando; y después de dirigirse palabras de consuelo por la muerte de su padre, volvieron juntos a Bagdad.

Y en seguida se convocó a toda la gente de armas del imperio, que acudió presurosa a causa de la recompensa y del botín que se les ofreció. Y durante un mes no dejaron de afluir guerreros. Y Scharkán contó a Daul'makán toda su historia; y Daul'makán también contó la suya, pero insistiendo mucho en los servicios del encargado del hammam. Así es que Scharkán dijo: ‘Seguramente habrás recompensado la virtuosa abnegación de ese hombre’. Y Daul'makán, contestó:

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima octava noche

Saludos
Valram

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