miércoles, 21 de abril de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima vigésima primera noche

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Y cuando llegó la 621ª noche

Ella dijo:

…E hizo encaramarse al kadí hasta el segundo entrepaño del armario, y fue a abrir al que llamaba a la puerta de la casa.

Y precisamente era el visir. Y ocurrió lo que les había sucedido a los otros dos; y ataviado con un ropón verde y un gorro verde, hubo de meterse en el tercer entrepaño del armario en el momento de llegar a su vez el rey de la ciudad. Y del propio modo, se atavió el rey con un ropón azul y un gorro azul, y en el instante en que se disponía a verificar lo que le había llevado allí, resonó la puerta, y ante el terror de la joven, se vio obligado a trepar al cuarto entrepaño del armario, donde hubo de acurrucarse en una postura muy penosa para él, que estaba bastante grueso.

Entonces quiso caer sobre la joven el carpintero, que le miraba con ojos devoradores y quería cobrarse el armario. Pero le dijo ella: ‘¡Oh carpintero! ¿Por qué has hecho tan pequeño el quinto entrepaño del armario? ¡Apenas si puede guardarse ahí el contenido de una caja pequeña!’

Dijo él: ‘¡Por Alah, que en ese entrepaño quepo yo y aún cuatro más gordos que yo!’ Ella dijo: ‘¡Prueba, a ver si cabes’ Y encaramándose en banquetas superpuestas, el carpintero se metió en el quinto entrepaño, donde quedó encerrado bajo llave inmediatamente.

En seguida, cogiendo la orden que le había dado el kadí, la joven fue en busca de los celadores de la cárcel, los cuales, al ver el sello estampado debajo del escrito, soltaron al muchacho.

Entonces volvieron ella y él a la casa a toda prisa, y para festejar su reunión, copularon de firme y durante largo tiempo con muchos ruidos y jadeos. Y los cinco encerrados oían desde dentro del armario todo aquello, pero no se atrevían a moverse ni podían tampoco. Y acurrucados en los entrepaños unos encima de otros, no sabían cuándo se les libertaría.

Y he aquí que, no bien la joven y el muchacho terminaron con sus escarceos, recogieron cuantas cosas preciosas pudieron llevarse, las metieron en cofres, vendieron todo lo demás, y abandonaron aquella ciudad para ir a otra ciudad y a otro reino. ¡Y esto en cuanto a ellos! ¡Pero en cuanto a los otros cinco, he aquí lo que les sucedió! Al cabo de dos días de estar allí, los cinco se sintieron poseídos por una necesidad imperiosa de orinar.

Y el primero que se meó fue el carpintero. Y cayeron los orines en la cabeza del rey. Y en el mismo momento se puso el rey a mear encima de la cabeza de su visir, que se orinó en la cabeza del kadí, el cual se meó en la cabeza del walí. Entonces alzaron la voz todos, excepto el rey y el carpintero, gritando: ‘¡Qué asco!’ Y el kadí reconoció la voz del visir, el cual reconoció la voz del kadí. Y se dijeron unos a otros: ‘¡Henos aquí caídos en la trampa! ¡Menos mal que ha escapado el rey!’

Pero en aquel momento les gritó el rey, que habíase callado por dignidad: ‘¡No digáis eso, porque también estoy aquí! ¡Y no sé quién me ha meado en la cabeza!’ Entonces exclamó el carpintero: ‘¡Alah eleve la dignidad del rey! ¡Me parece que he sido yo! ¡Porque estoy en el quinto entrepaño!’

Luego añadió: ‘¡Por Alah! ¡Soy el causante de todo esto, pues el armario es obra mía!’

Entretanto, regresó de su viaje el esposo de la joven; y los vecinos, que no se habían dado cuenta de la marcha de la joven, lo vieron llegar y llamar a su puerta inútilmente. Y les preguntó él porqué no le respondía nadie desde dentro. Y no supieron informarle acerca del particular. Entonces, hartos de esperar, derribaron la puerta entre todos y penetraron en el interior; pero se encontraron con la casa vacía y sin más mueble que el armario consabido. Y oyeron voces de hombres dentro del armario. Y ya no dudaron que el armario estaba habitado por genn...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima vigésima segunda noche

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Valram

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