martes, 6 de octubre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima vigésima cuarta noche

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Y cuando llegó la 424ª noche

Ella dijo:

‘¡...Oh ama nuestra! ¿Por qué lloras a quien seguramente no te llora a ti?’

Ella contestó: ‘¿Qué decís, ¡oh faltas de juicio!? ¿Acaso creéis que el encantador a quien amo y por quien lloro es de los que olvidan o de aquellos a quienes se puede olvidar?’ Y redobló en sus llantos y gemidos, y lo hizo tan fuerte y durante tanto tiempo, que le dio un desmayo. Entonces el príncipe sintió que se le partía a causa de ello el corazón y que la vejiga de la hiel le estallaba en el hígado. Así es que levantó la cortina sin tardanza y penetró en la habitación. Y vio a la joven acostada en su lecho, con su cabellera por toda camisa y con su abanico de plumas blancas por toda sábana. Y como parecía amodorrada, se acercó a ella y le hizo una caricia muy dulcemente. Al punto abrió ella los ojos y le vio de pie a su lado, inclinado con una actitud interrogante de ansiedad, y murmurando: ‘¿A qué vienen esas lágrimas y esos gemidos?’

Al ver aquello, reanimada con una vida nueva, se irguió de pronto la joven, y arrojándose a él, le rodeó el cuello con sus brazos y empezó a cubrirle de besos el rostro, diciéndole: ‘¡Todo era por causa de tu amor y de tu ausencia!, ¡oh luz de mis ojos!’ El contestó: ‘¡Oh dueña mía! ¡Pues si supieras en qué desolación estuve yo sumido por causa tuya durante todo este tiempo!’ Ella añadió: ‘¡Pues y yo! ¡Qué desolada por tu ausencia estuve también! ¡Si hubieras tardado algo más en volver, sin duda me habrías encontrado muerta!’

El dijo: ‘¡Oh dueña mía! ¿Qué te parece lo que me ocurrió con tu padre y la manera que tuvo de tratarme? ¡Por Alah, que si no hubiera sido por tu amor, ¡oh seductora de la Tierra, del Sol y de la Luna, y tentadora de los habitantes del Cielo, de la Tierra y del Infierno! le hubiera degollado seguramente, dando así ejemplo y enseñanza a todos los observadores! ¡Pero, como te amo, le amo a él también ahora!’

Ella preguntó: ‘¿Qué te decidió a abandonarme? ¿Crees que la vida podría parecerme dulce sin ti?’ El dijo: ‘Ya que me amas, ¿quieres escucharme y seguir mis consejos?’ Ella contestó: ‘¡No tienes más que hablar, y te obedeceré y escucharé tus consejos y me conformaré con todas tus opiniones!’ El dijo: ‘¡Empieza, entonces, por traerme de comer y de beber, porque tengo hambre y sed! ¡Y después hablaremos! ‘

Entonces dio orden la joven a sus servidoras de que le llevaran manjares y bebidas; y se pusieron ambos a comer y a beber y a charlar hasta que casi hubo transcurrido toda la noche. Entonces, como comenzaba a apuntar el día, Kamaralakmar se levantó para despedirse de la joven y marcharse antes de que se despertara el eunuco; pero le preguntó Schamsennahar: ‘¿Y adónde vas a ir así?’ El contestó: ‘¡A casa de mi padre! ¡Pero me comprometo bajo juramento a volver a verte una vez a la semana!’

Al oír estas palabras, ella rompió en sollozos y exclamó: ‘¡Oh! ¡Te conjuro por Alah el Todopoderoso a que me cojas y me lleves contigo adonde quieras, antes que hacerme saborear de nuevo la amargura de la coloquíntida de la separación!’

Y exclamó él, entusiasmado: ‘¿Quieres verdaderamente venir conmigo?’ Ella contestó: ‘¡Sí! El dijo: ‘¡Entonces, levántate y partamos!’ De modo que se levantó ella, abrió un cofre lleno de vestidos suntuosos y de objetos de valor, y se arregló y se puso encima todo lo más rico y precioso que había entre las cosas hermosas de su pertenencia, sin olvidar collares, sortijas, brazaletes y diversas joyas engastadas con las más bellas pedrerías; luego salió en compañía de su bienamado, sin que ni por pienso lo impidieran sus servidoras.

Entonces la condujo Kamaralakmar, y tras de hacerla subir a la terraza del palacio, saltó a lomos de su caballo, la sentó a ella en la grupa, le recomendó que se sujetara con fuerza y la ató a él con cuerdas sólidas. Tras de lo cual dio vuelta a la clavija que servía para subir, y remontó el vuelo el caballo y se elevó con ellos por los aires.

Al ver aquello, empezaron a gritar tan alto las servidoras, que el rey y la reina acudieron a la terraza a medio vestir, mal despiertos aún, y sólo tuvieron tiempo para ver al caballo mágico emprender su vuelo aéreo con el príncipe y la princesa. Y el rey, emocionado y consternado hasta el límite de la consternación, tuvo alientos, no obstante, para gritar al joven, que cada vez se elevaba más: ‘¡Oh hijo de rey! ¡Te conjuro a que tengas compasión de mí y de mi esposa, que es esta anciana que aquí ves, y no nos prives de nuestra hija!’

Pero no le contestó el príncipe. Sin embargo, por si acaso la joven sentía pena al dejar así a su padre y a su madre, le preguntó: ‘Dime, ¡oh esplendor! ¡Oh entusiasmo de tu siglo y de mis ojos! ¿Quieres volver con tu padre y con tu madre?...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La cuadringentésima vigésima quinta noche

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Valram

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