miércoles, 22 de octubre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexagésima séptima noche

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Y cuando llegó la 67ª noche

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que después de aquellas palabras se calló Nozhatú. Entonces exclamaron los cuatro kadíes: ‘¡Oh príncipe del tiempo! Realmente, esta joven es la maravilla del siglo y de todos los siglos. ¡Nunca hemos visto a nadie que se le pueda comparar, ni sabemos que haya tenido igual en cualquier época de entre las épocas!’

Y después de hablar así, se levantaron todos, besaron la tierra entre las manos del príncipe, y se fueron por su camino.

Entonces Scharkán llamó a sus servidores, y les dijo: ‘Apresurad los preparativos de la boda, y disponed toda clase de manjares y dulces para el festín’. Y los servidores prepararon inmediatamente cuanto les había mandado. Scharkán convidó a las esposas de los emires y visires, invitándolas a formar la comitiva de la recién casada.

Así es que apenas llegado el asr, empezó el festín, se pusieron los manteles y se sirvieron todas las cosas que podían satisfacer los sentidos y alegrar la vista. Y los convidados comieron y bebieron hasta la saciedad. Entonces Scharkán llamó a las cantarinas más ilustres y a todas las almeas de palacio. Y la boda hizo resonar la sala del festín, y la alegría llenó todos los pechos. Y el palacio, al llegar la noche, se iluminó desde la ciudadela hasta las puertas de entrada, así como todas las alamedas, a la derecha y a la izquierda del jardín. Y apenas el príncipe salió del hammam, acudieron los emires y los visires para ofrecerles su homenaje y hacer votos por su felicidad.

En seguida fue a sentarse el príncipe en el estrado de los desposorios, y entraron las damas, lentamente, formando dos filas, precediendo a Nozhatú que avanzaba entre sus dos madrinas. Y después del ceremonial de presentarla con los distintos vestidos, la llevaron a la cámara nupcial, donde la desnudaron. Y quisieron proceder a su tocado; pero desistieron al ver que era inútil para aquel espejo inmaculado y aquella carne de incienso. Y las madrinas, deseándole todas las felicidades, le hicieron las recomendaciones que hacen las madrinas la noche de bodas. Y habiéndole puesto sólo una camisa fina, la dejaron en la cama.

Entonces el príncipe entró en la cámara nupcial. Y estaba muy lejos de sospechar que aquella maravillosa joven fuese su hermana Nozhatú; y ésta ignoraba también que el príncipe de Damasco era su propio hermano Scharkán.

Así es que aquella noche Scharkán entró en posesión de la joven Nozhatú; y las delicias de ambos fueron muy grandes; e hicieron tan bien las cosas, que Nozhatú quedó preñada la primera noche. Y no dejó de revelárselo a Scharkán.

Entonces Scharkán se alegró en extremo, y cuando llegó la mañana, ordenó a los médicos que tomaran nota de aquel día feliz del embarazo. Y subió a sentarse en el trono para recibir las felicitaciones de sus emires, de sus visires y de los grandes del reino.

Después llamó a su secretario, y le dictó una carta para su padre el rey Omar Al-Nemán, enterándole de que se había casado con una esclava llena de perfecciones y sabiduría, y que la había emancipado para convertirla en su legítima esposa; que la primera noche había quedado preñada de él, y que tenía intención de enviarla a Bagdad para que visitase a su padre el rey Omar Al-Nemán; a su hermana Nozhatú y a su hermano Daul'makán. Y escrita esta carta, la selló Scharkán y la entregó a un correo, que salió en seguida para Bagdad, y regresó al cabo de veinte días con la contestación del rey Omar Al-Nemán. Y la respuesta, después de la invocación de Alah, estaba concebida en los siguientes términos...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexagésima octava noche

Saludos
Valram

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