viernes, 27 de noviembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima septuagésima sexta noche

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Pero cuando llegó la 476ª noche

Ella dijo:

‘¡...Y ahora, me despido de ti en Alah!’ Juder contestó: ‘¡Alah aumente tu prosperidad y tus beneficios! ¡Muchas gracias!’ Y subió a los lomos de la mula, llevando consigo los dos sacos dobles, y se puso en camino precedido por el negro.

Y la mula siguió fielmente al negro conductor durante el transcurso del día y de la noche; y únicamente necesitó un día para efectuar el viaje del Maghreb a El Cairo; porque al día siguiente por la mañana Juder se vio ante las murallas de El Cairo y entró en su ciudad natal por la Puerta de la Victoria. Y llegó a su casa. Y vio sentada en el umbral a su madre, que, con la mano tendida a los transeúntes, pedía limosna, diciendo: ‘¡Dadme algo, por Alah!’

Al ver aquello, abandonó la razón a Juder, que apeóse de la mula, y con los brazos abiertos se abalanzó a su madre, la cual hubo de echarse a llorar al verle. Y la arrastró a la casa, después de coger los dos sacos y confiar la mula al negro para que se la llevara al moghrabín; porque la mula era una gennia y el negro un genni.

Cuando Juder estuvo con su madre dentro de la casa, la hizo sentarse en la estera, y afectado muy penosamente de verla mendigar por la calle, le dijo: ‘¡Oh madre! ¿Están bien mis hermanos?’ Ella contestó: ‘¡Bien están!’ El preguntó: ‘¿Por qué mendigas en la calle?’ Ella contestó: ‘¡Oh hijo mío, porque tengo hambre!’ El dijo: ‘¿Cómo es eso? ¡Antes de partir te di cien dinares un día, cien dinares otro día y mil dinares el día de la marcha!’ Ella dijo: ‘¡Oh hijo mío, tus hermanos imaginaron contra mí una estratagema y consiguieron cogerme todo ese dinero, echándome luego de la casa! ¡Y para no morirme de hambre me he visto obligada a mendigar por las calles!’

El dijo: ‘¡Oh madre mía, ya no tienes nada por qué sufrir estando yo de vuelta! ¡No te preocupe, pues, lo más mínimo! ¡He aquí un saco lleno de oro y de joyas! ¡Y la riqueza abunda hoy en la morada!’ Ella contestó: ‘¡Oh hijo mío, verdaderamente naciste bendito y afortunado! ¡Concédate Alah sus buenas mercedes y aumente sobre ti sus beneficios! ¡Ve ahora, hijo mío, en busca de un poco de pan para ambos, porque ayer me acosté sin haber comido nada, y esta mañana estoy en ayunas todavía!’ Y al oír hablar de pan, Juder sonrió, y dijo: ‘La bienvenida y la liberalidad sobre ti, ¡oh madre mía! ¡No tienes más que pedir los manjares que anheles, y te los daré al instante, sin tener que ir a comprarlos al zoco ni guisarlos en la cocina!’ Ella dijo: ‘¡Oh hijo mío! ¡El caso es que no veo que tengas nada de comer! ¡Y por todo equipaje no has traído más que esos dos sacos, vacío uno de ellos!’ El dijo: ‘¡Tengo todos los manjares que quieras y de todos los colores!’ Ella dijo: ‘¡Hijo mío el hambre!’ El dijo: ‘¡Es verdad! ¡Cuando el hombre está necesitado se contenta con la menor cosa! ¡Pero habiendo abundancia de todo, da gusto escoger y comer sólo las cosas más delicadas! ¡Y he aquí que tengo en abundancia de todo, y puedes elegir!’

Ella dijo ‘¡Entonces, hijo mío, deseo un panecillo caliente y un pedazo de queso!’

El contestó: ‘¡Oh madre mía! ¡Eso no es digno de tu categoría!’ Ella dijo: ‘Más bien que yo sabrás tú lo que es mejor. ¡Has, pues, lo que mejor te parezca!’ El dijo: ‘¡Oh madre mía! ¡Me parece lo mejor y más digno de tu categoría un cordero asado, y también unos pollos asados y arroz sazonado con pimienta! ¡Asimismo, me parecen propios de tu categoría las tripas rellenas, las calabazas rellenas, los carneros rellenos, las chuletas rellenas, la kenafa hecha con almendras, miel de abejas y azúcar, los pasteles rellenos de alfónsigos y perfumados con ámbar y los losanges de Baklaua!’

Al oír estas palabras, la pobre mujer creyó que su hijo se burlaba de ella o que había perdido la razón, y exclamó: ‘¡Yuh! ¡Yuh! ¿Qué te ha sucedido, ¡oh hijo mío! ¡oh Juder!? ¿Sueñas, o acaso te has vuelto loco?’ El dijo: ‘¿Y por qué?’ Ella contestó: ‘¡Pues porque acabas de citarme cosas tan asombrosas y tan caras y tan difíciles de preparar, que costaría un trabajo ímprobo poseerlas!’ El dijo: ‘¡Por mi vida, que necesito absolutamente que comas al instante cuanto acabo de enumerar!’

Ella contestó: ‘¡Pues aquí no veo por ninguna parte nada de eso!’ El dijo: ‘¡Tráeme el saco!’ Y le llevó ella el saco, y lo palpó y lo encontró vacío. Se lo dio, sin embargo, y al punto metió la mano él en el saco y extrajo primero un plato de oro en que se alineaban, olorosas y húmedas y nadando en su propia salsa apetitosa, las tripas rellenas; luego metió la mano por segunda vez, y una porción de veces más, para ir sacando sucesivamente todas las cosas que había enumerado y hasta algunas otras que no hubo de enumerar. Y le dijo su madre: ‘¡Hijo mío, el saco es pequeñito y estaba completamente vacío, y he aquí que sacaste de él todos esos manjares y todos esos platos! ¿Dónde estaba todo eso?’ El dijo: ‘¡Oh madre mía! ¡Has de saber que este saco me lo dio el moghrabín! ¡Y está encantado! ¡Tiene por servidor un genni que obedece las órdenes que se le dan según tal fórmula!’ Y le dijo la fórmula. Y le preguntó su madre: ‘Así, pues, si yo meto la mano en este saco pidiendo un manjar con arreglo a la fórmula, ¿lo encontraré?’ El dijo: ‘¡Sin duda!’ Entonces metió la mano ella, y dijo: ‘¡Oh servidor de este saco! ¡Por la virtud de los Nombres Mágicos que lo pueden todo sobre ti, te conjuro a que me traigas además otra chuleta rellena...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.”

Continuará: La cuadringentésima septuagésima séptima noche

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Valram

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