domingo, 16 de agosto de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La tricentésima septuagésima tercera noche

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Pero cuando llegó la 373ª noche

Ella dijo:

…Entonces la madre de Hassib corrió a sacar de la maleta, donde la había guardado con sus alhajas, la hojita de papel, único legado del sabio Danial, y fue a entregársela a Hassib, que la cogió y la desenrolló.

Y leyó en ella estas sencillas palabras:

‘Toda ciencia es vana, porque llegaron los tiempos en que el Elegido de Alah indicará a los hombres las fuentes de la sabiduría. ¡Se llamará Mohammed! ¡Con él y con sus compañeros y con sus creyentes sean la paz y la bendición hasta la extinción de las edades!’

Y tal es ¡oh rey afortunado! -continuó Schehrazada- la historia de Hassib, hijo de Danial, y de la reina Yamlika, princesa subterránea. ¡Pero Alah es más sabio!

Cuando Schehrazada hubo acabado de contar esta historia extraordinaria, el rey Schahriar exclamó de repente:

‘Siento que me invade el alma un gran fastidio, Schehrazada. ¡Y ten cuidado, porque como esto continúe, me parece que mañana por la mañana estará por un lado tu cabeza y tu cuerpo por el otro!’

Al oír estas palabras, la pequeña Doniazada, compungida, se acurrucó más aún en la alfombra, y Schehrazada contestó sin inmutarse: ‘En ese caso ¡oh rey afortunado! voy a contarte una o dos historias cortas, lo preciso para pasar el resto de la noche. ¡Al fin y al cabo, Alah es el Omnisciente!’

Y preguntó el rey Schahriar: ‘¿Pero cómo vas a arreglarte para: encontrar una historia que sea breve y divertida a la vez?’ Schehrazada sonrió, y dijo: ‘Precisamente ¡oh rey afortunado! esas historias son las que mejor conozco. Voy, pues, a contarte al instante una o dos anécdotas entresacadas del Parterre florido del ingenio y el jardín de la galantería. ¡Y después quiero que me cortes la cabeza!’

Y dijo en seguida:

El Parterre florido del ingenio y el jardín de la galantería
Al-Raschid y el cuesco

He llegado a saber ¡oh rey afortunado! que un día en que el califa Harún Al-Raschid se sentía presa del fastidio y se hallaba en el mismo estado de espíritu en que se halla en este momento Tu Serenidad, salió a pasear por el camino que va de Bagdad a Bassra, llevando en su compañía a su visir Giafar Al-Barmaki, a su copero favorito Abu-Ishak y al poeta Abu-Nowas.

Mientras se paseaban y el califa seguía con la mirada torva y los labios apretados, pasó por el camino un jeique montado en un burro. Entonces el califa se encaró con su visir Giafar, y le dijo: ‘¡Interroga a ese jeique por el lugar adonde se dirige!’ Y Giafar, que desde hacía un momento no sabía qué inventar para distraer al califa, resolvió al punto divertirle a costa del jeique, que iba tranquilamente por su camino, dejando el ronzal suelto sobre el cuello del asno que le conducía. Se acercó, pues, al jeique, y le preguntó: ‘¿Adónde se va, ¡oh venerable!?’

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente”

Continuará: La tricentésima septuagésima cuarta noche

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Valram

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