lunes, 7 de diciembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima octogésima sexta noche

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Y cuando llegó la 486ª noche

Ella dijo:

...Al cabo de este tiempo, Salem dijo a Salim: ‘¡Oh hermano mío! ¿Hasta cuándo vamos a permanecer en tal estado? ¿Nos vamos a pasar toda la vida como servidores de Juder, sin disfrutar a nuestra vez de la autoridad y la felicidad mientras Juder viva?

Salim contestó: ‘¿Qué podríamos hacer para matarle y quitarle el anillo y el saco? ¡Sólo tú sabrás combinar alguna estratagema para llegar a matarle, porque eres más experto y más inteligente que yo!’ Dijo Salem: ‘Si combinara yo una estratagema para su muerte, ¿te conformarías con que yo fuese sultán y te tuviese a ti por visir de Mi Derecha? ¡Y sería para mí el anillo y para ti el saco!’ El otro dijo: ‘¡Acepto!’ Y acordaron el asesinato de Juder para alcanzar el poder soberano y disfrutar como reyes los bienes de este mundo.

Cuando hubieron combinado la estratagema, fueron en busca de Juder y le dijeron: ‘¡Oh hermano nuestro! ¡Quisiéramos que esta tarde te dignaras darnos el gusto de ir a merendar en nuestro mantel, por que hace mucho tiempo que no te hemos visto franquear el umbral de nuestra hospitalidad!’ Dijo Juder: ‘¡Pues no os atormentéis por eso! ¿En casa de cuál de vosotros dos debo presentarme a aceptar la invitación?

Salem contestó: ‘¡Primero en mi casa! ¡Y cuando hayas probado los manjares de mi hospitalidad, irás a aceptar la invitación de mi hermano!’ Juder repuso: ‘No hay inconveniente. Y fue a ver a Salem en sus habitaciones del palacio.

¡Pero no sabía lo que le esperaba, porque apenas tomó el primer bocado del festín, cayó hecho trizas, con la carne por un lado y los huesos por otro! El veneno había surtido su efecto.

Entonces se levantó Salem y quiso sacarle del dedo el anillo; pero como el anillo no quería salir, le cortó el dedo con un cuchillo. Cogió entonces el anillo y frotó el engarce. Al punto apareció el efrit Trueno-Penetrante, servidor del anillo, que dijo: ‘¡Héme aquí! ¡Pide y obtendrás!’ Salem le dijo: ‘Te ordeno que te apoderes de mi hermano Salim y le mates. ¡Luego le cogerás y también cogerás a Juder, que está ahí sin vida, y arrojarás los dos cuerpos, el del envenenado y el del asesinado, a los pies de los principales jefes de las tropas!’ Y el efrit Trueno, que obedecía todas las órdenes dadas por cualquier poseedor del anillo, fue a buscar a Salim y le mató; después cogió los dos cuerpos sin vida y los arrojó a los pies de los jefes de las tropas, que precisamente estaban reunidos comiendo en la sala de las comidas.

Cuando los jefes de las tropas vieron los cuerpos sin vida de Juder y de Salim, dejaron de comer y alzaron los brazos, encantados y temblorosos, preguntando al mared: ‘¿Quién cometió ese crimen en las personas del rey y del visir?’ El otro contestó: ‘¡Su hermano Salem!’ Y en aquel mismo momento hizo Salem su entrada, y les dijo: ‘¡Oh jefe de mis tropas y vosotros todos, soldados míos, comed y estad contentos! Me he hecho dueño de este anillo que arrebaté a mi hermano Juder. Y este mared que tenéis ante vosotros es el mared Trueno-Penetrante, servidor del anillo. ¡Y soy yo quien le ha ordenado que diera muerte a mi hermano Salim para no tener que compartir el trono con él! ¡Por otra parte, era un traidor, temía que me traicionase! ¡Así es que, como Juder ha muerto, quedo yo por sultán único! ¿Queréis aceptarme para rey, o queréis mejor que frote el anillo y haga que el efrit os mate a todos, grandes y pequeños, hasta el último?’

Al oír estas palabras, los jefes de las tropas, poseídos de un temor grande, no osaron protestar, y contestaron: ‘¡Te aceptamos por rey y sultán!’

Entonces ordenó Salem que se celebraran los funerales de sus hermanos. Luego convocó al diwán, y cuando todo el mundo estuvo de vuelta de los funerales, se sentó en el trono; y recibió como rey los homenajes de sus súbditos, después de lo cual, dijo: ‘¡Ahora quiero que se extienda mi contrato matrimonial con la esposa de mi hermano!’

Le contestaron: ‘¡No hay inconveniente! ¡Pero es preciso esperar a que pasen los cuatro meses y diez días de viudedad!’

Salem contestó: ‘¡Conmigo no rezan esas formalidades ni otras fórmulas análogas! ¡Por la vida de mi cabeza, que necesito entrar en la esposa de mi hermano esta misma noche!’ No hubo más remedio que extender el contrato de matrimonio, y se previno de la cosa a la esposa de Juder, El- Sett Asia, la cual repuso: ‘¡Que venga...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.”

Continuará: La cuadringentésima octogésima séptima noche

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Valram

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