martes, 24 de noviembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima septuagésima tercera noche

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Pero cuando llegó la 473ª noche

Ella dijo:

‘...Sabe ¡oh Juder! que en cuanto yo me ponga a recitar las fórmulas mágicas sobre el incienso humeante, el agua del río empezará a disminuir poco a poco, y el río acabará por secarse completamente y dejar su lecho al descubierto. Entonces verás que en la pendiente del cauce seco se te aparece una gran puerta de oro, tan alta como la puerta de la ciudad, con dos aldabas del mismo metal. Dirígete a esa puerta y golpéala muy ligeramente con una de las aldabas que tiene en cada hoja, y espera un instante. Llama luego con un segundo aldabonazo más fuerte que el primero, ¡y espera todavía! Después llamarás con un tercer aldabonazo más fuerte que los otros dos, y no te muevas ya. Y cuando hayas llamado así con tres aldabonazos consecutivos, oirás gritar a alguien desde dentro: «¿Quién llama a la puerta de los Tesoros sin saber romper los encantos?» Tú contestarás: «¡Soy Juder el pescador, hijo de Omar, de El Cairo! Y se abrirá la puerta y en el umbral se te aparecerá un personaje que ha de decirte, alfanje en mano: «¡Si eres verdaderamente ese hombre, presenta el cuello para que te corte la cabeza! Y le presentarás tu cuello sin temor, y alzará sobre ti el alfanje, cayendo a tus pies inmediatamente, ¡y no verás ya más que un cuerpo sin alma! Y no te habrá hecho daño alguno. Pero si por miedo te niegas a obedecerle, te matará en aquella hora y en aquel instante.

‘Cuando hayas roto de tal modo ese primer encanto, pasarás dentro y verás una segunda puerta, a la que llamarás con un aldabonazo solo, pero muy fuerte. Entonces se te aparecerá un jinete con una lanza grande al hombro, y te dirá, amenazándote con su lanza enristrada de repente: «¿Qué motivo te trae a estos lugares que no frecuentan ni pisan nunca las hordas humanas ni las tribus de los genn?» Y por toda respuesta, le presentarás resueltamente tu pecho descubierto para que te hiera; y te dará con su lanza. Pero no sentirás daño ninguno, y caerá él a tus pies, ¡y no verás más que un cuerpo sin alma! ¡Pero te matará si retrocedes!

‘Llegarás entonces a una tercera puerta, por la que saldrá a tu encuentro un arquero que te amenazará con su arco armado de flecha; pero preséntale resueltamente tu pecho como blanco, ¡y caerá a tus pies convertido en un cuerpo sin alma! ¡No obstante, te matará, como vaciles!

‘Penetrarás más adentro y llegarás a una cuarta puerta, desde la cual se abalanzará sobre ti un león de cara espantosa, que abrirá las anchas fauces para devorarte. No has de tenerle ningún miedo ni huir de él, sino que le tenderás tu mano, y en cuanto le des con ella en la boca, caerá a tus pies sin hacerte daño.

‘Dirígete entonces a la quinta puerta, de la que verás salir a un negro de betún que te preguntará: «¿Quién eres» Tú dirás: «¡Soy Juder!» Y te contestará él: «¡Si eres verdaderamente ese hombre, intenta abrir la sexta puerta!»

‘Al punto irás a abrir la sexta puerta, y exclamarás: «¡Oh Jesús, ordena a Moisés que abra la puerta! » Y la puerta se abrirá ante ti y verás aparecer dos dragones enormes, uno a la derecha y otro a la izquierda, los cuales saltarán sobre ti con las fauces abiertas. ¡No tengas miedo! Tiéndele a cada uno una de tus manos, en las que te querrán morder; pero en vano, porque ya habrán caído impotentes a tus pies. Y sobre todo no aparentes temerlos, pues tu muerte sería segura.

‘Llegarás a la séptima puerta, por último, y llamarás en ella. ¡Y la persona que ha de abrirte y aparecerte en el umbral, será tu madre! Y te dirá: «¡Bienvenido seas, hijo mío! ¡Acércate a mí para que te desee la paz!» Pero le contestarás: «¡Sigue donde estabas! ¡Y desnúdate!»

Ella te dirá: «¡Oh hijo mío, soy tu madre! ¡Y me debes alguna gratitud y respeto, en gracia a que te amamanté y a la educación que te di! ¿Cómo quieres obligarme a que me ponga desnuda?» Tú le contestarás, gritando: «¡Si no te quitas la ropa, te mato!» Y cogerás un alfanje que hallarás colgado en la pared, a la derecha, y le dirás: «¡Empieza pronto!» Y ella procurará conmoverte y hará para engañarte, para que te apiades de ella. Pero guárdate de dejarte persuadir por sus ruegos, y cada vez que se quite una prenda de vestir, has de gritarle: «¡Quítate lo demás!» Y continuarás amenazándola con la muerte hasta que esté completamente desnuda. ¡Pero entonces verás que se desvanece y desaparece!

‘Y de esta manera ¡oh Juder! habrás roto todos los encantos y disuelto todos los hechizos, a la vez que pondrás en salvo tu vida. Y te restará sólo recoger el fruto de tus trabajos.

‘A tal fin, no tendrás más que franquear esa séptima puerta, y dentro encontrarás montones de oro. Pero no les prestes la menor atención, y dirígete a un pabellón pequeño que hay en medio de la estancia del tesoro, y sobre el cual se extiende una cortina corrida. ¡Levanta entonces la cortina, y verás, acostado en un trono de oro, al gran mago Schamardal, el mismo a quien pertenece el tesoro! Y junto a su cabeza verás brillar una cosa redonda como la luna: es la esfera celeste. ¡Le verás con el alfanje consabido a la cintura, con el anillo en un dedo y con la redomita del kohl sujeta al cuello por una cadena de oro! ¡No vaciles entonces! ¡Apodérate de esos cuatro objetos preciosos, y date prisa a salir del tesoro para venir a entregármelos!

‘Pero ten mucho cuidado ¡oh Juder! con no olvidar nada de lo que acabo de enseñarte o con no obrar conforme a mis recomendaciones. ¡En ese caso, te arrepentirás de ello más tarde, y habría que temer mucho por ti!’

Y cuando hubo hablado, así, el moghrabín reiteró a Juder sus recomendaciones una, dos, tres y cuatro veces para que se las aprendiera bien, y siguió repitiéndoselas, hasta que el propio Juder le dijo: ‘¡Ya lo sé perfectamente! ¿Pero qué ser humano...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana. v se calló discreta.”

Continuará: La cuadringentésima septuagésima cuarta noche

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Valram

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