sábado, 10 de enero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima cuadragésima octava noche

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"Pero cuando llegó la 148ª noche

Schehrazada dijo:

Cuento de la tortuga y el martín-pescador

Se cuenta en uno de mis libros antiguos, ¡oh rey afortunado! que un martín-pescador estaba un día a orillas de un río y observaba atentamente alargando el pescuezo, la corriente del agua. Pues tal era el oficio que le permitía ganarse la vida y alimentar a sus hijos, y lo ejercía sin pereza, desempeñando honradamente su profesión.

Y mientras vigilaba de tal modo el menor remolino y la ondulación más leve, vio deslizarse por delante de él, y detenerse contra la peña en que estaba observando, un cuerpo muerto de la raza humana. Entonces lo examinó, y viendo que tenía heridas de importancia en todos sus miembros y rastros de lanzazos y sablazos, pensó para sí: '¡Debe de ser algún bandido al cual han hecho expiar sus fechorías!'

Después levantó las alas y saludó al Retribuidor, diciendo: 'Bendito sea Aquel que hace servir a los malos después de muertos para el bienestar de sus buenos servidores!' Y se dispuso a precipitarse sobre el cuerpo para arrancarle algunos pedazos, y llevárselos a sus crías, y comérselos con ellas. Pero enseguida vio que el cielo se oscurecía por encima de él con una nube de grandes aves de rapiña, como buitres y gavilanes, que empezaron a dar vueltas en grandes círculos, acercándose cada vez más.

Al ver aquello, el martín-pescador se sintió sobrecogido del temor de que lo devorasen aquellos lobos del aire, y se apresuró a largarse a todo vuelo lejos de allí. Y pasadas muchas horas se detuvo en la copa de un árbol que se hallaba en medio del río, hacia su desembocadura, y aguardó allí a que la corriente arrastrara hasta aquel sitio el cuerpo flotante. Y muy entristecido se puso a pensar en las vicisitudes y en la inconstancia de la suerte.

Y se decía: 'He aquí que me veo obligado a alejarme de mi país y de la orilla que me vio nacer, y en la cual están mis hijos y mi esposa. ¡Ah, cuán vano es el mundo! ¡Y cuánto más vano todavía el que se deja engañar por sus exterioridades, y confiando en la buena suerte vive al día, sin ocuparse del mañana! ¡Si yo hubiese sido más prudente habría hacinado provisiones para los días de necesidad como el de hoy, y los lobos del aire no me habrían asustado al haber venido a disputarme mis ganancias! ¡Pero el sabio nos aconseja la paciencia en tales trances! ¡Tengámosla, pues!'

Y mientras recapacitaba de esta manera, vio a una tortuga que, saliendo del agua y nadando lentamente, avanzaba hacia el árbol en que él se encontraba. Y la tortuga levantó la cabeza, le vio en el árbol, y enseguida le deseó la paz, y le dijo: '¿Cómo es, ¡oh pescador! que has desertado del ribazo en que generalmente te hallabas?'

El pájaro respondió:

'Si bajo la misma tienda que te alberga y en tu mismo país llega a habitar un rostro desagradable, sólo una determinación has de tomar: déjale tu tienda y tu país y apresúrate a marcharte! 'Y yo ¡Oh buena tortuga! He visto mi ribazo dispuesto a ser invadido por los lobos del aire, y para que no me impresionaran de mala manera sus caras desagradables, he preferido dejarlo todo y marcharme hasta que Alah quiera compadecerse de mi suerte'.

Cuando la tortuga oyó estas palabras, dijo al martín-pescador:

'Desde el momento en que es así, aquí me tienes entre tus manos, dispuesta a servirte con toda mi abnegación y a hacerte compañía en tu abandono e indigencia, pues ya sé lo desdichado que es el extranjero lejos de su país y de los suyos, y cuán dulce es para él hallar afecto y solicitud entre los desconocidos. Y yo, aunque sólo te conozco de vista, seré para ti una compañera atenta y cordial'.

Entonces, el martín-pescador dijo:

'¡Oh tortuga de buen corazón, que eres dura por fuera y tierna por dentro! ¡Comprendo que voy a llorar de emoción ante la sinceridad de tu oferta! ¡Cuántas gracias te doy! ¡Y cuán razonables son tus palabras acerca de la hospitalidad que se ha de conceder a los extranjeros, y la amistad que se ha de otorgar a las personas en el infortunio! Porque verdaderamente, ¿qué sería la vida sin amigos y sin las conversaciones con los amigos, y sin las risas y las canciones con los amigos?

¡El sabio es el que sabe encontrar amigos conforme a su temperamento, pues no se puede considerar amigos a los seres con los que hay que tratar en razón del oficio, como yo trataba con los martín-pescadores de mi especie, que me envidiaban por mis pescas y mis hallazgos! Así es que ahora deben estar muy contentos con mi ausencia esos tristes compañeros, que sólo saben mostrar sus mezquinos intereses, ¡pero nunca piensan en elevar su alma hacia el Dador! Siempre están con el pico vuelto hacia la tierra. ¡Y tienen alas, pero no las utilizan! ¡Por eso la mayoría de ellos no podría volar aunque quisieran! ¡Sólo se sumergen y a veces se quedan en el fondo del agua!

Al oír estas palabras, la tortuga, que escuchaba silenciosa, exclamó: '¡Oh martín-pescador, baja para que te abrace!' Y él bajó del árbol, y la tortuga le besó entre los ojos, y le dijo:

'¡Verdaderamente! ¡Oh hermano mío! No has nacido para vivir en comunidad con las aves de tu raza, que están completamente desprovistas de sutileza, y no poseen modales exquisitos! ¡Quédate conmigo, y nuestra vida será agradable en este rincón de la tierra, perdido en medio del agua, a la sombra de este árbol y entre el rumor de las olas!'

Pero el martín pescador le dijo: '¡Te doy las gracias hermana tortuga!, pero: ¿y los niños? ¿Y mi esposa?'

La tortuga respondió:

'¡Alah es grande y misericordioso! ¡Nos ayudará a transportarlos hasta aquí, y pasaremos días tranquilos y libres de toda zozobra! 'Al oírla, el martín-pescador dijo: '¡Oh tortuga! demos juntos gracias al Óptimo, que ha permitido que nos reuniéramos!' Y exclamó:

¡Loor a Nuestro Señor! Da riquezas a unos y pobreza a otros. Sus designios son sabios y bien calculados.

¡Loor a Nuestro Señor! ¡Cuántos pobres son ricos en sonrisas! ¡Cuántos ricos son pobres de alegría!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente. Entonces el rey Schahriar dijo: '¡Oh Schehrazada! tus palabras alejan de mí los feroces pensamientos. ¡Quisiera saber si conoces historias de lobos, por ejemplo, o de animales montaraces!'

Y contestó Schehrazada: '¡Precisamente son las historias que mejor conozco!'

Entonces el rey Schahriar dijo: '¡Apresúrate, pues, a contarlas!'

Y Schehrazada prometió contarlas en la noche venidera."

Continuará: La centésima cuadragésima novena noche...

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Valram

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