sábado, 16 de agosto de 2008

Las mil noches y una noche. El asno, el buey y el labrador (3/3). Versión original, sin cortes

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Tercera de tres partes…
(Termina: “Fábulas del asno, el buey y el labrador”):

“Mientras tanto, Schehrazada decía a su hermana Doniazada: ‘Te mandaré llamar cuando esté en el palacio, y así que llegues y veas que el rey ha terminado su cosa conmigo, me dirás: ‘Hermana, cuenta alguna historia maravillosa que nos haga pasar la noche’. Entonces yo narraré cuentos que, si quiere Alah, serán la causa de la emancipación de las hijas de los musulmanes’.

Fue a buscarla después el visir, y se dirigió con ella hacia la morada del rey. El rey se alegró muchísimo al ver a Schehrazada, y preguntó a su padre: ‘¿Es ésta lo que yo necesito?’ Y el visir dijo respetuosamente: ‘Sí, lo es’.

Pero cuando el rey quiso acercarse a la joven, ésta se echó a llorar. Y el rey le dijo: ‘¿Qué te pasa?’ Y ella contestó ‘¡Oh, rey poderoso, tengo una hermanita de la cual quisiera despedirme!’ El rey mandó buscar a la hermana, y apenas vino se abrazó a Schehrazada, y acabó por acomodarse cerca del lecho. Entonces el rey se levantó, y cogiendo a Schehrazada, le arrebató la virginidad. Después empezaron a conversar.

Doniazada dijo entonces a Schehrazada: ‘¡Hermana, por Alah sobre ti!, cuéntanos una historia que nos haga pasar la noche’.

Y Schehrazada contestó: ‘De buena gana, y como un debido homenaje, si es que me lo permite este rey tan generoso, dotado de tan buenas maneras.

El rey, al oír estas palabras, como no tuviese ningún sueño, se prestó de buen grado a escuchar la narración de Schehrazada. Y Schehrazada, aquella primera noche, empezó su relato con la historia que sigue:”

Continuará… La primera noche

Saludos
Valram

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Las mil noches y una noche. El asno, el buey y el labrador. (2/3). Versión original, sin cortes

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Segunda de tres partes…
(Continúa: “Fábulas del asno, el buey y el labrador…”):

“Y desde aquel día no dejó de hostigarle tenazmente, hasta que le puso en una gran perplejidad. Entonces el comerciante mandó llamar a sus hijos, y así como al kadí (1) y a unos testigos. Quiso hacer testamento antes de revelar el secreto a su mujer, pues amaba a su esposa entrañablemente porque era la hija de su tío paterno (2), madre de sus hijos y había vivido con ella ciento veinte años de su edad. Hizo llamar también a todos los parientes de su esposa y a los habitantes del barrio y refirió a todos lo ocurrido, diciendo que moriría en cuanto revelase el secreto.

Entonces toda la gente dijo a la mujer: ‘¡Por Alah sobre ti! No te ocupes más del asunto; pues va a perecer tu marido, el padre de tus hijos’. Pero ella replicó: ‘Aunque le cueste la vida no le dejaré en paz hasta que me haya dicho su secreto’. Entonces ya no le rogaron más. El comerciante se apartó de ellos y se dirigió al estanque de la huerta para hacer sus abluciones y volver inmediatamente a revelar su secreto y morir.

Pero había un gallo lleno de vigor, capaz de dejar satisfechas a cincuenta gallinas, y junto a él hallábase un perro. Y el comerciante oyó que el perro increpaba al gallo de este modo: ‘¿No te avergüenza el estar tan alegre cuando va a morir nuestro amo?’ Y el gallo preguntó: ‘¿Por qué causa va a morir?’

Entonces el perro contó toda la historia, y el gallo repuso: ‘¡Por Alah! Poco talento tiene nuestro amo. Cincuenta esposas tengo yo y a todas sé manejármelas perfectamente, regañando a unas y contentando a otras. ¡En cambio, él sólo tiene una y no sabe entenderse con ella!

El medio es bien sencillo: bastaría con cortar unas cuantas varas de morera, entrar en el camarín de su esposa y darle hasta que sucumbiera o se arrepintiese. No volvería a importunarle con preguntas’. Así dijo el gallo, y cuando el comerciante oyó sus palabras se iluminó su razón, y resolvió dar una paliza a su mujer.

El visir interrumpió aquí su relato para decir a su hija Schehrazada: ‘Acaso el rey haga contigo lo que el comerciante con su mujer’. Y Schehrazada preguntó: ‘¿Pero qué hizo?’ Entonces el visir prosiguió de este modo:

Entró el comerciante llevando ocultas las varas de morera, que acababa de cortar, y llamó aparte a su esposa: ‘Ven a nuestro gabinete para que te diga mi secreto’. La mujer le siguió; el comerciante se encerró con ella y empezó a sacudirla varazos hasta que ella acabó por decir: ‘¡Me arrepiento, me arrepiento!’ Y besaba las manos y los pies de su marido. Estaba arrepentida de veras. Salieron entonces, y la concurrencia se alegró muchísimo, regocijándose también los parientes. Y todos vivieron muy felices hasta la muerte.

Y cuando Schehrazada, hija del visir, hubo oído este relato, insistió nuevamente en su ruego, dijo: ‘Padre, de todos modos quiero que hagas lo que te he pedido’. Entonces el visir, sin replicar nada, mandó que preparasen el ajuar de su hija, y marchó a comunicar la nueva al rey Schahriar.

(1) El juez.
(2) Su esposa”

Continuará tercera parte…

Saludos
Valram

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