domingo, 2 de noviembre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima cuarta noche

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Y cuando llegó la 84ª noche

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la venerable anciana prosiguió de esta manera:

‘Se cuenta que el califa Abu-Giafar Al-Mansur quiso nombrar kadí a Abí-Hanifa y señalarle diez mil dracmas al año. Pero cuando Abí-Hanifa se enteró de la intención del califa, rezó la oración matutina, se envolvió en su ropón blanco y se sentó sin decir una palabra. Entonces entró el enviado del califa, para entregarle por anticipado los diez mil dracmas y anunciarle su nombramiento. Pero Abí-Hanifa no contestó palabra a todo el discurso del enviado. Entonces el enviado dijo: ‘Puedes estar seguro de que todo este dinero que te traigo es cosa lícita y admitida por el Libro Noble’. Pero Abí-Hanifa replicó: ‘Verdaderamente, es cosa lícita, ¡pero Abí-Hanifa no será jamás servidor de los tiranos!’

Y dichas estas palabras, la anciana añadió: ‘Habría querido, ¡oh rey! recordarte más rasgos admirables de la vida de nuestros sabios antiguos. Pero he aquí que la noche se acerca; además, ¡los días de Alah son numerosos para sus servidores!’ Y la santa anciana se volvió a echar el velo sobre los hombros, y retrocedió hacia el grupo formado por las cinco doncellas.

El visir Dandán, al llegar a este punto, cesó de hablar un momento, pero a los pocos instantes añadió:

Cuando el rey Ornar Al-Nemán hubo oído estas palabras edificantes, comprendió que aquellas mujeres eran las más perfectas de su siglo, al mismo tiempo que las más bellas y las de espíritu y cuerpo más cultivados. Y no supo qué consideraciones guardarles que fueran dignas de ellas, y quedó completamente encantado con su hermosura, y las deseó ardientemente, al mismo tiempo que se llenaba de respeto hacia la santa anciana que las guiaba. Y por lo pronto les dio para vivienda los aposentos reservados que habían pertenecido en otro tiempo a la reina Abriza, reina de Kaissaria. Y durante diez días seguidos fue personalmente a saber de ellas y a ver por sí mismo si les faltaba algo, y cada vez que iba encontraba a la vieja rezando, pues pasaba los días entregada al ayuno y las noches a la meditación. Y tanto le edificó su santidad, que un día me dijo: ‘¡Oh mi visir! ¡Qué bendición es tener en palacio una santa tan admirable! Mi respeto hacia ella es tan grande como mi amor hacia esas jóvenes. Puesto que han transcurrido los diez días de nuestra hospitalidad y podemos hablar de negocios, ven conmigo para pedir a la anciana que fije el precio de esas jóvenes, de esas cinco vírgenes de pechos redondos’.

Fuimos, pues, en seguida, y tu padre se lo preguntó a la anciana, que le dijo: ‘¡Oh rey! sabe que el precio de esas jóvenes está fuera de las condiciones ordinarias, porque su precio no se paga en oro, ni en plata, ni en pedrerías’.

Al oír estas palabras, el rey Omar se quedó extraordinariamente asombrado, y le preguntó: ‘¡Oh venerable señora! ¿En qué consiste el precio de estas jóvenes?’ Y ella contestó: ‘No puedo vendértelas más que con una sola condición: un ayuno de todo un mes, durante el cual te dedicarás a la meditación y a la plegaria. Y al cabo de este mes de ayuno completo, con el cual tu cuerpo se purificará y se hará digno de comulgar con el cuerpo de esas jóvenes, podrás disfrutar totalmente de sus dulzuras'‘.

Entonces el rey Omar quedó asombrado hasta el límite del asombro, y su respeto a la anciana ya no conoció límites. Y se apresuró a aceptar sus condiciones. Pero la anciana le dijo: ‘Por mi parte te ayudaré con mis oraciones y con mis votos a soportar el ayuno. Ahora tráeme una colodra de cobre’. Y el rey le entregó una colodra de cobre, que ella llenó de agua pura, y empezó a decir oraciones en una lengua desconocida y a murmurar durante una hora frases que ninguno de nosotros entendimos.

Después cubrió la colodra con una tela transparente, la precintó con su sello, y la entregó a tu padre, diciéndole:

‘Al cabo de los diez días, cortarás el ayuno bebiendo esta agua santa, que te fortalecerá y te lavará de todas las mancillas pasadas. Y ahora me voy a buscar a la Gente de lo Invisible, que son mis hermanos, pues hace mucho tiempo que no los he visto. Volveré en la mañana del undécimo día’. Y dichas estas palabras, deseó la paz a tu padre, y se fue.

Entonces el rey eligió una celda completamente aislada del palacio, en la cual no puso más muebles que la colodra de cobre, y se encerró allí para entregarse a la meditación y al ayuno y hacerse merecedor de los cuerpos de aquellas jóvenes. Cerró la puerta por dentro, se metió la llave en el bolsillo y...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima quinta noche

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Valram

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Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima tercera noche

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Y cuando llegó la 83ª noche

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven prosiguió en esta forma:

‘La pastorcilla tenía un trasero muy gordo, y el viento de cuando en cuando adhería a sus redondeces el ligerísimo vestido, y otras veces levantaba la falda y dejaba completamente desnudo el trasero de la pastora. Pero Muza, cada vez que se le aparecía el trasero desnudo, cerraba los ojos para no verlo. Y como temía que la tentación llegara a ser demasiado fuerte, dijo a la muchacha: ‘Déjame ir delante de ti’. Y la joven, bastante sorprendida, echó a andar detrás de Muza. Y acabaron los dos por llegar a casa de Schoaib.

Y cuando Schoaib vio entrar a Muza, se levantó en honor suyo, y como la comida estaba dispuesta, le dijo: ‘¡Oh Muza! que la hospitalidad en esta casa te sea amplia y cordial por lo que has hecho por mis hijas’.

Pero Muza contestó: ‘¡Oh padre mío! No vendo ni por oro ni por plata los actos que ejecuto pensando en el juicio’.

Y Schoaib replicó: ‘¡Oh joven!, eres mi huésped, y acostumbro ser hospitalario y generoso con mis huéspedes; pues tal fue la costumbre de todos mis antepasados. Quédate, pues, aquí, y come con nosotros’. Y Muza se quedó y comió con ellos. Y al acabar la comida, Schoaib dijo a Muza: ‘¡Oh mi joven huésped! vivirás con nosotros y llevarás a pacer el rebaño. Y a los ocho años; como precio a tus servicios, te casaré con aquella de mis hijas que ha ido a buscarte a la fuente’.

Y Muza esta vez aceptó, y dijo para sí: ‘¡Ahora que la cosa será lícita con la joven, podré usar sin reticencias su trasero bendito!’

‘Se cuenta que Ibn-Bitar hubo de encontrarse con uno de sus amigos, que le preguntó: ‘¿En dónde has estado tanto tiempo que no te he visto?’ Ibn-Bitar repuso: ‘He estado con mi amigo Ibn-Scheab. ¿Lo conoces?’ Y el otro contestó: ‘¡Ya lo creo que lo conozco! Es vecino mío desde hace más de treinta años, pero nunca le he dirigido la palabra’. Entonces Ibn-Bitar dijo: ‘¡Oh desventurado! ¿No sabes que al que no quiere a sus vecinos no le quiere Alah? ¿Y no sabes que debemos tantas consideraciones a nuestro vecino como a nuestro pariente?’

‘Un día, Ibn-Adham dijo a uno de sus amigos que volvía con él de la Meca: ‘¿Cuál es tu vida?’ Y el otro contestó: ‘Cuando tengo para comer, como, y cuando tengo hambre y no tengo dinero, lo tomo con paciencia’. E Ibn-Adham contestó: ‘¡En realidad, haces lo mismo que los perros del país de Balkh! En cuanto a nosotros, cuando Alah nos da pan, lo glorificamos, y cuando no tenemos que comer, le damos las gracias de todas maneras’.

Entonces el hombre exclamó: ‘¡Oh maestro mío!’ Y no dijo más.

‘Cuentan que Mohammed ben-Omar preguntó un día a un hombre muy austero: ‘¿Qué piensas de la esperanza que se debe tener en Alah?’ Y el hombre dijo: ‘Pongo mi esperanza en Alah, por dos cosas: porque el pan que yo como nunca se lo come otro, y porque si he venido al mundo ha sido por voluntad de Alah’. Y dichas estas palabras, la quinta joven retrocedió junto a sus compañeras. Entonces se adelantó pausadamente la venerable anciana. Besó nueve veces la tierra entre las manos de tu difunto padre el rey Omar Al-Neman y dijo:

Palabras de la anciana

‘¡Oh rey Omar! acabas de oír las palabras edificantes de estas jóvenes acerca del desprecio hacia las cosas de aquí abajo, en la medida en que estas cosas deben ser despreciadas. Ahora voy a hablarte de cuanto sé respecto a los hechos y a los dichos de los más grandes entre nuestros antiguos.

‘Se cuenta que el gran iman Al-Schafí (¡que Alah le tenga en su gracia!) dividía la noche en tres partes: la primera para el estudio, la segunda para el sueño, y la tercera para la oración. Y hacia el fin de su vida, velaba toda la noche, sin reservar nada para el sueño.

‘El mismo iman Al-Schafí (¡Alah le tenga en su gracia!) ha dicho: ‘Durante diez años de mi vida, no he querido comer todo el pan de cebada que apetecía. Porque comer demasiado es perjudicial de todas maneras. Se embota el cerebro, se endurece el corazón, se aniquila la inteligencia, se acrecientan la pereza y el sueño, y desaparece hasta la última energía’.

‘El joven lbn-Fuad nos cuenta: ‘Me hallaba un día en Bagdad, cuando habitaba allí el iman Al- Schafí. Y habiendo marchado a la orilla del río para hacer mis abluciones, pasó junto a mí un hombre seguido de una muchedumbre que caminaba silenciosamente detrás de él y me dijo: ‘¡Oh joven paseante! cuida de tus abluciones, y Alah cuidará de ti’. Y al ver a aquel hombre que tenía unas barbas muy largas y un rostro señalado por la bendición, me apresuré a terminar mis abluciones, y le fui siguiendo. Entonces se volvió hacia mí, y me dijo: ‘¿Necesitas pedirme alguna cosa?’

Yo repuse: ‘¡Oh venerable padre! ¡Deseo que me enseñes lo que seguramente has aprendido de Alah el Altísimo!’ Y me dijo: ‘¡aprende a conocerte! ¡Y no obres hasta entonces! ¡Y obra entonces según tus deseos, pero cuidando de no perjudicar al vecino!’ Y siguió su camino sin decir más. Entonces pregunté a los que le seguían: ‘¿Pues quién es ése?’ Y me contestaron: ‘¡Es el iman Mohammed ben-Edris Al-Schafí!’

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima cuarta noche

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Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima segunda noche

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Y cuando llegó la 82ª noche

Ella dijo:

‘Se cuenta también que la hermana del Descalzo fue un día a buscar al iman Ahmad ben-Hanbal, y le dijo: ‘¡Oh santo iman! vengo a ilustrarme. ¡Ilústrame! Por la noche acostumbro velar en la azotea, hilando a la claridad de las luces que pasan, pues no tenemos luz. Y de día hago mis labores y preparo los alimentos. Dime si obro bien usando una luz que no me pertenece’.

Entonces preguntó el iman: ‘¿Quién eres tú?’

Y ella dijo: ‘Soy la hermana de Baschra el Descalzo’.

Y el santo iman se levantó, besó la tierra entre las manos de la joven, y dijo: ‘¡Oh hermana del más perfumado entre los santos! ¿Por qué no podré yo aspirar a toda la pureza de tu corazón?’

‘Se cuenta también que un santo entre los santos ha dicho estas palabras:

‘Cuando Alah quiere bien a alguno de sus servidores, abre ante él la puerta de la inspiración’.

‘También se sabe que cuando Malek ben-Dinar pasaba por los zocos y veía algún objeto que le gustaba, se reconvenía de este modo: ¡Oh Alma mía! es inútil que me tientes porque no te haré caso’.

Y afirmaba: El único medio de salvar el alma, es obedecerla; y el medio seguro de perderla, es hacerle caso’.

‘Y Mansur ben-Omar nos cuenta el caso siguiente: ‘Fui de peregrinación a la Meca, y pasé por la ciudad de Kufa. Y era una noche llena de tinieblas. Y en el seno de la noche oí cerca de mí, sin distinguir de dónde salía, una voz que decía esta oración: ‘¡Oh Señor, lleno de grandeza! no soy de los que se rebelan contra tus leyes, ni de los que ignoran tus beneficios. Y sin embargo, en tiempos pasados he pecado, acaso gravemente, y vengo a implorar tu perdón y la remisión de mis errores. ¡Porque mis intenciones no eran malas y mis actos me hicieron traición!’.

‘Y terminada esta oración, oí que un cuerpo caía pesadamente al suelo. Y no sabía lo que podía ser aquella voz, ni comprendía lo que significaba aquella oración en medio del silencio, porque mis ojos no podían distinguir la boca que la decía, ni podía adivinar qué era aquel cuerpo que caía al suelo pesadamente. Entonces grité: ‘¡Soy Mansur ben-Omar, peregrino de la Meca! ¿Quién necesita que le socorra?’ Y nadie me contestó. Y me fui. Pero al día siguiente vi pasar un entierro, y me uní a la gente que formaba la comitiva, y delante de mí iba una vieja extenuada por el dolor. Y le pregunté: ‘¿Quién es ese muerto?’ Ella respondió: ‘Ayer mi hijo, después de decir la oración, recitó los versículos del Libro Noble que empiezan con estas palabras: ‘¡Oh vosotros que creéis en la Palabra, fortaleced vuestras almas...! Y cuando mi hijo hubo acabado los versículos, ese hombre que está ahora en ese féretro, sintió que le estallaba el hígado, y cayó muerto. Y eso es todo lo que puedo decir’.

Y la cuarta joven, después de estas palabras, retrocedió hacia sus compañeras. Entonces se adelantó la quinta joven, que era la corona sobre la cabeza de todas las jóvenes, y dijo:

Palabras de la quinta joven

‘Yo, ¡oh rey afortunado! te diré cuanto he llegado a saber de las cosas espirituales de pasados tiempos.

‘El sabio Moslima ben-Dinar ha dicho: ‘Todo placer que no impulse tu alma hacia Alah, es una torpeza’.

‘Se cuenta que cuando Muza (¡la paz sea con él!) estaba en la fuente de Modain, llegaron dos pastoras con el rebaño de su padre Schoaib. Y Muza (¡la paz sea con él!) dio de beber a las dos muchachas y al rebaño en el abrevadero de troncos de palmera. Y las dos jóvenes, de regreso a su casa, se lo contaron a su padre Schoaib, que dijo entonces a una de ellas: ‘Vuelve junto al joven y dile que venga a nuestra casa’. Y la muchacha volvió a la fuente; y cuando estuvo cerca de Muza, se cubrió la cara con el velo, y le dijo: ‘Mi padre te ruega que me acompañes para compartir nuestra comida, en recompensa de lo que has hecho por nosotras’.

Pero Muza, muy emocionado, no quiso seguirla al principio, aunque después acabó por decidirse. Y se fue detrás de ella. Ahora bien; la pastorcilla tenía un trasero muy gordo...’

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima tercera noche

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Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima primera noche

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Y cuando llegó la 81ª noche

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la segunda joven prosiguió de este modo:

‘Y por otra parte, ya lo expuso acertadamente el poeta en estos versos:

‘Hay dos cosas que debes evitar siempre: la idolatría hacia Alah, y el mal hacia tu prójimo.’

Y dichas estas palabras, la segunda joven retrocedió hacia sus compañeras. Entonces la tercera joven, que reunía en sí las perfecciones de las otras dos, se adelantó hacia el rey Omar Al-Nemán, y dijo:

Palabras de la tercera joven

‘En cuanto a mí, ¡oh rey afortunado! te diré pocas palabras en este día, porque estoy algo indispuesta, y además recomiendan los sabios la brevedad en el discurso.

Sabe, pues, que Safián ha dicho: ‘¡Si el alma habitase en el corazón del hombre, el hombre tendría alas y volaría hacia los paraísos!’ ‘Y ese mismo Safián ha dicho: ‘¡Sabed que el simple hecho de mirar la cara de una persona fea constituye el pecado más grande contra el espíritu!’

Y habiendo dicho estas frases, la joven retrocedió hacia sus compañeras. Entonces se adelantó la cuarta joven, que ostentaba unas caderas sublimes. Y habló así:

Palabras de la cuarta joven

‘Y yo, ¡oh rey afortunado! heme aquí dispuesta a decirte las palabras que he llegado a saber de la historia de los hombres justos.

Se cuenta que Baschra el Descalzo dijo: ‘¡Guardaos de la cosa más abominable!’ Y los que le escuchaban preguntaron ¿Cuál es la cosa más abominable!’ Y el sabio contestó: ‘El hecho de permanecer mucho tiempo de rodillas, para alardear del rezo, la ostentación de la piedad.’

Entonces le suplicó uno de los presentes: ‘¡Oh padre mío! Enséñame a conocer las verdades ocultas y el secreto de las cosas’. Pero el Descalzo dijo: ¡Oh hijo mío! esas cosas no se hicieron para el rebaño. Y nosotros no podemos ponerlas al alcance del rebaño. Porque apenas de cada cien justos hay cinco que sean puros como la plata virgen’.

‘Y cuenta el jeique Ibrahim: ‘Un día vi a un hombre muy necesitado que acababa de perder una monedilla de cobre. Me acerqué a él y le alargué un dracma de plata, pero el hombre lo rechazó. Y me dijo: ‘¿De qué me serviría toda la plata de la tierra, si sólo aspiro a las dichas inmortales?’

‘Se cuenta también que la hermana del Descalzo fue un día...’

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

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Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima noche

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Y cuando llegó la 80ª noche

Ella dijo:

El gran visir Dandán prosiguió de este modo:

Entonces se adelantó la segunda joven, que tenía una mirada muy brillante y una cara muy fina, animada por una eterna sonrisa. Besó siete veces la tierra entre las manos de tu difunto padre el rey Omar Al-Nemán, y dijo:

Palabras de la segunda joven

Sabe ¡oh rey afortunado! que el sabio Locmán habló así a su hijo: '¡Oh hijo mío! Hay tres cosas que solo pueden comprobarse en tres circunstancias: no se puede saber si un hombre es verdaderamente bueno, más que en sus iras, si un hombre es valeroso, más que en el combate, y si un hombre es afable, más que en la necesidad’.

El tirano sufrirá tormentos y expiará sus injusticias, a pesar de las lisonjas de sus cortesanos, mientras que el oprimido, a pesar de las injusticias se salvará de todo tormento. No trates a la gente por lo que diga, sino por lo que haga. Las acciones no valen más que por la intención que las inspira, y cada hombre será juzgado por sus intenciones y no por sus actos.

Sabe también, ¡oh rey Omar! que la cosa más admirable de nosotros es nuestro corazón. Y preguntándole un día a un sabio cuál es el peor de los hombres, contestó: ‘Aquel que deja que los malos deseos se apoderen de su corazón, porque pierde toda su entereza’. Y el poeta lo dijo muy bien:

‘La única riqueza es la que encierran los pechos. ! ¡Pero cuán difícil es encontrar su camino!’

‘Nuestro Profeta (¡sean con él la paz y la plegaria!) dijo: ‘El verdadero sabio es el que prefiere las cosas inmortales a las perecederas’.

Se cuenta que el asceta Sabet lloró tanto, que se le enfermaron los ojos. Entonces llamaron a un médico, y le dijo: ‘No puedo curarte, como no me prometas una cosa’. Y el asceta preguntó: ‘¿Qué cosa he de prometerte?’ Y dijo el médico: ‘¡Que dejarás de llorar!’ Pero el asceta repuso: ‘¿Y para qué me servirían los ojos si ya no llorara?

‘Y sabe también que la acción más hermosa es la desinteresada. Porque se cuenta que en Israel había dos hermanos; y uno de ellos dijo al otro: ‘¿Cuál es la acción más espantosa que has cometido?’ Y el otro contestó: ‘Es ésta: pasando un día cerca de un gallinero, alargué el brazo, cogí una gallina, y después de estrangularla, la volví a echar al gallinero. Esta es la cosa más espantosa de mi vida. Y tú, hermano mío, ¿qué es lo más espantoso que has hecho?’ Y el otro hermano contestó: ‘Haber rezado a Alah para pedirle una merced, porque la plegaria solo es hermosa cuando encamina el alma hacia las Alturas.’ Y por otra parte…’

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima primera noche

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Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La septuagésima novena noche

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Y cuando llegó la 79ª noche

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el rey Omar dijo a las doncellas: ‘¡Oh gentiles jóvenes! si es cierto que estáis versadas en el saber de las cosas que pasaron, que se adelante cada una de vosotras y me diga lo que mejor entienda de mi agrado’.

Entonces la primera joven, cuya mirada era muy dulce, se adelantó, besó la tierra entre las manos del rey, y dijo:

Palabras de la primera joven

‘Sabed, ¡oh rey del tiempo! que la vida no existiría sin el instinto de ella. Y este instinto de la vida ha sido colocado en el hombre para que pueda, con ayuda de Alah, ser el dueño de sí mismo y acercarse a Alah el Creador. Y la vida ha sido dada al hombre para que desarrolle la belleza, poniéndose por encima de los errores. Y los reyes, que son los primeros entre los hombres deben ser los primeros en el camino de las virtudes y en la senda del desinterés. Y el hombre cuerdo, de espíritu cultivado, debe siempre proceder con dulzura y juzgar con equidad. Y debe guardarse prudentemente de sus enemigos y escoger cuidadosamente sus amigos, y cuando los haya escogido, ya no debe intervenir entre ellos para nada el juez, sino arreglarlo todo por medio de la bondad. Porque, o ha elegido a sus amigos entre los que viven apartados del mundo y dedicados a la santidad, y entonces debe oírlos respetuosamente y atenerse a su juicio, o los ha elegido entre los aficionados a los bienes de la tierra, y entonces debe velar por no herirlos en sus intereses, ni contrariar sus costumbres, ni contradecir sus palabras. La contradicción enajena hasta el afecto del padre y la madre ¡Y un amigo es una cosa tan preciosa! Porque el amigo no es como la mujer, de la cual se puede uno divorciar para sustituirla con otra. La herida hecha a un amigo no se cicatriza nunca, como dice el poeta:

‘Piensa que el corazón del amigo es cosa muy frágil, y que se le debe cuidar como toda cosa frágil’.

‘¡El corazón del amigo, una vez herido, es como el cristal que una vez roto, ya no se puede componer!’

‘Permite ahora que te recuerde algunas palabras de los sabios.

Sabe, ¡oh rey! que un kadí para dar una sentencia justa, debe mandar que se hagan las pruebas de una manera evidente, y tratar a ambas partes por igual, sin demostrar más respeto al acusado rico que al acusado pobre, aunque debe tender ante todo a la reconciliación, para que reine siempre la concordia entre los musulmanes. Y en la duda, debe reflexionar largamente, y volver varias veces sobre sus raciocinios, y abstenerse si prosigue la duda. La justicia es el primero de los deberes, y volver hacia la justicia, si se ha sido injusto, es mucho más noble que haber sido justo siempre, y mucho más meritorio ante el Altísimo. Y no hay que olvidar que Alah el Altísimo ha puesto a los jueces en la tierra solo para juzgar las cosas aparentes, pues se ha reservado para El juicio de las cosas secretas. Y es un deber del kadí no intentar nunca arrancar confesiones a un acusado sometiéndole al tormento ni al hambre, pues es indigno de los musulmanes.

Al-Zahrí ha dicho: ‘Tres cosas denigran a un kadí: manifestar condescendencia hacia un culpable de alta categoría, amar la alabanza y temer perder su cargo’.

Habiendo destituido un día el califa Omar a un kadí, éste le preguntó: ‘¿Por qué me has destituido?’ Y el califa respondió: ‘¡Porque tus palabras sobrepasaban a tus acciones!’

Y el gran Al-Iskandar (Alejandro), el de los Dos Cuernos, reunió un día a su kadí, a su cocinero y a su escriba, y dijo a su kadí: ‘Te he confiado la más alta y pesada de mis prerrogativas regias. ¡Ten, pues, alma regia!’ Y al cocinero le dijo: ‘Te he confiado el cuidado de mi cuerpo, que depende de tu cocina. ¡Has de saber tratarlo con arte y con prudencia!’ Y dijo a su escriba: ‘En cuanto a ti, ¡oh hermano de la pluma! te he confiado las manifestaciones de mi inteligencia. ¡Te conjuro a que me transmitas íntegro a las generaciones por medio de tu escritura!’

Y la joven, dichas estas palabras, se volvió a echar el velo por encima de la cara, y retrocedió hacia sus compañeras. Entonces se adelantó la segunda joven, que tenía...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima noche

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Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La septuagésima octava noche

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Pero cuando llegó la 78ª noche

Ella dijo:

Entonces el rey Daul'makán, vestido con su traje regio, fue a sentarse en el trono levantado en medio de la tienda, debajo de la alta cúpula. Y colocó entre sus rodillas el gran sable de mando, apoyó las manos en él, y aguardó inmóvil. Los mamalik de Damasco y los antiguos guardias del chambelán fueron a colocarse a su alrededor con el alfanje desnudo. Y el chambelán, respetuosamente, se puso de pie a la derecha del trono.

Inmediatamente, cumpliendo las órdenes del chambelán, empezó el homenaje. Entraron los jefes del ejército de diez en diez, empezando por los grados inferiores, y prestaron juramento de fidelidad en manos del rey y besaron silenciosamente la tierra. Y así hicieron todos. Y ya no faltaban más que los cuatro grandes kadíes y el gran visir Dandán. Y los cuatro grandes kadíes entraron y prestaron juramento de fidelidad y besaron la tierra entre las manos del rey.

Pero cuando entró el gran visir, el rey se levantó del trono en honor suyo, avanzó a su encuentro, y exclamó: ‘¡Bienvenido sea el padre de todos nosotros, el muy venerable y muy digno gran visir, aquel cuyos actos están perfumados por la alta sabiduría, aquel cuyas acciones hablan de unas sabias y prudentes manos!’

Entonces el gran visir prestó juramento sobre el Libro Noble y besó la tierra entre las manos del rey.

Y mientras el chambelán salía para preparar el festín, disponiendo los manteles, los manjares y el servicio de coperos, el rey dijo al gran visir:

‘Ante todo, para festejar mi advenimiento, quiero obsequiar con largueza a los soldados y a sus jefes; y para esto, manda repartir entre ellos todo el tributo que traemos de la ciudad de Damasco, sin economizar nada. Y hay que darles de comer y beber hasta la saciedad. Y hasta entonces, ¡oh gran visir! no vengas a contarme los pormenores de la muerte de mi padre y la causa de su muerte’.

Y el visir Dandán se acomodó a las órdenes del rey, y dio tres días de libertad a los soldados para que pudieran divertirse, y avisó a sus jefes que el rey no quería recibir a nadie durante aquellos tres días. Entonces todo el ejército hizo votos por la vida del rey y por la prosperidad de su reinado. Y el visir volvió a la tienda del rey. Pero el rey ya había ido a buscar a su hermana Nozhatú, y le había dicho:

‘¡Oh hermana! hemos sabido la muerte de nuestro padre el rey Omar, pero desconocemos todavía la causa de su muerte. Ven conmigo, para oírla contar de labios del gran visir’. Y la llevó a la tienda, y la ocultó tras una gran cortina de seda colocada a espaldas del trono.

Entonces el rey dijo al visir Dandán: ‘¡Ahora, ¡oh visir! cuéntanos los detalles de la muerte del más sublime de los reyes!’ Y el visir dijo: ‘¡Escucho y obedezco!’ Y relató lo siguiente:

Historia de la muerte del rey Omar Al-Neman.
Y las palabras admirables que la precedieron


Un día entre los días, el rey Omar Al-Nemán, sintiéndose agobiado por el dolor de vuestra ausencia, nos había llamado a todos para que tratáramos de distraerle, pero de pronto vimos llegar a una anciana de rostro venerable que acompañada de cinco jóvenes de pechos redondos, virginidad intacta y bellas como lunas, tan admirablemente bellas, que ningún lenguaje podría expresar sus perfecciones. Y a su belleza unían su cultura, pues sabían asombrosamente el Corán, los libros de la ciencia y las palabras de todos los sabios de entre los musulmanes.

La venerable anciana adelantó entre las manos del rey, besó respetuosamente la tierra y dijo: ‘¡Oh rey! te traigo cinco joyas, como no las posee ningún soberano del mundo. Te ruego que examines su hermosura y las sometas a prueba; porque la belleza sólo se aparece al que la busca con amor’.

El rey Omar se quedó encantado en extremo al oír estas palabras, le inspiró un gran respeto el aspecto de la anciana, y contempló a las cinco jóvenes, que le agradaban infinito. Y dijo a las doncellas...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La septuagésima novena noche

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