viernes, 31 de octubre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La septuagésima séptima noche

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Cuando llegó la 77ª noche

“Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el chambelán, dirigiéndose hacia el gran visir Dandán, le dijo: ‘Realmente, la historia que me acabas de contar es tan extraña como asombrosa. Y para corresponder a tu confianza, he de anunciarte una nueva que alegrará tu corazón y acabará con todas tus preocupaciones. ¡Sabe, pues, ¡oh gran visir! que Alah acaba de allanarnos el camino devolviéndonos al príncipe Daul'makán y a su hermana Nozhatú!’

Y al oírlo, el visir Dandán experimentó un gran júbilo, y exclamó ‘¡Oh venerable chambelán! apresúrate a contarme los pormenores de esta noticia inesperada que me transporta al colmo de la felicidad!’ Entonces el chambelán le contó toda la historia de los dos hermanos, y que se había casado con Nozhatú.

En seguida el visir se inclinó ante él, y le rindió todos los homenajes, ofreciéndole su lealtad. Después hizo que se reunieran los emires, los jefes del ejército y los grandes del reino que allí estaban presentes, y los enteró de todo. Y unos y otros fueron en seguida a besar la tierra entre las manos del chambelán, rindiéndole homenaje. Y le felicitaron, celebrando en extremo aquel nuevo orden de cosas, obra del Destino; que combinaba tales maravillas.

Después el chambelán y el gran visir ocuparon unos asientos sobre una tarima, y reuniendo a los notables, a los emires y a los visires, celebraron consejo acerca de la situación. Y el consejo duró una hora, decidiéndose por unanimidad nombrar sucesor a Daul'makán, en vez de ir a Damasco en busca del príncipe Scharkán. Y el visir se levantó en seguida de su asiento para demostrar su homenaje al chambelán, que pasaba a ser el personaje principal del reino. Y le ofreció magníficos presentes, deseándole prosperidades, así como hicieron todos los demás, Y en nombre de todos, dijo: ‘¡Oh chambelán venerable! esperamos que gracias a tu magnanimidad conservará cada uno de nosotros sus funciones en el nuevo reinado. Y vamos a regresar a Bagdad para precederte y recibir como es debido a nuestro joven sultán, mientras tú vas a anunciarle su elección’.

Y el chambelán les ofreció con su protección el que conservarían sus cargos, y pidió al visir antes de que regresase con el ejército a Bagdad que le enviase hombres y camellos con tiendas suntuosas, trajes regios, tapices y adornos.

Y al encaminarse hacia la tienda de los dos hermanos, notaba el chambelán que aumentaba su respeto hacia su esposa Nozhatú, y decía para sí: ‘¡Qué viaje tan bendito y de tan buen agüero!’

Y al llegar a la tienda no quiso entrar sin pedir autorización a su esposa, que le fue concedida inmediatamente.

Entonces entró en la tienda, y después de los acostumbrados saludos, les enteró de la muerte del rey Omar y de la elección de Daul'makán, y dijo: ‘¡Ahora, ¡oh rey generoso! no te queda más remedio que aceptar el trono, pues tu negativa podría traerte alguna desgracia por mano del que fuese elegido en tu lugar!’ Y Daul'makán, llorando con Nozhatú la muerte de su padre el rey Omar, exclamó: ‘Acepto la orden del Destino, ya que no me puedo librar de ella. Y tus palabras, ¡oh chambelán! las juzgo como dictadas por el buen sentido y la cordura’. Y añadió: ‘Pero ¡oh mi venerable cuñado! ¿Cuál ha de ser mi actitud para con mi hermano Scharkán? ¿Qué debo hacer por él?’ Y el chambelán dijo: ‘La única solución equitativa es repartir el imperio entre los dos, y que tú seas sultán de Bagdad y tu hermano sultán de Damasco. Atente a este resolución, que de ella no ha de resultar más que la paz y la concordia’. Y Daul'makán aceptó el consejo de su cuñado.

En seguida el chambelán cogió el traje regio que le había dado el visir y revistió con él a Daul'makán. Y le entregó el gran sable de oro de la realeza, besando la tierra entre sus manos. Y fue inmediatamente a elegir un sitio, en que hizo levantar la tienda regia, que era muy amplia, coronada por una magnífica cúpula, toda forrada de seda de colores con dibujos de flores y pájaros. Y mandó que se tendieran grandes alfombras, después de haber regado la tierra del alrededor. En seguida fue a rogar al rey que se instalase en la tienda. Y allí durmió el rey aquella noche.

Apenas apareció el alba, se oyó a lo lejos el clamor de los tambores de guerra y el tañido de los instrumentos musicales. Y bien pronto se vió salir de entre una nube de polvo el ejército de Bagdad, a cuya cabeza iba el gran visir, que acudía en busca de su rey, después de haberlo preparado todo en Bagdad.

Entonces el rey Daul'makán…

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La septuagésima octava noche

Saludos
Valram

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