lunes, 28 de junio de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La septingentésima novena noche

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Y cuando llegó la 709ª noche

Ella dijo:

‘...Cuando la princesa hubo improvisado estos versos, se lanzó contra el ejército de su padre. Y el rey la vio llegar, girando en sus órbitas unos ojos que parecían de azogue. Y exclamó:

‘¡Por la fe del Mesías, que es lo bastante insensata para atacarnos!’ Y detuvo la marcha de sus tropas, y avanzó solo hacia su hija, gritándole: ‘¡Oh hija de la perversidad! ¡He aquí que te atreves a retarme y te dispones a atacar al ejército de los francos! ¡Oh insensata! ¿Es que renunciaste a todo pudor y renegaste de la religión de tus padres? ¿E ignoras que, si no te confías a mi clemencia, te espera una muerte segura?’ Ella contestó: ‘¡Lo que ha pasado es irrevocable, y consiste en el misterio de la ley musulmana! ¡Creo en Alah el Único y en su Enviado Mahomed el Bendito, hijo de Abdalah! ¡Y jamás renunciaré a mi creencia y a la fidelidad de mi afecto por el joven de Egipto, aunque tuviera que apurar la copa de mi ruina!’ Dijo, e hizo caracolear a su caballo espumeante a la vista del ejército de los francos, y cantó estas estrofas guerreras, hendiendo el aire con su sable centelleante:

¡Qué dulce es combatir en el día de la batalla! ¡Ven a mí, si te atreves, vil barahúnda!

¡Venid, cristianos, a afrontar mis golpes que aplastan!

¡Hundiré en el polvo vuestras cabezas cortadas, y heriré en el corazón a vuestro poderío! ¡Y los cuervos graznarán sobre vuestras moradas y anunciarán vuestra destrucción!

¡En el filo de mi alfanje beberéis tragos amargos como el jugo de la coloquíntida! ¡Y serviré a vuestro rey la copa de las calamidades para quitarle por siempre el sabor del agua clara!

¡Ea! ¡Venid a mí, si existe un bravo entre vosotros! ¡Venid a aliviar mi pena y a curar mi dolor con vuestra sangre!

¡Adelantaos, si es que no está forjada con cobardía vuestra alma, y veréis cómo os acoje la punta de mi alfanje bajo la polvareda!

Así cantó la heroica princesa. Y se inclinó sobre el caballo, le besó en el cuello, le acarició con la mano, y le dijo al oído: ‘¡Ya te ha llegado ¡oh Lahik! el día digno de tu raza y de tu nobleza!’ Y el hijo de árabes se estremeció y relinchó, y saltó más rápido que el viento Norte, echando lumbre por la narices. Y la princesa Mariam, lanzando un espantoso rugido, cargó sobre el ala izquierda de los francos, y al galope de su corcel segó con su alfanje diecinueve cabezas de jinetes. Luego volvió a colocarse en medio de la arena, y desafió a los francos con grandes gritos.

Al ver aquello, el rey llamó a uno de los tres patricios jefes de sus tropas, que se llamaba Barbut. Era un hábil guerrero, vivo como el fuego y el sostén más firme del trono del rey franco, y el primero de los grandes de su reino y de su corte por su fuerza y por su valentía; y la caballería era su fuerte. Y a la llamada de su rey, se adelantó el patricio Barbut, hirviendo de ardor, montado en un caballo de noble raza y jarretes robustos; y le resguardaba una cota de oro sobrecargada de adornos, con mallas apretadas como alas de langosta. Y consistían sus armas en un sable afilado y destructor, una lanza enorme semejante al mástil de un barco, y con un golpe de la cual hubiese derribado una montaña, cuatro jabalinas aguzadas y una maza espantosa erizada de clavos. Y bordado así de hierro y de armas ofensivas y defensivas, era comparable a una torre.

El rey le dijo: ‘¡Oh Barbut! ¡Ya ves la matanza que ha hecho esta hija desnaturalizada! ¡A ti te incumbe someterla y traérmela viva o muerta!’ Luego le hizo bendecir por los patriarcas, los cuales iban cubiertos con vestiduras abigarradas y enarbolando cruces por encima de sus cabezas, y leyeron sobre la cabeza del guerrero el Evangelio, implorando en favor suyo a los ídolos de su terror y de su impiedad. ¡Pero nosotros, musulmanes, invocamos a Alah el Único, que está lleno de fuerza y majestad!

En cuanto al patricio Barbut acabó de besar el estandarte de la cruz, se lanzó a la arena bramando como un elefante furioso y vomitando su lengua horribles injurias para la religión de los creyentes. ¡Maldito sea! Pero la princesa, por su parte, le vio llegar a ella, y rugió cual una leona madre de leoncillos; y gruñendo, mugiendo y rápida como una ave de presa, lanzó su corcel Lahik contra su adversario. Y se entrechocaron ambos como dos montañas desquiciadas, y se acometieron con furor, aullando con la fuerza de los demonios. Luego se separaron e hicieron varias evoluciones, y volvieron a encontrarse con rabia en un nuevo asalto, parando los golpes mutuos con una destreza y una rapidez maravillosas que llevaban a los ojos la estupefacción. Y la polvareda que los cascos de los caballos levantaban les hurtaba a las miradas a veces; y era tan fuerte el calor abrumador, que las piedras llameaban cual tizones. Y duró la lucha una hora con igual heroísmo por una y otra parte.

Pero el patricio Barbut, que perdió alientos el primero, quiso acabar ya; y se cambió la maza de armas de la mano derecha a la mano izquierda, asió una de sus cuatro jabalinas y la lanzó contra la princesa, acompañándola de un grito semejante al estrépito del trueno. Y se escapó de su mano el arma cual relámpago que cegase la mirada. Pero la princesa la vio venir, esperó a que estuviese próxima, y la desvió prestamente con un revés de su alfanje; y la jabalina fue silbando a hundirse a lo lejos en la arena. Y cuando el ejército todo vio aquello, se sintió poseído de asombro. Entonces Barbut cogió una segunda jabalina, y la disparó con furor, gritando: ‘¡Hiera y mate!’ Pero la princesa evitó el tiro y lo hizo inútil. Y la tercera y la cuarta jabalinas corrieron la misma suerte. Entonces Barbut, tremendo de furor y loco de humillación, tomó otra vez su maza con la mano derecha, rugió como un león, y la lanzó con toda la fuerza de su brazo, apuntando a su adversaria. Y la enorme maza hendió pesadamente el aire y llegó hasta Mariam, la cual hubiese sido aplastada sin remedio, si la heroína no la cogiese al vuelo y la retuviese en la mano; pues Alah habíala dotado de destreza, de astucia y de fuerza. ¡Y la blandió ella a su vez! Y las miradas de quien la veía cegaban de admiración. Y como una loba, corrió hacia el patricio y le gritó, mientras su respiración silbaba cual la víbora cornuda: ‘¡Mal hayas, maldito! ¡Ven aquí para aprender a manejar una maza de armas...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La septingentésima décima noche

Noticias de referencia:
Las mil y una noches, denunciado por indecente
http://www.eluniversal.com.mx/notas/678635.html

Editan “Las mil y una noches” de Vargas Llosa
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61906.html

¿Y si “Las mil y una noches” lo escribió una mujer?
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61873.html

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Valram

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