domingo, 22 de noviembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima septuagésima primera noche

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Pero cuando llegó la 471ª noche

Ella dijo:

‘...Y he aquí que el viaje despertó un gran apetito en Juder, que tenía mucha hambre. Pero como no veía provisiones en el saco de viaje, dijo al moghrabín: ‘¡Oh mi señor peregrino, me parece que se te olvidó de coger víveres para comer durante el viaje!’ El otro contestó: ‘¿Acaso tienes hambre?’ Juder dijo: ‘¡Ya lo creo! ¡Ualah!’ Entonces el moghrabín paró la mula, echó pie a tierra seguido de Juder, y dijo a éste: ‘¡Dame el saco!’

Y cuando le dio el saco Juder, le preguntó: ‘¿Qué anhela tu alma, oh hermano mío?’ Juder contestó: ‘¡Cualquier cosa!’ El moghrabín dijo: ‘¡Por Alah sobre ti, dime qué quieres comer!’ Juder contestó: ‘¡Pan y queso!’ El otro sonrió, y dijo: ‘¿Nada más que pan y queso, ¡oh pobre!? ¡Verdaderamente, es poco digno de tu categoría! ¡Pídeme, pues, algo excelente!’

Juder contestó: ‘¡En este momento todo lo encontraría excelente!’ El moghrabín le preguntó: ‘¿Te gustan los pollo asados?’ Juder dijo: ‘¡Ya Alah! ¡Sí!’ El otro le preguntó: ‘¿Te gusta el arroz con miel?’ Juder dijo: ‘¡Mucho!’ El otro le preguntó: ‘¿Te gustan las berenjenas rellenas? ¿Y las cabezas de pájaros con tomate? ¿Y las cotufas con perejil y las colocasias? ¿Y las cabezas de carnero al horno? ¿Y los buñuelos de harina de cebada rebozados? ¿Y las hojas de vid rellenas? ¿Y los pasteles? ¿Y ésta y aquella cosa y la de más allá?’ Y enumeró así hasta veinticuatro platos distintos, en tanto que Juder pensaba: ‘¿Estará loco? Porque, ¿de dónde va a sacar los platos que acaba de enumerarme, si no hay aquí cocina ni cocinero? ¡Voy a decirle que ya basta en verdad!’ Y dijo al moghrabín: ‘¡Basta! ¿Hasta cuándo vas a estar haciéndome desear esos diferentes manjares sin mostrarme ninguno?’

Pero contestó el moghrabín: ‘¡La bienvenida sobre ti!, ¡oh Juder!’ Y metió la mano en el saco, y extrajo de él un plato de oro con dos pollos asados y calientes; luego metió la mano por segunda vez, y sacó un plato de oro con chuletas de cordero, y uno tras otro, sacó exactamente los veinticuatro platos que había enumerado.

Estupefacto quedó Juder al ver aquello. Y le dijo el moghrabín: ¡Come, pobre amigo mío!’ Pero exclamó Juder: ‘¡Ualah! ¡Oh mi señor peregrino! ¡Sin duda has colocado en ese saco una cocina con sus utensilios y cocineros!’ El moghrabín se echó a reír, y contestó: ¡Oh Juder, este saco está encantado! ¡Lo sirve un efrit que, si quisiéramos nos traería al instante mil manjares indios y mil manjares chinos!’

Y exclamó Juder: ‘¡Oh, qué hermoso saco, y qué prodigios contiene y qué opulencia!’ Luego comieron ambos hasta saciarse, y tiraron lo que les sobró de la comida. Y el moghrabín guardó otra vez en el saco los platos de oro; luego metió la mano en el otro bolso de las alforjas, y sacó una jarra de oro llena de agua fresca y dulce.

Y bebieron e hicieron sus abluciones y recitaron la plegaria de la tarde, metiendo después la jarra en el saco junto a uno de los botes, poniendo el saco a lomos de la mula y montando en la mula ellos para continuar su viaje.

Al cabo de cierto tiempo, el moghrabín preguntó a Juder: ‘¿Sabes ¡oh Juder! el camino que hemos recorrido desde El Cairo hasta aquí?’ Juder contestó: ‘¡Por Alah, que no lo sé!’ El otro dijo: ‘¡En dos horas hemos recorrido exactamente un trayecto que exige un mes de camino, por lo menos!’ Juder preguntó: ‘¿Y cómo es eso?’

El otro dijo: ‘¡Sabe oh Juder que esta mula que montamos es nada menos que una gennia entre los genn! En un día suele recorrer el trayecto de un año de camino; pero hoy va despacio, al paso, para que no te fatigues’.

Y así prosiguieron su camino hacia el Maghreb; y todos a días, por la mañana y por la tarde, el saco atendía a todas las necesidades; y Juder no tenía más que desear un manjar, aunque fuera el más complicado y el más extraordinario, para encontrarlo al punto en el fondo del saco, completamente guisado y servido en un plato de oro.

Y de tal suerte, al cabo de cinco días llegaron al Maghreb y entraron en la ciudad de Mas y Miknas.

Y he aquí que todos los transeúntes que se encontraban a lo largo de las calles conocían al moghrabín, y le deseaban la zalema o iban besarle la mano, hasta que llegaron a la puerta de una casa, donde se apeó el moghrabín para llamar. Y enseguida se abrió la puerta y en el umbral apareció una joven absolutamente como la luna, y bella esbelta cual una gacela sedienta, que les sonrió con una sonrisa de bienvenida.

Y el moghrabín le dijo, paternal: ‘¡Oh Rahma, hija mía! ¡Date prisa a abrirnos la sala principal del palacio!’ Y contestó la joven Rahma: ‘¡Sobre la cabeza y sobre los ojos!’ Y los precedió al interior del palacio, balanceando sus caderas. Y Juder perdió la razón; y dijo para sí: ‘¡No cabe duda! ¡Esta joven es, indiscutiblemente, la hija de un rey!’

En cuanto al moghrabín, comenzó primero por coger del lomo de la mula el saco, y dijo: ‘¡Oh, mula, vuélvete al sitio de donde viniste! ¡Y Alah te bendiga!’

Y he aquí que de pronto se abrió la tierra y recibió en su seno a la mula para cerrarse sobre ella inmediatamente.

Y exclamó Juder: ‘¡Oh, Protector! ¡Loores a Alah, que nos libró de tal cosa y veló por nosotros mientras estuvimos a lomos de esta mula!’ Pero el moghrabín dijo: ‘¿Por qué te asombras, ¡oh Juder!? ¿No te previne que era una gennia entre los efrits? ¡Pero démonos prisa a entrar en el palacio y a subir a la sala principal!’

Y siguieron a la joven.

Cuando Juder hubo penetrado en el palacio, quedó deslumbrado...

En este momento de su narración, Schherazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La cuadringentésima septuagésima segunda noche

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Valram

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