martes, 16 de febrero de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La quingentésima quincuagésima séptima noche

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Y cuando llegó la 557ª noche

Ella dijo:

‘...Comodidad y familia, ¡oh Califa! ¡Bienvenido seas! Y dime qué te trae y qué deseas. ¡Y si por casualidad te ha dicho malas palabras alguien o te ha empujado o te ha atropellado, dímelo en seguida para que vaya yo contigo a buscar al walí y a pedirle completa reparación del daño que se te haya causado!’

El aludido contestó: ‘¡No, por vida de tu cabeza, ¡oh jefe de los judíos y su corona! nadie me ha dicho malas palabras ni me ha empujado ni me ha atropellado, sino al contrario! Pero esta mañana salí de mi casa y me fui a la ribera y eché mis redes al agua a tu salud y en tu nombre. ¡Y las retiré y encontré dentro este pez!’ Y así diciendo, abrió el cesto, sacó delicadamente de su lecho de hierbas al pez, y se lo presentó con ostentación al cambista judío. Y cuando éste vio aquel pez, lo encontró admirable, y exclamó: ‘¡Por el Pentateuco y los Diez Mandamientos! Sabe, ¡oh pescador! que ayer, estando yo dormido, vi en sueños a la Virgen María, que se me apareció para decirme: «¡Oh Abu-Saada, mañana tendrás un regalo mío!»

¡Y he aquí que sin duda es éste el regalo consabido!’

Luego añadió: ‘Dime, por tu religión, ¡oh Califa! ¿Le has enseñado o brindado este pez a otro que no sea yo?’ Y Califa le contestó: ‘¡No, por Alah! ¡Te juro por la vida de Abu-Bekr el Sincero, ¡oh jefe de los judíos y su corona! que no lo ha visto todavía nadie más que tú!’ Entonces el judío se encaró con uno de sus esclavos jóvenes, y le dijo: ‘¡Ven aquí! ¡Toda este pez y ve a llevarlo a casa, y dile a mi hija Saada que lo limpie, fría la mitad y ase la otra mitad, y me lo tenga todo caliente para cuando acabe yo de despachar los asuntos y pueda volver a casa!’

Y para dar más fuerza a la orden, Califa dijo al mozo: ‘¡Sí, ¡oh mozo! recomienda bien a tu ama que no lo deje quemar, y hazle ver el hermoso color de sus agallas!’ Y el mozo contestó:

‘Escucho y obedezco, ¡oh mi amo!’ Y se fue.

¡Volvamos al judío!

Ofreció con la punta de los dedos un dinar a Califa el pescador, diciéndole: ‘¡Toma esto para ti, ¡oh Califa! y gástalo con tu familia!’

Cuando Califa tomó instintivamente el dinar y lo vio brillar en la palma de su mano, él, que todavía no hubo visto en su vida el oro y ni siquiera sospechaba su valor, exclamó: ‘¡Gloria al Señor, Dueño de los tesoros y Soberano de las riquezas de los dominios!’

Luego dio algunos pasos para marcharse, pero de pronto se acordó de la recomendación del mono de los ojos hermosos, y volviendo sobre sus pasos, tiró el dinar al judío y le dijo: ‘¡Coge tu oro y devuelve el pez al pobre! ¿Acaso crees que vas a burlarte impunemente de los pobres como yo?’

Cuando el judío hubo oído estas palabras, creyó que Califa quería bromear con él, y riendo mucho de la ocurrencia ¡le ofreció tres dinares en vez de uno!

Pero Califa le dijo: ‘¡No, por Alah, basta de bromas desagradables! ¿Crees verdaderamente que voy a decidirme a vender mi pez por un precio tan irrisorio?’

Entonces el judío le ofreció cinco dinares en vez de tres, y le dijo: ‘¡Toma estos cinco dinares como pago por tu pez, y no seas avaricioso!’

Y Califa los cogió en la mano y se marchó muy contento; y miraba aquellos dinares de oro, y se maravillaba y se decía: ‘¡Gloria a Alah! ¡Sin duda que el califa de Bagdad no tiene en su casa tanto como tengo yo en mi mano hoy!’ Y prosiguió su camino hasta que llegó al extremo del zoco.

Entonces se acordó de las palabras del mono y de la recomendación que le había hecho; y volvió a casa del judío y le tiró el oro con desprecio.

El judío le preguntó: ‘¿Qué quieres, pues ¡oh Califa! y qué vienes a pedir? ¿Deseas cambiar tus dinares de oro por dracmas de plata?’

El pescador contestó: ‘¡No quiero ni tus dracmas, ni tus dinares, sino que devuelvas el pez al pobre!’

Al oír estas palabras se enfadó el judío, y gritó, y dijo: ‘¿Cómo se entiende, ¡oh pescador!?

¡Me traes un pez que no vale un dinar, y te doy por él cinco dinares, y no te quedas satisfecho!

¿Estás loco? ¿Quieres, si no, decirme al fin el precio a que deseas cedérmelo?’

Califa contestó: ‘¡No quiero cederlo por plata ni por oro, sino que quiero venderlo por dos palabras solamente!’ Cuando el judío oyó que era cuestión de dos palabras, creyó que se trataba de las dos palabras que sirven de fórmula para la profesión de fe del Islam, y que el pescador le pedía que abjurase de su religión por un pez.

Así es que la cólera y la indignación hicieron que se le abrieran los ojos hasta lo más alto de su cabeza, y se le paró la respiración, y se le agrietó el pecho, y le rechinaron los dientes, y exclamó: ‘¡Oh recortadura de uña de los musulmanes! ¿Acaso quieres con tu pez separarme de mi religión y hacerme abjurar mi fe y mi ley, las que profesaron mis padres antes que yo?’

Y llamó a sus servidores, que acudieron entre sus manos, y les gritó: ‘¡Maldición! ¡Sus, y a ese rostro de pez, y cogédmele por la nuca y azotadle concienzudamente hasta sacarle tiras de la piel! Y no le perdonéis...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.”

Continuará: La quingentésima quincuagésima octava noche

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Valram

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