lunes, 22 de marzo de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La quingentésima nonagésima primera noche

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Y cuando llegó la 591ª noche

Ella dijo:

‘¡Y eso es ¡oh hermanas mías! lo que de una ojeada pude ver de la princesa Esplendor, hija del rey de reyes del Gennistán!’ Cuando las jóvenes hubieron oído estas palabras de su hermana, exclamaron maravilladas: ‘¡Qué razón tienes ¡oh Hassán! para prendarte de esa joven espléndida! Pero ¡por Alah! date prisa a conducirnos junto a ella para que la veamos con nuestros propios ojos.’

Y Hassán, seguro por lo que afectaba a sus hermanas, las condujo al pabellón donde se encontraba la bella Esplendor. Y al ver su belleza sin par, besaron ellas la tierra entre sus manos, y tras de las zalemas de bienvenida, le dijeron: ‘¡Oh hija de nuestro rey! ¡Verdaderamente es prodigiosa tu aventura con nuestro hermano el joven! ¡Y de pie aquí entre tus manos, todas te predecimos la dicha para lo futuro, y te aseguramos que durante toda tu vida no dejarás de felicitarte por tu encuentro con este joven, hermano nuestro, y por su delicadeza de modales, y por su destreza para todo, y por su afección! ¡Piensa, además, en que, en vez de servirse de un intermediario, te ha declarado por sí mismo su pasión, y no te ha pedido nada ilícito! ¡Y si no tuviésemos la certeza de que las jóvenes no pueden pasarse sin hombres, no daríamos ante ti, hija de nuestro rey, un paso tan audaz! ¡Déjanos, pues, casarte con nuestro hermano, y quedarás contenta de él, que nosotras respondemos con nuestro cuello!’ Y habiendo dicho estas palabras, esperaron la respuesta.

Pero, como la bella Esplendor no diese contestación alguna, se adelantó Botón-de-Rosa y le cogió la mano con sus manos, y le dijo: ‘¡Con tu permiso, oh señora nuestra!’ Y se encaró con Hassán, y le dijo: ‘¡Trae tu mano!’ Y Hassán le dio la mano, y Botón-de-Rosa la cogió y la unió entre las suyas a la de la princesa, diciéndole a ambos: ‘¡Os caso con asentimiento de Alah y por la ley de su Enviado!’ Y en el límite de la dicha, Hassán improvisó estos versos:

¡Oh mezcla admirable reunida en tu hermosura! Al ver tu glorioso rostro bañado en el agua de la belleza, ¿quién podrá olvidar su radiante esplendor?

¡Te ven mis ojos compuesta preciosamente de rubíes en toda una mitad de tu cuerpo encantador, de perlas en la tercera parte, de almizcle negro en la quinta parte y de ámbar en la sexta parte!, ¡oh toda dorada!

¡Entre las vírgenes nacidas de la Eva primera, y entre las bellezas que habitan los múltiples jardines de los cielos, no hay ninguna que pueda compararse contigo!

¿Quieres darme la muerte? ¡No me perdones! ¡Otras muchas víctimas hizo el amor! ¡Y si quieres volverme a la vida, baja hacia mí tus ojos!, ¡oh ornato del mundo!

Y al oír estos versos, exclamaron las jóvenes a una, encarándose con Esplendor: ‘¡Oh princesa! ¿Nos regañarás ahora por haberte traído un joven que se ha expresado de tan excelente manera y en versos tan hermosos?’ Y preguntó Esplendor: ‘¿Pero es poeta?’ Ellas dijeron: ‘¡Claro que lo es! ¡Improvisa y compone con una facilidad maravillosa poemas y odas de millares de versos, en los que reina siempre un sentimiento muy vivo!’

Estas palabras que tan a las claras mostraban el nuevo mérito de Hassán, por fin acabaron de conquistar el corazón de la recién casada. Y miró a Hassán, sonriendo bajo sus largas pestañas. Y Hassán, que no esperaba más que una seña de sus ojos, la cogió en brazos y se la llevó a su aposento. ¡Y allí, con su permiso, abrió en ella lo que tenía que abrir, y rompió lo que tenía que romper, y destapó lo que estaba sellado! Y se endulzó con todo aquello hasta el límite de la dulzura; y lo mismo le ocurrió a ella. Y experimentaron ambos en poco tiempo el colmo de todas las alegrías del mundo. Y el amor a la joven se incrustó en el corazón de Hassán más que todas las pasiones. ¡Y todos sus pájaros cantaron prolongadamente! Por tanto, ¡gloria a Alah, que une en las delicias a sus creyentes y no les escatima sus dones dichosos! ¡Tú eres, Señor, el que adoramos, tú eres aquél de quien imploramos socorro! ¡Llévanos por el sendero recto, por el sendero de aquellos a quienes colmaste con tus beneficios, y no por el de aquellos que incurrieron en tu cólera ni por el de los extraviados!

Y he aquí que Hassán y Esplendor estuvieron juntos de tal suerte cuarenta días, transcurridos en el seno de las alegrías que proporciona el amor. Y las siete princesas, especialmente Botón-de- Rosa, se esforzaron por variar cada día los placeres de ambos esposos, y hacerles la estancia en el palacio lo más agradable que les fue posible.

Pero al cabo del día cuadragésimo, Hassán vio en sueños a su madre, que le reprochaba por haberla olvidado, mientras ella se pasaba los días y las noches llorando sobre la tumba que hubo de erigirle en la casa.

¡Y se despertó con lágrimas en los ojos lanzando suspiros que partían el alma! Y al oírle llorar, acudieron sus hermanas, las siete princesas; y Botón-de-Rosa, más desolada que todas las otras, preguntó a la hija del rey de los genn qué le había sucedido a su esposo. Y contestó Esplendor:

‘¡No lo sé!’ Y dijo Botón-de-Rosa: ‘¡Yo misma iré a informarme de lo que le tiene tan triste!’

Y preguntó a Hassán: ‘¿Qué te ocurre, hermano mío?’ Y las lágrimas de Hassán corrieron con más violencia; y acabó por contar su sueño, lamentándose mucho...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La quingentésima nonagésima segunda noche

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Valram

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