martes, 13 de octubre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima trigésima primera noche

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Y cuando llegó la 431ª noche

Ella dijo:

…¡Después podrás ya hacer con la joven cuanto quieras!’

Cuando el rey de los rums oyó estas palabras, se regocijó, en tanto que Kamaralakmar subía al caballo y sujetaba fuertemente detrás de sí a la joven. Y mientras todos los ojos estaban fijos en él y le miraban maniobrar, dio vuelta a la clavija que servía para subir; y el caballo, emprendiendo el vuelo, se elevó con ellos en línea recta, desapareciendo por los aires en la altura.

El rey de los rums, que estaba lejos de sospechar la verdad, continuó en la pradera con sus tropas, esperando durante medio día a que regresaran. Pero como no les veía volver, acabó por decidirse a esperarles en su palacio. Y su espera fue igualmente vana. Entonces pensó en el horrible viejo que estaba encerrado en el calabozo, y haciéndole ir a su presencia, le dijo: ‘¡Oh viejo traidor! ¡Oh posaderas de mono! ¿Cómo te atreviste a ocultarme el misterio de ese caballo hechizado y poseído por los genn demoníacos?

He aquí que acaba de llevarse por los aires ahora al médico que ha curado de su locura a la joven, y hasta a la propia joven. ¡Y quién sabe lo qué les ocurrirá! ¡Además, te hago responsable por la pérdida de todas las alhajas y cosas preciosas con que hice que la ataviaran a ella al salir del hammam, y que valen un tesoro! ¡Así, pues, al instante va a saltar de tu cuerpo tu cabeza!’ Y a una señal del rey, se adelantó el portaalfanje, ¡y de un solo tajo hizo del persa dos persas!

¡Y he aquí lo concerniente a todos éstos!

Pero en cuanto al príncipe Kamaralakmar y la princesa Schamsennahar, prosiguieron tranquilamente su veloz viaje aéreo, y llegaron con toda seguridad a la capital del rey Sabur. Aquella vez no aterrizaron ya en el pabellón del jardín, sino en la misma terraza del palacio. Y el príncipe se apresuró a dejar en sitio seguro a su bienamada, para ir cuanto antes a avisar a su padre y a su madre de su llegada.

Entró, pues, en el aposento donde se hallaban el rey, la reina y sus hermanas las tres princesas, sumidos en lágrimas y desesperación, y les deseó la paz y les abrazó, mientras ellos, al verle, sentían que se les llenaba de felicidad el alma y se les aligeraba el corazón del peso de aflicciones y tormentos.

Entonces, para conmemorar aquel regreso y la llegada de la princesa hija del rey de Sana, el rey Sabur dio a los habitantes de la ciudad grandes festines, y festejos, que duraron un mes entero. Y Kamaralakmar entró en la cámara nupcial y se regocijó con la joven en el transcurso de largas noches benditas.

Tras de lo cual, para estar en lo sucesivo con el espíritu tranquilo, el rey Sabur mandó hacer añicos el caballo de ébano y él mismo destruyó su mecanismo.

Por su parte, Kamaralakmar escribió al rey de Sana, padre de su esposa, una carta...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La cuadringentésima trigésima segunda noche

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Valram

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