martes, 11 de noviembre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima octava noche

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Y cuando llegó la 88ª noche

Ella dijo:

Y Daul'makán contestó: ‘No le he recompensado aún en la medida que se merece. ¡Pero si quiere Alah, lo haré al regresar de la guerra!’ Y entonces Scharkán pudo comprobar la veracidad de las palabras de Nozhatú, y rogó al gran chambelán que la saludase de su parte. Y el gran chambelán, cumplido el encargo, transmitió a Scharkán el saludo de Nozhatú, que pidió noticias de su hija Fuerza del Destino. Y al saber por Scharkán que estaba perfectamente, dio gracias a Alah por ello.

Cuando todas las tropas estuvieron reunidas, los dos hermanos se pusieron al frente de ellas. Y Daul'makán se despidió de su joven esclava, después de haberla instalado como se merecía.

Formaban la vanguardia del ejército los guerreros turcos, cuyo jefe se llamaba Bahramán, y la retaguardia los guerreros del Deilam (Provincia de Persia) cuyo jefe se llamaba Rustem. El centro iba a las órdenes de Daul'makán, el ala derecha la manda el príncipe Scharkán, el ala izquierda el gran chambelán, y el gran visir fue nombrado segundo jefe general del ejército.

No cesaron de viajar durante un mes entero, descansando tres días a cada semana, hasta que llegaron al país de los rumís. Y los habitantes huyeron aterrados, refugiándose en Constantinia y comunicando al rey Afridonios la invasión de los musulmanes.

El rey Afridonios mandó llamar a la Madre de todas las Calamidades, que acababa de llegar con su hija Safía, y había decidido al rey Hardobios a que se uniese con él para vengar la muerte de su hija Abriza.

Y el rey Afridonios, apenas se presentó la Madre de todas las Calamidades, le preguntó pormenores de la muerte del rey Omar Al-Nemán, y ella se apresuró a relatárselos, y entonces el rey le dijo: ‘Y ahora que el enemigo se acerca, ¿qué debemos hacer, ¡oh Madre de todas las Calamidades!?’ Y ésta dijo: ‘¡Oh gran rey, representante de Cristo en la tierra! voy a indicarte el plan que has de seguir para triunfar, y ni el mismo Cheitán, con todas sus malicias, podrá desenredar los hilos en que voy a coger a nuestros enemigos’.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima novena noche

Saludos
Valram

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