miércoles, 21 de octubre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima trigésima novena noche

_______________________________
Pero cuando llegó la 439ª noche

Ella dijo:

‘¡...Soy como el haba en su vaina, invulnerable por el fuego y por el agua!’ Y se levantó, quitóse sus vestiduras de sufi para ponerse un traje de servidora entre las servidoras de los ricos, y salió reeditando la nueva fechoría que iba a perpetrar en Bagdad.

Y llegó de tal modo a una calle retirada, muy adornada y empavesada a todo lo largo y a todo lo ancho con telas hermosas y linternas multicolores; y el suelo estaba cubierto de ricas alfombras. Y oyó dentro voces de cantarinas y tamborilazos de dufufs y golpetear de darabukas sonoras y estridor de címbalos. Y vio en la puerta de la morada empavesada a una esclava que llevaba a horcajadas en su hombro un tierno niño vestido con telas espléndidas de tisú de oro y plata, y tocado con un tarbush rojo adornado con tres sartas de perlas, llevando al cuello un collar de oro incrustado de pedrerías y con los hombros cubiertos por una manteleta de brocado.

Y los curiosos e invitados que entraban y salían la enteraron de que aquella casa pertenecía al síndico de los mercaderes de Bagdad y que aquel niño era hijo suyo. Y también se enteró que el síndico tenía una hija virgen y púber, cuyos esponsales se celebraban aquel día precisamente; y tal era el motivo de semejante alarde de ornamentación. Y como la madre del niño estaba muy ocupada en recibir a las damas invitadas por ella y hacerles los honores de su casa, había confiado el niño, que la importunaba pegándosele a las faldas de continuo, a aquella joven esclava recomendándole que le distrajera y jugara con él hasta que las invitadas se marchasen. Cuando la vieja Dalila vio a aquel niño montado en el hombro de la esclava y se informó con respecto a los padres y a la ceremonia que tenía lugar, dijo para sí: ‘¡Oh, Dalila, lo que tienes que hacer por el momento es escamotear a ese niño, arrebatándoselo a esa esclava!’ Y se adelantó hacia ella, exclamando: ‘¡Qué vergüenza para mí haber llegado con tanto retraso a casa de la digna esposa del síndico!’ Luego dijo a la esclava, que era una infeliz, poniéndole en la mano una moneda falsa: ‘¡Aquí tienes un dinar por el trabajo! Sube, hija mía, en busca de tu ama y dile: ‘¡Tu vieja nodriza Omm Al-Khayr te felicita de muy buen grado, como cumple a quien tantas bondades tiene que agradecerte! ¡Y el día de la gran reunión vendrá a verte con sus hijas, y no dejará de poner generosas ofrendas nupciales, como es costumbre, en manos de las azafatas!’

La esclava contestó: ‘Mi buena madre, con mucho gusto cumpliría tu encargo; pero mi amo pequeño, que es este niño, cada vez que ve a su madre no quiere separarse de ella y se coge a sus vestidos’. La vieja contestó: ‘¡Pues déjale conmigo mientras vas y vienes!’ Y la esclava se guardó la moneda falsa y entregó el niño a la vieja para subir inmediatamente a cumplir su encargo.

En cuanto a la vieja, se apresuró a huir con el niño, metiéndose en una callejuela oscura, donde le quitó todas las cosas preciosas que llevaba él encima y dijo para sí: ‘¡Todavía no lo has hecho todo, ¡oh Dalila! ¡Si verdaderamente eres sutil entre las sutiles, hay que sacar de este monigote todo el partido posible, negociándole, por ejemplo, para proporcionarte una cantidad respetable!’

Cuando se le ocurrió aquella idea, saltó sobre ambos pies y fue al zoco de los joyeros, donde vio en una tienda a un gran lapidario judío que estaba sentado detrás de su mostrador; y entró en la tienda del judío, diciéndose: ‘¡Ya hice negocio!’ Cuando el judío la vio por sus propios ojos entrar, miró al niño que llevaba ella y conoció al hijo del síndico de los mercaderes. Y aunque muy rico, aquel judío no dejaba de envidiar a sus vecinos cuando hacían una venta si, por casualidad, no hacía él otra en el mismo momento. Así es que, muy contento con la llegada de la vieja, le preguntó: ‘¿Qué deseas, ¡oh mi ama!?’ Ella contestó: ‘¿Eres maese Izra el judío?’…

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La cuadringentésima cuadragésima noche

Para los nuevos suscriptores:
La primera entrada está en Las mil noches y una noche. Antecedentes, de donde pueden navegar dando click en la opción “Entrada más reciente“, al pié de la página.

Saludos
Valram

¡Recibe la colección competa en tu e-mail!, suscríbete aquí, ¡es completamente gratis!