miércoles, 27 de enero de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La quingentésima trigésima séptima noche

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Pero cuando llegó la 537ª noche

Ella dijo:

‘...pero dentro de sí su corazón se abrasaba de amor y se arrugaba cual si estuviese en un brasero lleno de carbones ardiendo.

No obstante, se guardó mucho de decir a su madre y a su tío la menor palabra acerca del particular, y se retiró temprano y pasóse solo toda aquella noche, poseído por aquel tormento tan nuevo para él; y también a su vez reflexionó sobre el medio mejor para llegar más pronto al término de sus deseos. Y no hay para qué decir que estuvo sin cerrar los ojos un instante hasta por la mañana.

Así es que se levantó al alba y fue a despertar a su tío Saleh, que había pasado la noche en el palacio, y le dijo: ‘¡Oh tío mío, deseo pasearme esta mañana por la playa, pues tengo oprimido el pecho, y me lo dilatará el aire del mar!’ Y contestó el príncipe Saleh: ‘¡Escuchar es obedecer!’ Y saltó sobre ambos pies, y salió a la playa con su sobrino.

Caminaron juntos mucho tiempo, sin que Sonrisa-de-Luna dirigiese la palabra a su tío. Y estaba pálido, con lágrimas en el ángulo de los ojos. Y he aquí que de pronto se detuvo, y sentándose en una roca, improvisó estos versos y los cantó, mirando al mar:

Si me dijeran: En medio del incendio, mientras llamea mi corazón,
Si me dijeran:

‘¿Prefieres verla o beber un sorbo de agua fresca y pura?

¿Qué responderías?

‘¡Verla y morir!’

¡Oh corazón que tan tierno te volviste,
Desde que se incrustó en ti la Gema de Salamandra!

Cuando el príncipe Saleh hubo oído estos versos cantados tristemente por su sobrino el rey, se golpeó las manos una contra otra en el límite de la desesperación, y exclamó: ‘¡La ilah ill'Alah! ¡ua Mahomed rassul Alah! ¡Y no hay majestad y poderío más que en Alah el Glorioso, el Magno!

¡Oh hijo mío! ¿Oíste la conversación que ayer sostuve con tu madre, respecto a la princesa Gema, hija del rey Salamandra el marino?

¡Oh qué calamidad para nosotros! ¡Porque yo veo ¡oh hijo mío! que ya se preocupan mucho de ella tu espíritu y tu corazón, aunque no se ha conseguido nada todavía y la cosa es difícil de arreglar!’

Sonrisa-de-Luna contestó: ‘¡Oh tío mío, necesito a la princesa Gema, y no a otra! ¡Sin ella, moriré!’

El príncipe dijo: ‘¡Entonces, ¡oh hijo mío! volvamos a ver a tu madre a fin de que la ponga yo al corriente de tu estado, y le pida permiso para llevarte conmigo al mar e ir al reino de Salamandra el marino a pedir para ti en matrimonio a la princesa Gema!’

Pero Sonrisa-de-Luna exclamó: ‘¡No, ¡oh tío mío! no quiero pedir a mi madre un permiso que sin duda ha de negarme! Porque temerá por mí, ante el rey Salamandra, que tiene malos modales; y también me dirá que mi reino no puede permanecer sin rey, y que los enemigos del trono se aprovecharán de mi ausencia para usurparme el puesto. ¡Conozco a mi madre, y de antemano sé lo que ha de decirme!’

Luego Sonrisa-de-Luna se echó a llorar copiosamente delante de su tío, y añadió: ‘¡Quiero ir contigo en seguida a ver al rey Salamandra, sin prevenir a mi madre! ¡Y volveremos muy pronto, antes de que tenga ella tiempo de advertir mi ausencia!’

Cuando el príncipe Saleh vio que su sobrino se obstinaba en aquella determinación, no quiso afligirle más, y dijo: ‘¡Pongo mi confianza en Alah, y venga lo que venga!’ Luego se quitó del dedo una sortija en la cual había grabados algunos nombres entre los nombres, y se la puso en el dedo a su sobrino, diciéndole:

‘¡Esta sortija te protegerá más aún contra los peligros submarinos y acabará por otorgarte nuestras virtudes marítimas!’

Y añadió en seguida: ‘¡Haz lo que yo!’ Y saltó con ligereza en el aire, abandonando la roca. Y Sonrisa -de-Luna le imitó, golpeando el suelo con el pie, y abandonó la roca para elevarse por los aires con su tío. Y describieron una curva descendente en dirección al mar, en el cual se sumergieron ambos...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.”

Continuará: La quingentésima trigésima octava noche

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Valram

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