domingo, 15 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimoctava noche

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"Pero cuando llegó la 218ª noche

Ella dijo:

¡... al morir en mi soledad dejaré a mi lado, a fin de que el caminante caritativo envuelva en él mis despojos para el día del juicio!'

Y esta vez le tocó llorar a Kamaralzamán. Luego dijo al viejo: '¡Oh padre de la sabiduría! ¡Oh jeique de manos perfumadas! ¡La santa soledad en que pasas tus años pacíficos borra ante tus ojos las leyes que dictó el rebaño adánico acerca de lo justo y de lo injusto, de lo falso y lo verdadero! ¡Pero yo he de volver a vivir entre los humanos feroces, y no puedo olvidar tales leyes, so pena de ser devorado! ¡Así, pues, si quieres, repartámonoslo! ¡Tomaré la mitad y tú la otra mitad! ¡Si no, no tocaré absolutamente nada!'

Entonces el anciano jardinero contestó: 'Hijo mío, mi madre me parió aquí mismo hace noventa años, y después murió; mi padre murió también. Y el ojo de Alah ha seguido mis pasos, y he crecido a la sombra de este jardín y escuchado el rumor del arroyuelo natal. Tengo cariño a este jardín y a este arroyo, ¡oh hijo mío! y al murmurador follaje, y a este sol, y a esta tierra materna en que mi sombra se alarga en libertad y se conoce a sí misma, y a la luna, que de noche me sonríe por encima de los árboles hasta la mañana. ¡Todo esto habla conmigo!, ¡oh hijo mío! Te lo digo para que sepas la razón que me sujeta aquí y me impide partir en tu compañía hacia los países musulmanes. Soy el único musulmán de este país en que vivieron mis antepasados. ¡Blanqueen, pues, en él mis huesos, y que el último musulmán muera con la cara vuelta hacia el sol que ilumina una tierra inmunda ahora, mancillada por los hijos bárbaros del oscuro Occidente!'

Así habló el anciano de las manos temblorosas. Después añadió: 'En cuanto a esas tinajas preciosas que te preocupan, toma, si lo deseas las diez primeras, y deja las otras diez en la cueva. Serán el premio de aquel que entierre el sudario en que yo duerma.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima decimonona noche...

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Valram

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