miércoles, 28 de abril de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima vigésima octava noche

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Y cuando llegó la 628ª noche

Ella dijo:

‘¡…Acuérdate bien del emplazamiento de esta casa, a fin de que puedas volver a ella cuando yo te lo ordene!’

Y salieron a la calle, olvidándose de cerrar la puerta, no obstante la recomendación.

Llegados que fueron a palacio, entraron por la puerta secreta y penetraron en el aposento particular en que estaba situada la alcoba. Y el califa dijo a su esclavo: ‘¡Quítale la ropa a este hombre, vístele con mi traje de noche, y échale en mi propio lecho!’ Y cuando el esclavo hubo ejecutado la orden, el califa le envió a buscar a todos los dignatarios del palacio, visires, chambelanes y eunucos, así como a todas las damas del harén; y cuando se presentaron todos entre sus manos, les dijo: ‘Es preciso que mañana por la mañana estéis todos en esta habitación, y que cada cual de vosotros se ponga a las órdenes de este hombre que está echado en mi lecho y vestido con mi ropa. Y no dejéis de guardarle las mismas consideraciones que a mí mismo, y en todo os portaréis con él como si yo mismo fuese. Y al contestar a sus preguntas, le daréis el tratamiento de Emir de los Creyentes; y tendréis mucho cuidado de no contrariarle en ninguno de sus deseos. ¡Porque si alguno de vosotros, aunque fuese mi propio hijo, no interpreta bien las intenciones que os indico, en aquella hora y en aquel instante será ahorcado a la puerta principal de palacio!’

Al oír estas palabras del califa, todos los circunstantes contestaron: ‘¡Oír es obedecer!’ Y a una seña del visir se retiraron en silencio, comprendiendo que, cuando el califa les había dado aquellas instrucciones, era porque quería divertirse de una manera extraordinaria. Cuando se marcharon, Al-Raschid se encaró con Giafar y con el portaalfanje Massrur, que se habían quedado en la habitación, y les dijo: ‘Ya habéis oído mis palabras. ¡Pues bien: es preciso que mañana seáis vosotros los primeros que os levantéis y vengáis a esta habitación para poneros a las órdenes de mi sustituto, que es éste que aquí véis! Y no habéis de asombraros por ninguna de las cosas que os diga, para sacaros de vuestro error simulado. Y haréis dádivas a quienes él os indique, aunque tuviérais que agotar todos los tesoros del reino; y recompensaréis, y castigaréis, y ahorcaréis, y mataréis, y nombraréis, y destituiréis exactamente como él os diga que hagáis. Y no tendréis necesidad de ir a consultarme antes. ¡Yo estaré escondido cerca, y veré y oiré cuanto ocurra! ¡Y sobre todo, obrad de manera que ni por un momento pueda sospechar que todo lo que sucede se reduce a una broma combinada por orden mía!

¡Eso es todo! ¡Y que se cumpla así!’

Luego añadió: ‘¡No dejéis tampoco, en cuanto os despertéis, de ir a sacarme de mi sueño a la hora de la plegaria matinal...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima vigésima novena noche

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Saludos
Valram

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