"Pero cuando llegó la 226ª noche
Ella dijo:
'...te mandaría matar, lo mismo que a los de tu tripulación'.
Al oír estas palabras, el capitán no pudo contestar más que oyendo y obedeciendo, y a pesar del perjuicio que salida tan forzada pudiera ocasionar a sus mercaderías, supuso que a la vuelta le indemnizaría el rey, y se dio a la vela. Y le permitió Alah una navegación tan feliz, que llegó en pocos días a la ciudad descreída, y desembarcó de noche con los marineros más robustos de su tripulación.
En aquel momento, Kamaralzamán, que había acabado su labor del día, estaba sentado muy triste, y con lágrimas en los ojos recitaba versos sobre la ausencia. Pero al oír llamar a la puerta, se levantó y fue a preguntar: '¿Quién va? El capitán, fingiendo voz cascada, dijo: '¡Un '' pobre de Alah!' Al oír esta súplica, dicha en árabe, Kamaralzamán, cuyo corazón latió de piedad, abrió. Pero inmediatamente fue cogido y agarrotado, y los marineros invadieron el jardín, y al ver los veinte tarros colocados como la primera vez, se apresuraron a cogerlos. Después volvieron todos al barco, y se dieron inmediatamente a la vela.
Entonces el capitán, rodeado por sus hombres, se acercó a Kamaralzamán y le dijo: '¡Ah! ¿Conque eres tú el aficionado a muchachos, que desgarraste al niño en la cocina del rey? ¡Cuando llegue el barco, encontrarás el palo dispuesto a hacerte lo propio, como no prefieras que ahora mismo te ensarten estos mozos continentes!' Y le señaló a los marineros, que se guiñaban el ojo al mirarlo, pues les parecía muy bien disfrutar de aquella ganga.
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."
Continuará: La ducentésima vigésima séptima noche...
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Valram
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