lunes, 12 de abril de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima duodécima noche

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Pero cuando llegó la 612ª noche

Ella dijo:

‘...y preguntó a Hassán si reconocía en ella a su esposa. Y Hassán contestó: ‘¡Oh soberana mía! arrebata la razón de quienes la miran, y encadena los corazones de quienes se acercan a ella; y he aquí los versos que me inspira:

¡La lucha del verano en medio de una noche de invierno, no es más hermosa que tu llegada!, ¡oh joven!

Las trenzas negras de tus cabellos, prolongadas hasta tus tobillos, y las bandas tenebrosas que te ciñen la frente, me impulsan a decirte:

‘¡Ensombreces la aurora con el ala de la noche!’ Pero tú me contestas: ‘¡No, no! ¡Sólo es una nube que ha ocultado la luna!’

‘¡Así la veo, oh soberana mía! ¡Pero entre ella y mi esposa hay una diferencia que mi lengua es impotente para describir!’ Entonces Nur Al-Huda hizo seña a la Madre-de-las-Lanzas, que apresuróse a introducir a la tercera hermana. Y entró la joven vestida con un traje de seda granate; y era aún más bella que las dos primeras, y se llamaba Claridad-Nocturna. Y después de besarla, su hermana la hizo sentarse al lado de la anterior, y preguntó a Hassán si reconocía en ella a su esposa.

Y Hassán contestó: ‘¡Oh reina mía y corona de mi cabeza! en verdad que hace huir la razón de los más prudentes, y mi asombro ante ella me induce a improvisar estos versos:

¡Te balanceas ligera cual la gacela, ¡oh llena de gracia! y tus párpados, a cada movimiento, lanzan flechas mortales!

¡Oh sol de belleza! ¡Tu aparición llena de gloria los cielos y las tierras, y tu desaparición tiende tinieblas sobre la faz del universo!

‘Así la veo, ¡oh reina del tiempo! ¡Pero, a pesar de todo, mi alma se niega a reconocer en ella a mi esposa, no obstante la semejanza extremada de las facciones y el ademán!’ Entonces, a una seña de Nur Al-Huda, la vieja amazona introdujo a la cuarta hermana, que se llamaba Pureza-del- Cielo. Y la joven iba vestida con un traje de seda amarilla con dibujos a lo ancho y a lo largo. Y besó a su hermana, que la hizo sentarse al lado de las otras. Y al verla Hassán, improvisó estos versos:

¡Aparece como la luna llena en una noche feliz, y sus miradas mágicas alumbran nuestro camino!

¡Si me acerco a ella para calentarme con el fuego de sus ojos, al punto véome rechazado por los centinelas que la defienden: sus dos senos firmes y duros cual la piedra del granito!

‘Y no la describo toda entera, porque para ello tendría que improvisar una oda larga. ¡Sin embargo, ¡oh mi señora! debo decirte que no es mi esposa, aunque su semejanza con ella asombre! Entonces Nur Al-Huda hizo entrar a su quinta hermana, que se llamaba Blanca-Aurora, y que se adelantó moviendo las caderas; y era tan flexible como una rama de bambú y tan ligera como un tierno pavo real. Y tras de haber besado a su hermana mayor, sentóse en el sitio que le asignaron, al lado de las demás, y se arregló los pliegues de su traje de seda verde labrado de oro. Y Hassán, al verla, improvisó estos versos:

¡La flor roja de la granada no está mejor velada con sus hojas verdes que vestida estás tú ¡oh joven! con esa camisa encantadora!

Y si te pregunto: ‘¿Qué vestidura es esa que tan bien sienta a tus mejillas solares?’ Me respondes: ‘¡No tiene nombre, porque es mi camisa!’

Y exclamo yo: ‘¡Oh maravillosa camisa tuya, causa de tantas heridas mortales! ¡Te llamaré la camisa que parte corazones!

¿Y no eras tú aún más maravillosa, ¡oh joven!? Si te yergues con tu belleza para deslumbrar ojos humanos, tus caderas te dicen: ‘¡No te muevas! ¡No te muevas! ¡Lo que va detrás de nosotras es demasiado abrumador para nuestras fuerzas!’

Y si entonces avanzo implorándote ardientemente, tu belleza me dice: ‘¡Anda! ¡Anda!’ Pero cuando me dispongo a obrar, me dice tu pudor: ‘¡No! ¡No!’

Cuando Hassán hubo recitado estos versos, toda la concurrencia quedó maravillada de su talento; y la propia reina, a pesar de su rencor, no pudo por menos de mostrarle su admiración. Así es que la vieja amazona, protectora de Hassán, se aprovechó del buen cariz que tomaba el asunto para tratar de volver a Hassán a la gracia de la vengativa princesa, y le dijo: ‘¡Oh soberana mía! ¿Te había engañado al hablarte del arte admirable de este joven para la construcción de versos?

¿Y acaso no es delicado y discreto en sus improvisaciones? ¡Te ruego, pues, que olvides por completo la audacia de su empresa, y le agregues a tu persona en adelante como poeta, utilizando su talento, para las fiestas y ocasiones solemnes!’

Pero la reina contestó: ‘¡Sí!’ ¡Mas quisiera acabar la prueba ante todo! ¡Haz que entre ahora mi hermana pequeña...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima decimotercera noche

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Valram

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