sábado, 9 de abril de 2011

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La noningentésima nonagésima primera noche

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Pero cuando llegó la 991ª noche

Ella dijo:

‘...he jurado a la joven en cuestión no venderla ni darla nunca’. Y al oír estas palabras, el califa se encaró conmigo, y me dijo: ‘¡Oh Yacub! ¿Hay medio de resolver esta dificultad?’ Y contesté sin vacilar: ‘Claro que sí, ¡oh Emir de los Creyentes!’ Me preguntó él: ‘¿Y cómo?’ Dije: ‘La cosa es muy sencilla. Para no faltar a su juramento, Issa te dará de regalo la mitad de la joven esclava que deseas; y te venderá la otra mitad. Y de esa manera quedará en paz con su conciencia, puesto que realmente ni te ha dado ni te ha vendido a la joven’.

Y al oír estas palabras, Issa se encaró conmigo, muy dubitativo, y me dijo: ‘¿Y es lícito ese proceder, ¡oh padre de la ley!? ¿Es aceptable por la ley?’ Y contesté: ‘¡Sin duda alguna!’ Entonces alzó la mano incontinenti, y me dijo: ‘Pues bien; te pongo por testigo ¡oh kadí Yacub! de que, pudiendo así descargar mi conciencia, doy al Emir de los Creyentes la mitad de mi esclava y le vendo la otra mitad por la suma de cien mil dracmas de plata que me ha costado entera’. Y Harún exclamó al punto:

‘Acepto el regalo, pero compro la segunda mitad por cien mil dinares de oro’. Y añadió: ‘Que me traigan ahora mismo a la joven’.

Y en seguida fue Issa a la sala de espera en busca de su esclava, al mismo tiempo que traían los sacos con los cien mil dinares de oro.

Y al punto introdujo a la joven su amo, que dijo: ‘Tómala, ¡oh Emir de los Creyentes! y que Alah te cubra con Sus bendiciones junto a ella. Es cosa tuya y propiedad tuya’. Y tras de recibir los cien mil dinares, salió.

Entonces el califa se volvió hacia donde yo estaba, y me dijo con aire preocupado: ‘¡Oh Yacub! todavía queda por resolver otra dificultad. Y me parece ardua la cosa’. Yo pregunté: ‘¿Qué dificultad es ésa, ¡oh Emir de los Creyentes!?’ El dijo: ‘Como ha sido esclava de otro, esta joven debe esperar un número previsto de días antes de pertenecerme, a fin de que tenga la certeza de no ser madre por influencia de su primer amo. Pero si no estoy con ella esta misma noche, tengo la seguridad de que me estallará de impaciencia el hígado, y moriré indudablemente’.

Entonces, tras de reflexionar un instante, contesté: ‘La solución de la dificultad es muy sencilla, ¡oh Emir de los Creyentes! Esa ley no reza más que con la mujer esclava; pero no previene días de espera para la mujer libre. Liberta, pues, en seguida a esta esclava, y cásate con ella cuando sea mujer libre’. Y con el rostro transfigurado de alegría, exclamó Al-Raschid: ‘¡Liberto a mi esclava!’ Luego me preguntó, súbitamente inquieto: ‘Pero ¿quién va a casarnos legalmente a hora tan tardía? Porque quiero estar con ella ahora, en seguida’. Y contesté ‘Yo mismo, ¡oh Emir de los Creyentes! os casaré legalmente ahora’.

Y llamé para testigos a los dos servidores del califa, Massrur y Hossein. Y cuando estuvieron presentes, recité las plegarias y las fórmulas de invocación, dije la alocución ritual, y después de dar gracias al Altísimo pronuncié las palabras de unión. Y estipulé que el califa, como es de rigor, debía pagar a la novia una dote nupcial, que fijé en la suma de veinte mil dinares.

Luego, cuando trajeron aquella suma y se la entregaron a la desposada, me dispuse a retirarme. Pero el califa alzó la cabeza hacia su servidor Massrur, quien dijo al punto: ‘A tus órdenes, ¡oh Emir de los Creyentes!’ Y Harún le dijo: ‘Lleva en seguida a casa del kadí Yacub, por las molestias que le hemos causado, la suma de doscientos mil dracmas y veinte ropones de honor’. Y salí, después de dar las gracias, dejando a Harún en el límite del júbilo. Y se me acompañó a mi casa con el dinero y los ropones.

Y he aquí que, en cuanto llegué a mi casa, vi entrar a una dama anciana, que me dijo: ‘¡Oh Abu-Yussef! la bienaventurada a quien acabas de libertar y a quien has unido con el califa, dándole por ello el título y la categoría de esposa del Emir de los Creyentes, es ya hija tuya, y me envía a prestarte sus zalemas y sus votos de dicha. Y te ruega que aceptes la mitad de la dote nupcial que le ha entregado el califa. Y se excusa por no poder corresponder de mejor manera por el momento, en vista de lo que has hecho por ella. Pero ¡inschalah! algún día podrá demostrarte mejor aún su gratitud’.

Y así diciendo, puso ante mí diez mil dinares de oro, que eran la mitad de la dote pagada a la joven, me besó la mano y se fue por su camino.

Y di gracias al Retribuidor por sus beneficios y por haber tornado, aquella noche, la perplejidad de mi espíritu en alegría y en contento. Y bendije en mi corazón la memoria venerada de mi maestro Abu-Hanifah, cuya enseñanza me inició en todas las sutilezas del código canónico y del código civil. ¡Alah le cubra con Sus dones y con Sus gracias!’

Luego dijo el joven rico: ‘Escuchad ahora ¡oh amigos míos! la historia de La joven árabe de la fuente’.

Y dijo:

La joven árabe de la fuente

‘Cuando recayó el poder califal en Al-Mamún, hijo de Harún Al-Raschid, aquello fue una bendición para el Imperio. Porque Al-Mamún, que sin disputa fue el califa más brillante y más ilustrado entre todos los Abbassidas, fecundó las comarcas musulmanas con la paz y la justicia, protegió eficazmetne y honró a los sabios y a los poetas, y lanzó a nuestros padres árabes al meidán de las ciencias. Y a pesar de sus inmensas ocupaciones y de sus jornadas invertidas en el trabajo y el estudio, sabía disponer de horas para los regocijos, las alegrías y los festines. Y para los músicos y las cantarinas eran muchas de sus sonrisas y muchos de sus beneficios. Y sabía escoger, para hacer de ellas sus esposas legales y las madres de sus hijos, a las mujeres más inteligentes, más ilustradas y más bellas de su tiempo. Y he aquí, por cierto, entre otros veinte, un ejemplo de la manera cómo se conducía Al-Mamún para fijar su predilección en una mujer y escogerla para esposa.

Un día, en efecto, volviendo de una montería con una escolta de jinetes, llegó a una fuente. Y había allí una joven árabe que disponíase a cargar en sus hombros un odre que acababa de llenar en la fuente. Y aquella joven árabe estaba dotada por su Creador de una talla encantadora de cinco palmos y de un pecho moldeado en el molde de la perfección; y en cuanto a lo demás, era semejante a una luna llena en una noche de luna llena...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La noningentésima nonagésima segunda noche

Noticias de referencia:
Las mil y una noches, denunciado por indecente
http://www.eluniversal.com.mx/notas/678635.html

Editan “Las mil y una noches” de Vargas Llosa
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61906.html

¿Y si “Las mil y una noches” lo escribió una mujer?
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61873.html

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