viernes, 13 de noviembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima sexagésima segunda noche

_______________________________

Y cuando llegó la 462ª noche

Ella dijo:

...Y Alí se encontró sostenido sólo con el pie izquierdo. Y por más que quiso servirse de sus miembros inútiles, no consiguió más que perder el equilibrio, tan pronto cayéndose como levantándose, hasta que se quedó rendido, y le dijo el mago: ‘¿Has renunciado a tu proyecto?’ Pero Alí replicó: ‘¡Necesito absolutamente los efectos de tu hija!’ Entonces le dijo el judío: ‘¡Ah! ¿Quieres los efectos? ¡Pues bien; voy a hacer que te los traigan!’

Y cogió una taza llena de agua, con la que le roció, y gritó: ‘¡Conviértete en burro!’ Y al instante Alí Azogue se transformó en burro, con figura de burro, cascos herrados y orejas monumentales. Y se puso desde luego a rebuznar como un burro, levantando el hocico y la cola y sorbiendo el aire. Y el judío pronunció las palabras dominadoras para adueñarse de él completamente, y le obligó a bajar la escalera sobre sus patas traseras; y una vez que estuvieron en el patio del palacio, trazó un círculo mágico en la arena alrededor del burro; y al punto alzóse en torno a él una muralla que le encerraba en un recinto muy estrecho, del que no podía escaparse.

Por la mañana fue allá el judío, lo ensilló, lo embridó, lo montó, y le dijo al oído: ‘¡Vas a reemplazar a la mula!’ Y le hizo salir del palacio encantado, el cual desapareció en seguida, y le guió por el camino de la tienda, adonde no tardó en llegar. Abrió su tienda, ató al borrico Alí en el sitio en que estaba atada la mula el día anterior y se puso a maniobrar con sus balanzas, sus pesos, su oro y su plata. Y el borrico Alí, que dentro de su piel conservaba todas sus facultades, excepto la de la palabra, se vio obligado, para no morirse de hambre, a morder con sus dientes su ración de habas secas; pero para consolarse desahogaba su mal humor soltando varias series de cuescos sonoros en la cara de los clientes.

Entretanto, llegó en busca del judío usurero Azaria un joven mercader arruinado por reveses de fortuna, y le dijo: ‘Estoy arruinado, y sin embargo, necesito ganarme la vida y mantener a mi esposa. ¡He aquí que te traigo sus brazaletes de oro, única y última propiedad que nos resta, para que me des a cambio su valor en dinero y pueda yo comprarme una mula o un asno y ejercer el oficio de vendedor de agua de riego!’. El judío contestó: ‘¿Piensas maltratar al asno que vas a comprar y darle mala vida si se niega a andar o a llevar cargas pesadas de agua?’ El futuro arriero contestó: ‘¡Por Alah! ¡Si se niega a trabajar, le obligaré a cumplir su tarea!’ ¡Eso fue todo! Y el borrico Alí oyó semejantes palabras, y a manera de protesta, lanzó un cuesco espantoso.

En cuanto al judío Azaria, contestó a su cliente: ‘En ese caso, te cederé a cambio de esos brazaletes mi propio burro, que está ahí atado a la puerta. No tengas con él contemplaciones para que no se acostumbre a holgazanear; y cárgale bien el lomo, porque es robusto y joven’.

Luego, terminada la compra, el vendedor de agua se llevó al borrico Alí, en tanto que pensaba éste para su ánima: ‘¡Ya Alí! ¡Tu amo está dispuesto a cargarte al lomo unas aguaderas de madera dura y pesados odres grandes, y te obligará a hacer cada día diez carreras largas o más! ¡Indudablemente, estás perdido sin remedio!’

Cuando el vendedor de agua condujo el asno a su casa, dijo a su esposa que bajara a la cuadra a dar el pienso al animal. Y la esposa, que era joven y muy agradable a la vista, cogió la ración de habas y bajó en busca del borrico Alí para colgarle del pescuezo el saco de pienso. Pero el borrico Alí, que desde hacía un momento la miraba de reojo, se puso de pronto a resollar con fuerza y le dio un cabezazo que la tiró con las ropas desordenadas encima de la pila de beber las caballerías, la cubrió, acariciándole la cara con sus gruesos labios temblorosos, y puso de manifiesto su mercancía de burro, considerable herencia de burros antepasados.

Al ver aquello, la esposa del vendedor de agua empezó a lanzar gritos tan agudos que al punto acudieron a la cuadra todas las vecinas, y al ver el espectáculo, se apresuraron a hacer bajar el asno de la mujer derribada. Y he aquí que también llegó el marido que hubo de preguntarle: ‘¿Qué te pasa?’ Ella le escupió en la cara y le dijo: ‘¡Ah hijo de adulterinos! ¿No supiste comprar en todo Bagdad más que este asno acosador de mujeres? ¡Por Alah! ¡Escoge entre el divorcio o la devolución de este borrico!’. El marido preguntó: ‘¿Pero qué ha hecho este borrico?’ Ella dijo: ‘¡Me ha derribado y me ha cubierto! ¡Y si no es por las vecinas, me habría penetrado espantosamente!’ Entonces el vendedor de agua la emprendió a estacazos con el asno, y acabó por llevárselo de nuevo al judío, a quien dio cuenta de sus atentados inconvenientes y le obligó a quedarse con él otra vez y a restituirle los brazaletes.

Cuando se hubo marchado el vendedor de agua, el mago Azaria se encaró con el borrico Alí y le dijo: ‘¿Conque te dedicas a hacer bribonadas con las mujeres, ¡oh malvado!? ¡Espera! ¡Ya que estás contento con tu condición de asno y no refrenas tus caprichos desvergonzados, te voy a convertir en algo que sea la irrisión de pequeños y grandes!’ Y cerró su tienda, cinchó al burro y salió de la ciudad.

Como la víspera, hizo surgir de la tierra y del fondo del aire el palacio encantado...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.”

Continuará: La cuadringentésima sexagésima tercera noche

Para los nuevos suscriptores:
La primera entrada está en Las mil noches y una noche. Antecedentes, de donde pueden navegar dando click en la opción “Entrada más reciente“, al pié de la página.

Saludos
Valram

¡Recibe la colección competa en tu e-mail!, suscríbete aquí, ¡es completamente gratis!