domingo, 27 de febrero de 2011

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La noningentésima quincuagésima primera noche

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Y cuando llegó la 951ª noche

Ella dijo:

...Y al punto la joven salió de su desmayo, y se incorporó a medias, y sonrió al joven príncipe, y le dijo: ‘¿Dónde estoy?’ Y él la estrechó contra sí, y contestó:

‘¡Conmigo!’ Y la besó, y se acostó con ella. Y permanecieron juntos cuarenta días y cuarenta noches en el límite de la satisfacción.

Luego se despidió él de ella, diciéndole: ‘Me voy, porque el visir de mi padre está esperando a la puerta. Le llevaré al palacio y volveré’. Y bajó en busca del visir. Y salió con él y atravesó el jardín. Y salieron a su encuentro rosas blancas y jazmines. Y le conmovió aquel encuentro, y dijo al visir: ‘¡Mira! ¡Las rosas y los jazmines blancos tienen la blancura de las mejillas de Sittukhán! ¡Oh visir! ¡Espera tres días más para que vaya yo a ver por segunda vez las mejillas de Sittukhán!’

Y subió, y se quedó tres días con Sittukhán, admirando sus mejillas, que eran como las rosas blancas y los jazmines. Luego bajó y se reunió con el visir, y continuó su paseo por el jardín en pos de la salida. Y salió a su encuentro el algarrobo de largos frutos negros. Y le conmovió mucho aquel encuentro, y dijo al visir:

‘¡Mira! ¡Las algarrobas son largas y negras como las cejas de Sittukhán! ¡Oh visir! ¡Espera aquí tres días más para que vaya yo a ver por segunda vez las cejas de Sittukhán!’

Y subió, y se quedó tres días con ella, admirando sus hermosas cejas, largas y negras como dos algarrobas en la rama.

Luego bajó a reunirse con el visir, y continuó con él sus paseos por el jardín en pos de la salida. Y le salió al encuentro una fuente corriente que tenía un surtidor hermoso y solitario. Y le conmovió aquel encuentro, y dijo al visir: ‘¡Mira! ¡El surtidor de la fuente es como el talle de Sittukhán! ¡Oh visir! ¡Espera aquí tres días más para que vaya yo a ver por segunda vez el talle de Sittukhán!’

Y subió, y se quedó tres días con ella, admirando su talle, que se parecía al surtidor de la fuente.

Luego bajó a reunirse con el visir para continuar con él su paseo por el jardín en pos de la salida. Pero he aquí que, cuando la joven vio a su enamorado subir por tercera vez en seguida de bajar, se dijo ‘Voy a ir ahora a ver por qué se va y vuelve en seguida’. Y bajó del pabellón y se quedó detrás de la puerta que daba al jardín, para verle partir. Y el príncipe, al volverse, la vio asomar la cabeza por la puerta.

Y retrocedió hasta ella, que estaba pálida y triste, y le dijo: ‘¡Sittukhán, Sittukhán! ¡Ya no te veré más! ¡Oh! ¡Nunca más!’ Y se marchó y salió con el visir para no volver más.

Entonces Sittukhán se dedicó a vagar por el jardín, llorando por sí misma y sintiendo no haber muerto realmente. Y mientras vagaba de aquel modo, vio que algo brillaba sobre el agua. Y lo recogió y vio que era una sortija soleimánica. Y frotó la cornalina grabada que estaba engarzada en ella, y al punto le dijo la sortija: ‘Heme aquí a tus órdenes. Habla, ¿qué quieres?’ La joven contestó: ‘¡Oh sortija de Soleimán! deseo de ti un palacio al lado del palacio del príncipe que me ha amado, y dame una belleza mayor que mi belleza’. Y la sortija le dijo: ‘¡Cierra los ojos y ábrelos!’ Y la joven cerró los ojos, y cuando los abrió, se encontró en un palacio magnífico erigido al lado del palacio del príncipe. Y se miró en el espejo, y quedó maravillada de su propia belleza.

Y fue a acodarse a la ventana en el momento en que pasaba por allá el príncipe a caballo. Y la vio sin reconocerla, y se fue enamorado. Y llegó al aposento de su madre, y le dijo: ‘¡Madre mía! ¿Tienes alguna cosa muy hermosa para llevársela de regalo a la dama que se ha instalado en el nuevo palacio? ¿Y no podrías decirle al mismo tiempo: ‘Cásate con mi hijo’? Y su madre la reina le dijo: ‘Tengo dos piezas de brocado real. Iré a llevárselas y le haré la petición’. El príncipe le dijo: ‘Está bien. Llévaselas’.

Y la madre del príncipe fue a la joven, y le dijo: ‘Hija mía, acepta este regalo, porque mi hijo desea casarse contigo’. Y la joven llamó a su negra, y le dijo: ‘Toma estas dos piezas de brocado y haz con ellas rodillas para fregar las baldosas’. Y la reina, enfadada, se fue en busca de su hijo, que le preguntó: ‘¿Qué te ha dicho, madre mía?’ Ella contestó: ‘¡Ha dado a la esclava las dos piezas de brocado de oro y le ha ordenado que con ellas haga rodillas para fregar la casa!’ El joven le dijo: ‘Te lo suplico, madre mía, ¿no tienes algo más precioso que puedas llevarle? Porque estoy enfermo de amor por sus ojos’. La madre le dijo: ‘Tengo un collar de esmeraldas sin tara ni mácula’. El príncipe le dijo: ‘Está bien. Pues llévaselo’.

Y la madre del príncipe subió a ver a la joven, y le dijo: ‘Acepta de nosotros este regalo, hija mía, que mi hijo desea casarse contigo’. Y la joven contestó: ‘Tu regalo queda aceptado, ¡oh señora!’ Y llamó a la esclava y le dijo: ‘¿Han comido los pichones o todavía no?’ La esclava contestó: ‘Todavía no, ‘¡ya setti!’ La joven le dijo:

‘¡Entonces toma estos granos de esmeralda y dáselos a los pichones para que coman y se refresquen con ellos!’

Al oír estas palabras, la madre del príncipe dijo a la joven: ‘¡No nos humilles, hija mía! Te ruego solamente que me digas si quieres casarte con mi hijo o no’. Ella contestó: ‘Si quieres que me case con tu hijo, dile que se haga pasar por muerto, envuélvele en siete sudarios, condúcele por la ciudad, y di a las gentes que no le entierren en más sitio que en el jardín de mi palacio’.

Y la madre del príncipe dijo: ‘Está bien. Voy a exponer tus condiciones a mi hijo’.

Y fue a decir a su hijo: ‘¡No puedes figurarte lo que pretende! Exige que, si quieres casarte con ella, te hagas pasar por muerto, que se te envuelva en siete sudarios, que se te conduzca por la ciudad con cortejo fúnebre y que te lleven a su casa para enterrarte. Y entonces se casará contigo’. Y él contestó: ‘¿No es nada más que eso, madre mía? Entonces, desgarra tus vestiduras, grita y di: ‘¡Ha muerto mi hijo!’

Y la madre del príncipe se desgarró las vestiduras, y gritó con voz tan aguda como lamentable: ‘¡Qué calamidad la mía! ¡Ha muerto mi hijo!’

Entonces, al oír el grito, todas las gentes del palacio acudieron y vieron al príncipe tendido en tierra como los muertos, y a su madre en un estado lamentable. Y cogieron el cuerpo del difunto, lo lavaron y lo metieron en siete sudarios. Luego se congregaron los lectores del Korán y los jeiques, y salieron en cortejo delante del cuerpo, cubierto de chales preciosos. Y después de conducir por toda la ciudad al muerto, fueron a depositarlo en el jardín de la joven, con arreglo a sus deseos. Allí lo dejaron, y se marcharon por su camino.

Cuando no quedó ya nadie en el jardín, la joven, que en otro tiempo había muerto a consecuencia de una brizna de lino, y que por sus mejillas se parecía a las rosas blancas y a los jazmines, por sus cejas a las algarrobas en la rama y por su talle al surtidor de la fuente, se inclinó sobre el príncipe amortajado con los siete sudarios. Y cuando le hubo quitado el séptimo sudario, le dijo: ‘¿Cómo? ¿Eres tú? ¡Conque tu pasión por las mujeres te ha llevado a dejarte amortajar con siete sudarios!’

Y el príncipe quedó lleno de confusión, y se mordió un dedo, y se lo arrancó de vergüenza. Y ella le dijo: ‘Pase por esta vez’. ‘Y vivieron juntos, amándose y deleitándose’

Y al oír esta historia, el sultán Baibars dijo al capitán Gelal Al-Din: ‘¡Ualahi, ua telahi, me parece que esto es lo más admirable que he oído!’.

Entonces avanzó entre las manos del sultán Baibars el décimo capitán de policía, que se llamaba Helal Al-Din, diciendo: ‘¡Tengo que contar una historia que es hermana mayor de las anteriores!’

Y dijo:

Historia contada por el decimo capitán de policía

‘Había una vez un rey que tenía un hijo llamado Mohammad. Y el tal hijo dijo un día a su padre: ‘Quiero casarme’. Y su padre le contestó: ‘Está bien. Espera a que vaya tu madre a los harenes para ver las jóvenes casaderas que hay y hacer la petición en tu nombre’. Pero el hijo del rey dijo: ‘No, padre mío; quiero buscar novia con mis propios ojos, viendo a la joven’. Y el rey contestó: ‘Está bien’.

Entonces montó el joven en su caballo, que era hermoso como un animal feérico, y salió de viaje.

Y al cabo de diez días de viajar, encontró a un hombre sentado en un campo y ocupado en cortar puerros, mientras su hija, una jovenzuela, los ataba. Y el príncipe, después de las zalemas, se sentó junto a ellos, y dijo a la joven: ‘¿Tienes un poco de agua?’ Ella contestó: ‘La tengo’. El dijo: ‘Dámela a beber’. Y ella se levantó y le trajo el cantarillo. Y bebió él.

Y he aquí que le gustó la joven, y dijo al padre: ‘¡Oh jeique! ¿me darás en matrimonio a esta hija tuya?’ El jeique contestó: ‘Somos tus servidores’. Y el príncipe le dijo: ‘Está bien, ¡oh jeique! Quédate aquí con tu hija, mientras yo regreso a mi país a buscar lo necesario para la boda, y vuelvo’.

Y el príncipe Mohammad fue a ver a su padre, y le dijo: ‘¡Me he hecho novio de la hija del sultán de los puerros!’ Y su padre le dijo: ‘¿Es que los puerros tienen ahora un sultán?’

El joven contestó:

‘¡Sí, y quiero casarme con su hija!’ Y el rey exclamó: ‘¡Loores a Alah, ¡oh hijo mío! que ha dado un sultán a los puerros!’ Y añadió: ‘Ya que te gusta la hija, espera por lo menos a que vaya tu madre al país de los puerros para ver el puerro padre, y a la puerra madre, Y a la puerra hija’.

Y dijo el príncipe Mohammad: ‘Está bien’.

Y su madre fue, pues, al país del padre de la joven, y se encontró con que la que su hijo le había dicho que era la hija del sultán de los puerros era una jovenzuela de todo punto encantadora y hecha verdaderamente para ser esposa de un hijo de rey. Y le plugo en extremo; y la besó, y le dijo: ‘¡Querida, soy la reina madre del príncipe a quien has visto, y vengo para casarte con él!’ Y la joven dijo: ‘¿Cómo? ¿Tu hijo es hijo del rey?’ La reina contestó: ‘¡Sí, mi hijo es hijo del rey, y yo soy su madre!’ Y la joven dijo: ‘Entonces no me casaré con él’. La reina preguntó ‘¿Y por qué?’ La joven le dijo: ‘¡Porque no me casaré más que con un hombre de oficio!’

Entonces la reina se marchó enfadada, y dijo a su esposo: ‘¡La joven del país de los puerros no quiere casarse con nuestro hijo!’ El rey preguntó: ‘¿Por qué?’. La reina dijo: ‘Porque no quiere casarse más que con un hombre que tenga en la mano un oficio''. El rey dijo: ‘Tiene razón’. Pero el príncipe cayó enfermo al saberlo.

Entonces el rey se levantó y mandó buscar a todos los jeiques de las corporaciones; y cuando estuvieron todos entre sus manos, dijo al primero, que era el jeique de los carpinteros: ‘¿En cuánto tiempo enseñarías tu oficio a mi hijo?’. El otro contestó: ‘Nada más que en dos años, pero no en menos’. El rey dijo: ‘Está bien.

¡Échate a un lado!’. Luego se encaró con el segundo, que era el jeique de los herreros, y le dijo: ‘¿En cuánto tiempo enseñarías tu oficio a mi hijo?’. El otro contestó:

‘Necesito un año, día tras día’. El rey le dijo: ‘Está bien. ¡Échate a un lado!’ Y de tal suerte interrogó a todos los jeiques de las corporaciones, que exigieron unos un año, otros dos, y otros tres o hasta cuatro años. Y no sabía el rey por cuál decidirse, cuando vio que detrás de todos alguien saltaba y se inclinaba, y hacía señas con los ojos y con el dedo alzado. Y le llamó, y le preguntó: ‘¿Por qué te estiras y te agachas?’ El aludido contestó: ‘Para hacerme notar por nuestro amo el sultán, pues soy pobre, y los jeiques de las corporaciones no me han advertido de su llegada aquí. Y yo soy tejedor, y enseñaré mi oficio a tu hijo en una hora de tiempo’.

Entonces el rey despidió a todos los jeiques de las corporaciones, y retuvo al tejedor, y le llevó seda de diferentes colores y un telar, y le dijo: ‘Enseña tu arte a mi hijo’. Y el tejedor se encaró con el príncipe, que se había levantado, y le dijo: ‘¡Mira! yo no voy a decirte: ‘¡Hazlo de este modo, y hazlo de este otro!’, no; yo te digo:

‘¡Abre tus ojos y observa! Y mira cómo van y vienen mis manos’. Y en nada de tiempo el tejedor tejió un pañuelo, en tanto que el príncipe le miraba atentamente. Luego dijo a su aprendiz. ‘Acércate ahora y haz un pañuelo como éste’. Y el príncipe se puso al telar, y tejió un pañuelo espléndido, dibujando en la trama el palacio y el jardín de su padre...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La noningentésima quincuagésima segunda noche

Noticias de referencia:
Las mil y una noches, denunciado por indecente
http://www.eluniversal.com.mx/notas/678635.html

Editan “Las mil y una noches” de Vargas Llosa
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61906.html

¿Y si “Las mil y una noches” lo escribió una mujer?
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61873.html

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