miércoles, 5 de mayo de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima trigésima quinta noche

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Y cuando llegó la 635ª noche

Ella dijo:

…atención oculto detrás de una cortina, se felicitó cada vez más de haber organizado semejante diversión.

Cuando se terminó la comida, las jóvenes avisaron a los eunucos que al punto llevaron con qué lavarse las manos. Y las jóvenes apresuráronse a tomar de manos de los eunucos la jofaina de oro, el jarro y las toallas perfumadas, y poniéndose de rodillas ante Abul-Hassán, le vertieron agua en las manos. Luego le ayudaron a levantarse; y cuando los eunucos descorrieron una gran cortina, apareció otra sala en que estaban colocadas las frutas sobre bandejas de oro. Y las jóvenes le acompañaron hasta la puerta de aquella sala, y se retiraron.

Entonces, sostenido por dos eunucos, Abul-Hassán llegó hasta el centro de aquella sala, que era más hermosa y estaba mejor decorada que la anterior. Y en cuanto se sentó, un nuevo concierto, dado por otra orquesta de músicas y cantarinas, hizo oír acordes admirables. Y muy entusiasmado, Abul-Hassán advirtió en las bandejas diez hileras alternadas de las frutas más raras y más exquisitas; y había siete bandejas; y cada bandeja estaba debajo de una araña colgada del techo; y ante cada bandeja hallábase una joven más hermosa y mejor adornada que las anteriores; y también tenía cada cual un abanico. Y Abul-Hassán las examinó una tras de otra y quedó encantado de su belleza. Y las invitó a sentarse a su alrededor; y para animarlas a comer, no dejó de servirlas por sí mismo en vez de dejarlas servirle. Y se informó de sus nombres, y supo decir a cada una un cumplimiento apropiado al presentarles un higo, o un racimo de uvas, o una raja de sandía, o un plátano. Y el califa, que le escuchaba, se divertía en extremo y estada cada vez más satisfecho de ver lo que el otro daba de sí.

Cuando Abul-Hassán hubo probado de todas las frutas que había en las bandejas, y también se las hizo probar a las jóvenes, levantóse, ayudado por los eunucos, que le introdujeron en una tercera sala más hermosa sin duda que las dos primeras...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima trigésima sexta noche

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Saludos
Valram

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