jueves, 23 de julio de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La tricentésima cuadragésima novena noche

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"Pero cuando llegó la 349ª noche

Ella dijo:

...ofrecerme aquella joven esclava tan gentil una cucharada de confitura de rosas, dijo Sett Badr:

'Has de saber, ¡oh Ibn Al-Mansur! que estoy enamorada, y que el objeto de mi amor se halla lejos de mí. ¡He aquí toda mi historia!' Y tras esas palabras, Sett Badr dejó escapar un gran suspiro y se calló.

Y yo le dije: '¡Oh mi dueña! ¡estás dotada de belleza perfecta, y el que amas debe ser perfectamente bello! ¿Cómo se llama?' Ella me dijo: 'Sí, Ibn Al-Mansur, el objeto de mi amor es perfectamente bello, como has dicho. Es el emir Jobair, jefe de la tribu de los Bani Schaibán. ¡Sin ningún género de duda es el joven más admirable de Bassra y del Irak!'

Yo dije: 'No podía ser de otro modo, ¡oh mi dueña! Pero, ¿consistió en palabras solamente vuestro mutuo amor, o llegasteis a daros pruebas íntimas de él en diversos encuentros y de agradables consecuencias?' Ella dijo: '¡Ciertamente, hubieran sido de muy agradables consecuencias nuestros encuentros, si su larga duración bastara a enlazar los corazones! ¡Pero el emir Jobair me ha ofendido con una simple suposición!'

Al oír estas palabras, ¡oh Emir de los Creyentes! exclamé: '¿Cómo? ¿Es posible suponer que el lirio ame al barro porque la brisa le incline hacia el suelo? ¡Y aunque sean fundadas las suposiciones del emir Jobair, tu belleza es una disculpa viva!, ¡oh mi dueña!' Ella sonrió y me dijo: '¡Si al menos ¡oh jeique! se tratase de un hombre! ¡Pero el emir Jobair me acusa de amar a una joven, a esta misma que tienes delante de tus ojos, a la gentil, a la dulce que nos está sirviendo!' Yo exclamé: 'Pido a Alah perdón para el emir ¡oh mi dueña! ¡Sea confundido el Maligno! ¿Y cómo pueden amarse entre sí las mujeres? ¿Quieres decirme, por lo menos, en qué ha fundado sus suposiciones el emir?'

Ella contestó: 'Un día, después de haber tomado mi baño en el hammam de mi casa, me eché en mi cama y me puse en manos de mi esclava favorita, esta joven que aquí ves, para que me vistiera y peinara mis cabellos. Era sofocante el calor, y con objeto de que me refrescara algo, mi esclava me despojó de las toallas que abrigaban mis hombros y cubrían mis senos, y se puso a arreglar las trenzas de mi cabellera. Cuando hubo concluido, me miró y al encontrarme hermosa de aquel modo, me rodeó el cuello con sus brazos y me besó en la mejilla, diciéndome: '¡Oh mi señora, quisiera ser hombre para amarte aún más de lo que te amo!' Y trataba, gentil, de divertirme con mil retozos amables. Y he aquí que en aquel momento precisamente entró el emir; nos lanzó una mirada singular a ambas y salió bruscamente, para enviarme algunos instantes después una esquela, en la que aparecían trazadas estas palabras: 'El amor no puede hacernos dichosos más que cuando nos pertenece en absoluto'. ¡Y desde aquel día no volví a verle; y jamás quiso darme noticias suyas, ya lbn Al-Mansur!'

Entonces le pregunté: '¿Pero os unió algún contrato de matrimonio?' Ella contestó: '¿Y para qué hacer un contrato? Nos habíamos unido por nuestra voluntad, sin intervención del kadí y de los testigos'.

Yo dije: 'Entonces, ¡oh mi dueña! si me lo permites, quiero ser el lazo de unión entre vosotros dos, simplemente por el gusto de ver reunidos a dos seres selectos'. Ella exclamó: '¡Bendito sea Alah, que nos puso en tu camino, ¡oh jeique de rostro blanco! ¡No creas que vas a dar con una persona ingrata que ignora el valor de los beneficios! Voy ahora mismo a escribir de mi puño y letra una carta para el emir Jobair, y tú se la entregarás, procurando hacerle entrar en razón'. Y dijo a su favorita: 'Anda, gentil, tráeme un tintero y una hoja de papel'. Se los trajo la otra, y Sett Badr escribió:

'¿Por qué dura tanto la separación, mi bien amado? ¿No sabes que el dolor ahuyenta de mis ojos el sueño, y que cuando pienso en tu imagen se me aparece tan cambiada que ya no la reconozco?

'¡Te conjuro a que me digas por qué dejaste la puerta abierta a mis calumniadores!' ¡Levántate, sacude el polvo de los malos pensamientos y vuelve a mí sin tardanza! ¡Qué día de fiesta va a ser para ambos el que alumbre nuestra reconciliación!'

Cuando acabó de escribir esta carta, la dobló, la selló y me la entregó...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: La tricentésima quincuagésima noche...

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Valram

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