domingo, 21 de marzo de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La quingentésima nonagésima noche

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Y cuando llegó la 590ª noche

Ella dijo:

‘...Y al punto corrió Botón-de-Rosa a llevarle un magnífico traje, con el cual la vistió. Después le sirvió de comer e hizo cuanto pudo para ahuyentar su pena. Y la bella Esplendor acabó por consolarse un poco, y dijo: ‘¡Ya veo que estaba escrito en mi destino que tendría que separarme de mi padre, de mi familia y de las moradas de la patria! ¡Y es preciso que me someta a los decretos del Destino!’ Y la hermana de Hassán no dejó de afirmarla en esta resolución, de modo que las lágrimas de la princesa cesaron por completo y se resignó ella con su suerte. Entonces la hermana de Hassán ausentóse un momento para correr al lado de su hermano, y decirle:

‘Apresúrate a presentarte al instante a tu bienamada, porque ha llegado el momento propicio. Una vez que penetres en la estancia, empieza por besarle los pies, luego las manos, luego la cabeza.

¡Y sólo entonces deberás dirigirle la palabra, y has de hacerlo de la manera más elocuente y más amable!’

Y temblando de emoción, presentóse Hassán a la princesa, quien, al reconocerle, le miró con atención, y a pesar suyo, quedó en extremo conmovida por la belleza del joven. Pero bajó los ojos, y Hassán le besó los pies y las manos y luego le besó en la frente entre ambos ojos, diciéndole:

‘¡Oh soberana de las más bellas, vida de las almas, alegría de las miradas, jardín del ingenio! ¡Oh reina, oh soberana mía! ¡Tranquiliza, por favor, tu corazón, y refresca tus ojos, porque tu suerte está colmada de dicha! ¡Mi único deseo con respecto a ti consiste en ser tu esclavo fiel, como mi hermana es ya tu servidora! ¡Y no es mi intención hacerte violencia, sino casarme contigo según la ley de Alah y de su Enviado! Y entonces te conduciré a Bagdad, mi patria, donde pondré a tu disposición esclavos de ambos sexos y una morada digna de ti por su magnificencia. ¡Ah! ¡Si supieras cuán admirable es el país en que se alza Bagdad, la ciudad de paz, y qué amables, corteses y hospitalarios son sus habitantes, y qué delicioso y de buen augurio es su trato! ¡Y además, tengo una madre que es la mejor de las mujeres y que te querrá como a hija suya, y te guisará manjares maravillosos, pues sin duda sabe cocinar mejor que nadie en todo el país del Irak!’

¡Así habló Hassán a la joven Esplendor, hija del rey del Gennistán! ¡Y la princesa no le contestaba ni con una palabra, ni con una letra, ni con una señal! Y de pronto oyeron llamar a la puerta del palacio. Y dijo Hassán, que era el encargado de abrir y de cerrar las puertas:

‘¡Dispensadme!, ¡oh mi señora! ¡Tengo que ausentarme un momento!’ Y corrió a abrir la puerta. Eran sus hermanas, que regresaban de la cacería, y que al verle vuelto de nuevo a la salud y con las mejillas brillantes, se regocijaron y quedaron satisfechas hasta el límite de la satisfacción. Y Hassán tuvo buen cuidado de no hablarles de la princesa Esplendor, y les ayudó a llevar el botín de su caza, que consistía en gacelas, zorros, liebres, búfalos y fieras de todas las especies. Y ostentó con ellas una amabilidad excesiva, besándolas en la frente a una tras de otra, acariciándolas y demostrándoles su amistad con una efusión a la que no estaban acostumbradas por él, ya que reservaba todas sus caricias para Botón-de-Rosa, la hermana más pequeña. Así es que quedaron agradablemente sorprendidas de aquel cambio; y hasta la mayor de las jóvenes acabó por suponer que algún motivo ocasionaba tales transportes y le miró con una sonrisa maligna, y guiñó el ojo, y le dijo: ‘¡En verdad, ¡oh Hassán!, que nos asombra esta demostración tan excesiva por tu parte, pues hasta hoy aceptaste nuestras caricias sin querer devolvérnoslas jamás!

¿Es que nos encuentras más hermosas con nuestros trajes de caza, o es que nos quieres más ahora, o son ambos motivos a la vez?’

¡Pero Hassán bajó los ojos, y lanzó un suspiro capaz de derretir el corazón más duro! Y las princesas le preguntaron, asombradas: ‘Pero, ¿por qué suspiras de ese modo, ¡oh hermano nuestro!?’ ¿Y quién puede turbar tu quietud? ¿Quieres retornar a tu patria al lado de tu madre? ¡Habla, Hassán, abre tu corazón a tus hermanas!’ Pero Hassán se encaró con su hermana Botón-de-Rosa, que acababa de llegar precisamente, y le dijo, ruborizándose en extremo: ‘¡Mejor es que hables tú!

¡Porque a mí me da mucha vergüenza decir la causa de mi turbación!’ Y dijo Botón-de-Rosa: ‘¡No es nada, absolutamente, hermanas mías! ¡Todo se reduce a que nuestro hermano Hassán ha cogido un pájaro del aire muy hermoso y desea de vosotras que le ayudéis a domesticarlo!’ Y exclamaron todas: ‘¡Claro! ¡Vaya una cosa! Pero, ¿por qué le ruboriza eso tanto a Hassán?’ La joven contestó: ‘¡Ah! Es que Hassán ama con amor ¡y con qué amor! a ese pájaro’.

Las otras dijeron: ‘¡Por Alah! ¿Y cómo ¡oh Hassán! vas a declarar tu amor a un pájaro del aire?’ Y mientras Hassán bajaba la cabeza y se ruborizaba más aún, dijo Botón-de-Rosa: ‘¡Con la palabra, con el ademán y con todo lo consiguiente!’ Las demás dijeron: ‘¡Entonces será muy grande el pájaro de nuestro hermano!’ Botón-de-Rosa, dijo: ‘¡Es de nuestra estatura! ¡Pero acabad de escucharme!’ Y añadió: ‘¡Sabed ¡oh hermanas mías! que el espíritu de los hijos de Adán es muy limitado! Por eso, cuando dejamos aquí completamente solo a nuestro pobre Hassán, como sentía muy oprimido el pecho, empezó a recorrer el palacio para distraerse. Pero tenía tan turbada la imaginación, que confundió las llaves de los aposentos, ¡y por descuido abrió la puerta de la estancia prohibida, la que da a la terraza! ¡Y allí le sucedió tal y cual cosa!’ Y contó, aunque atenuando la culpa de Hassán, toda la historia, añadiendo: ‘¡Después de todo, tiene excusa nuestro hermano, porque la joven es hermosa! ¡Ah! ¡Si supiéseis, hermanas mías, cuán hermosa es!’

Al oír estas palabras de Botón-de-Rosa, sus hermanas le contestaron: ‘¡Si es tan hermosa como dices, empieza por mostrárnosla ante todo para que podamos formarnos una idea!’

Botón-de-Rosa dijo: ‘¡Quién pudiera describírosla, ya Alah! Pelos en la lengua me saldrían antes de que lograse enumerar sus encantos, siquiera aproximadamente. ¡Sin embargo, quiero intentarlo, aunque no sea más que para que no os caigáis de espaldas al verla!

‘¡Bismilah, ¡oh hermanas mías! gloria a Quien revistió de esplendor su desnudez de jazmín! ¡Supera a las gacelas en la hermosura de su nuca y en el brillo de sus ojos negros y a la araka en la esbeltez de su talle. ¡Su cabellera es una noche de invierno, espesa y negra; su boca, que a la rosa emula, es el propio sello de Soleimán; sus dientes de marfil joven son un collar de perlas o granizos de igual tamaño; su cuello es un lingote de plata; su vientre tiene rincones v escondrijos, y su grupa hoyuelos y protuberancias; su ombligo posee la capacidad suficiente para contener una onza de almizcle negro; sus muslos son pesados y a la vez firmes y elásticos cual cojines rellenos de plumas de avestruz, y sobre ellos, en su nido cálido y encantador, semejante a un conejo sin orejas, aparece una historia llena de gloria, con su terraza y su territorio, y sus cañadas en declive, para dejarse caer allá a fin de olvidar las penas negras. Y no os equivoquéis acerca de ella, ¡oh hermanas mías! Porque, al verla, podríais también tomarla por una cúpula de cristal, redonda por todos lados y asentada en una base sólida, o por una taza de plata colocada al revés. Y a una joven así se refieren con razón estos versos del poeta:

¡Vino a mí la joven, vestida con su belleza cual el rosal con sus rosas, y con los senos firmes!, ¡oh granadas! Y exclamé: ‘¡He aquí la rosa y las granadas!’

¡Me había equivocado! ¡Qué error ¡oh joven! fue comparar tus mejillas a las rosas y tus senos a las granadas! ¡Pues ni las rosas de los rosales ni las granadas de los jardines merecen la comparación!

¡Porque se puede aspirar las rosas y coger las granadas! pero a ti, ¡oh virginal! ¿Quién puede envanecerse de olerte o de tocarte?

‘¡Y eso es ¡oh hermanas mías! lo que de una ojeada pude ver de la princesa Esplendor, hija del rey de reyes del Gennistán...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La quingentésima nonagésima primera noche

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Valram

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