jueves, 15 de abril de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima decimoquinta noche

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Y cuando llegó la 615ª noche

Ella dijo:

¡…Y si me preguntas de qué modo voy a valerme, te enseñaré este gorro!’ Y Hassán le hizo ver el gorro encantado, lo probó ante ella, desapareciendo de repente en cuanto se lo puso en la cabeza, y le contó luego cómo lo había arrojado en su camino Alah para que fuese causa de su liberación. Y con las mejillas cubiertas de lágrimas de alegría y de arrepentimiento, Esplendor dijo a Hassán: ‘¡Alah! de todos los sinsabores que hemos sufrido tengo yo la culpa por haber abandonado sin permiso tuyo nuestra morada de Bagdad. ¡Oh mi señor bienamado! ¡Por favor, no me hagas ya los reproches que merezco, pues bien veo ahora que una mujer debe saber todo lo que su esposo vale! ¡Y perdóname mi falta, para la cual imploro indulgencia ante Alah y ante ti! ¡Y discúlpame un poco teniendo en cuenta que mi alma no supo resistirse a la emoción que la embargó al ver el manto de plumas!’

¡Y contestó Hassán!: ‘¡Por Alah, ¡oh Esplendor! que sólo yo soy culpable por haberte dejado sola en Bagdad! ¡Debí llevarte conmigo siempre! ¡Pero puedes estar tranquila de que en el porvenir así lo haré!’ Y habiendo dicho estas palabras, se la echó a la espalda, cogió también de la mano a la vieja, y se cubrió la cabeza con el gorro. Y los tres se tornaron invisibles. Y salieron del palacio, y a toda prisa se encaminaron a la séptima isla, en que estaban ocultos sus dos hijitos, Nasser y Manssur.

Entonces Hassán, aunque se hallaba en el límite de la emoción por haber vuelto a ver a sus dos hijos sanos y salvos, no quiso perder tiempo en efusiones de ternura; y confió ambos niños a la vieja, la cual se los colocó a horcajadas uno en cada hombro. Después, sin que la viese nadie, Esplendor consiguió atrapar tres mantos de plumas completamente nuevos; y se los pusieron. Luego cogiéronse de la mano los tres, y abandonando sin pena las islas Wak-Wak, volaron hacia Bagdad.

Y he aquí que Alah les escribió la seguridad, y tras de un viaje hecho por pequeñas etapas, llegaron a la Ciudad de Paz una mañana. Y aterrizaron en la terraza de su morada; y bajaron por la escalera y penetraron en la sala donde estaba la pobre madre de Hassán, a quien los pesares y las inquietudes habían puesto enferma y casi ciega. Y Hassán escuchó un instante a la puerta, y oyó gemir y desesperarse dentro a la pobre mujer. Entonces llamó, y la voz de la vieja hubo de preguntar: ‘¿Quién hay a la puerta?’ Hassán contestó: ‘¡Oh madre mía! ¡El Destino, que quiere reparar sus rigores!’

Al oír estas palabras, sin saber aún si aquello era una ilusión o la realidad, la madre de Hassán corrió con sus débiles piernas a abrir la puerta. Y vio a su hijo Hassán con su esposa y sus hijos, y a la vieja amazona, que se mantenía discretamente detrás de ellos. Y como la emoción era demasiado fuerte para ella, la anciana cayó desvanecida en brazos de los recién llegados. Y Hassán la hizo volver en sí bañándola con sus lágrimas. Y Esplendor avanzó hacia ella y la colmó de mil caricias, pidiéndole perdón por haberse dejado vencer por su instinto original. Después hicieron adelantarse a la Madre-de-las-Lanzas y se la presentaron como su salvadora y la causante de su liberación. Y entonces Hassán contó a su madre todas las aventuras maravillosas que le habían sucedido, y que es inútil repetir. Y a la vez glorificaron al Altísimo, que permitió se reunieran.

Y desde entonces vivieron todos juntos la vida más deliciosa y más llena de dicha. Y merced al tambor mágico, no dejaron de ir cada año todos en caravana a visitar a las siete princesas, hermanas de Hassán, que vivían sobre la Montaña de las Nubes, en el palacio de cúpula verde. ¡Y después de numerosos años, fue a visitarle la Destructora inexorable de alegrías y placeres!

¡Loores y gloria a Quien domina en el imperio de lo visible y de lo indivisible, al Viviente, al Eterno, que no conoce la muerte!

Cuando Schehrazada hubo contado de tal modo aquella historia, la pequeña Doniazada se colgó a su cuello, y la besó en la boca, y le dijo: ‘¡Oh hermana mía! ¡Cuán maravillosa y gustosa es esa historia, y cuán encantadora y deleitosa es! ¡Ah! ¡Cuánto quiero a Botón-de-Rosa, y cómo siento que Hassán no la tomara por esposa al mismo tiempo que a Esplendor!’

Y el rey Schahriar dijo: ‘¡Asombrosa es esa historia, Schehrazada! ¡Y me hizo olvidarme de muchas cosas que desde mañana quiero poner en ejecución!’

Y dijo Schehrazada: ‘¡Sí, ¡oh rey! pero nada es, comparada con la que todavía tengo que contarte, relativa al Cuesco histórico!’ Y exclamó el rey Schahriar: ‘¿Cómo dices Schehrazada? ¿Y qué cuesco histórico es ese que no conozco?’

Schehrazada dijo: ‘¡Es el que voy a someter mañana al rey, si estoy con vida aún!’ Y el rey Schahriar se dijo: ‘¡En verdad que no la mataré mientras no me haya instruido acerca de lo que dice!’

Y en aquel momento Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima decimosexta noche

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Valram

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