lunes, 4 de enero de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La quingentésima decimocuarta noche

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Pero cuando llegó la 514ª noche

Ella dijo:

‘...Entonces Abdalah el Marítimo le hizo reconocer rápidamente diversas regiones en que se sucedían ante sus ojos los espectáculos, y le hizo arribar a una ciudad más pequeña que las otras y cuyas casas también eran cavernas, unas grandes y otras pequeñas, según el número de sus habitantes. Y el marítimo le llevó ante una de aquellas cavernas y le dijo: ‘Entra, ¡oh hermano mío! ¡Esta es mi casa!’ Y le hizo entrar en la caverna, y exclamó: ‘¡Hola! ¡Ven pronto aquí, hija mía!’ Y saliendo de detrás de una floresta de coral rosa, se acercó a ellos al punto una joven con largos cabellos flotantes, bellos senos, vientre admirable, cintura graciosa y hermosos ojos verdes de largas pestañas negras; pero, como todos los habitantes del mar, tenía en lugar de grupa y piernas una cola de pez. Y al ver al terrestre, se paró sobrecogida y le miró con inmensa curiosidad; luego acabó por echarse a reír, y exclamó:

‘¡Oh padre mío! ¿Quién es ese individuo sin cola que nos traes?’ El padre contestó: ‘¡Hija mía, es mi amigo el terrestre que me daba todos los días el cesto de frutas que traía yo y que con tanta fruición te comías tú! ¡Acércate, pues, a él cortésmente y deséale la paz y la bienvenida!’ Y se adelantó ella y le deseó la paz con mucha amabilidad y usando un lenguaje escogido; y cuando iba a responderle Abdalah, extremadamente encantado, entró a su vez la esposa del marítimo, llevando en cada brazo a uno de sus dos últimos hijos, y cada uno de los niños llevaba un pez grande que iba devorando, lo mismo que devorarían un cohombro los niños de la tierra.

Y he aquí que al ver a Abdalah junto al marítimo, la esposa de éste se detuvo en el umbral, inmóvil de sorpresa, y después de haber soltado a sus dos hijos, exclamó riendo con todas sus fuerzas: ‘¡Por Alah, si es un individuo sin cola! ¿Cómo es posible vivir sin cola?’ Y acercóse más al terrestre; y sus dos hijos y su hija se acercaron también; y en extremo divertidos, se pusieron todos a examinarle de cabeza a pies, y se maravillaron de su trasero especialmente, va que en toda su vida habían tenido ellos trasero ni otra cosa que se pareciese a un trasero. Y los niños y la joven, que en un principio asustáronse un poco de aquella protuberancia, se atrevieron hasta tocarla con los dedos varias veces, de tanto como les intrigaba y divertía. Y se reían entre sí de semejante cosa, y decían: ‘¡Es un individuo sin cola!’ ¡Y bailaban de alegría! Así es que Abdalah de la Tierra acabó por enfadarse al ver aquellos modales y aquella desvergüenza y dijo a Abdalah del Mar: ‘¡Oh hermano mío! ¿Es que me has traído hasta aquí para que sea la irrisión de tus hijos y de tu esposa?’

El otro contestó: ‘¡Te pido perdón, hermano mío, y te ruego que me dispenses y no hagas caso de los modales de estas dos mujeres y estos dos niños, porque tienen una inteligencia defectuosa!’ Luego se encaró con sus hijos, y les gritó: ‘¡Callaos!’ Y les infundió miedo, y se callaron. Entonces dijo el marítimo a su huésped: ‘¡No te asombres, sin embargo, de lo que veas, ¡oh hermano mío! porque entre nosotros no hay quien no tenga cola!’

Y he aquí que, a raíz de estas palabras, llegaron diez adultos gruesos y vigorosos, que dijeron al dueño de la casa: ‘¡Oh Abdalah! el rey del Mar acaba de saber que tienes en tu casa a un individuo sin cola entre los individuos sin cola de la Tierra. ¿Es cierto?’ El interpelado contestó: ‘Es cierto. Y ahí le tenéis delante de vosotros. ¡Es mi amigo y mi huésped, y al instante voy a llevarle a la playa de donde le saqué!’ Los otros dijeron: ‘¡Guárdate de hacerlo! ¡Que el rey nos ha enviado a buscarle, pues desea verle y examinar su contextura! ¡Y parece ser que por detrás tiene una cosa extraordinaria, y otra cosa más extraordinaria todavía por delante! ¡Y el rey quisiera ver ambas cosas, y saber qué nombre tienen!

Al oír estas palabras, Abdalah del Mar se encaró con su huésped y le dijo: ‘¡Oh hermano mío! dispénsame, porque ya ves que no tengo excusa. ¡No podemos desobedecer las órdenes de nuestro rey!’ El terrestre dijo: ‘¡Me da mucho miedo ese rey, que acaso se enfade porque tengo cosas que él no tiene, y decretará mi perdición en vista de eso!’ El marítimo dijo: ‘¡Yo estaré allí para protegerte y hacer de manera que no sufras ningún daño!’ El terrestre dijo: ‘¡Me someto a tu decisión entonces, y pongo mi confianza en Alah y te sigo!’

Y el marítimo se llevó a su huésped y le condujo a la presencia del rey.

Cuando el rey vio al terrestre, le dio tanta risa, que estuvo a punto de caerse; luego dijo:

‘Bienvenido seas entre nosotros, ¡oh individuo sin cola!’ Y todos los altos dignatarios que rodeaban al rey se reían mucho y se mostraban unos a otros con el dedo el trasero del terrestre, diciendo:

‘¡Sí, ¡por Alah! es un individuo sin cola!’ Y le preguntó el rey: ‘¿Cómo no tienes cola?’. ‘No lo sé, ¡oh rey! ¡Pero así somos todos los habitantes de la tierra!’

El rey preguntó: ‘¿Y cómo llamáis a eso que tenéis por detrás en lugar de la cola?’ Abdalah contestó: ‘Unos lo llaman culo y otros trasero, en tanto que otros lo pluralizan y lo llaman nalgas por constar de dos partes’. Y le preguntó el rey: ‘¿Y para qué os sirve ese trasero?’ Abdalah contestó: ‘¡Sencillamente para sentarnos cuando estamos cansados! ¡Pero en las mujeres resulta un adorno muy apreciado!’ El rey preguntó: ‘Y eso de delante, ¿cómo se llama?’ Abdalah dijo: ‘¡El zib!’ El rey preguntó: ‘¿Y para qué os sirve ese zib?’ Abdalah contestó: ‘Tiene muchos usos de todas clases y que no puedo explicar por consideración al rey. ¡Pero son tan necesarios esos usos, que en nuestro mundo nada se estima tanto en el hombre como un zib de valor, de la misma manera que en la mujer nada se aprecia tanto como un trasero de importancia!’ Y al oír estas palabras, el rey y los que le rodeaban echáronse a reír extremadamente, y sin saber qué decir ya, Abdalah el Terrestre alzó al cielo los brazos, y exclamó: ‘¡Loores a Alah que ha creado el trasero para que en un mundo fuera una gloria y en otro un objeto de escarnio...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.”

Continuará: La quingentésima decimoquinta noche

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Valram

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