viernes, 9 de octubre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima vigésima séptima noche

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Pero cuando llegó la 427ª noche

Ella dijo:

‘...y son todos a cuál más seductor!’ Y he aquí que estas palabras del mago tuvieron el poder de persuadir a la joven, que se levantó al punto, puso su mano en la mano del viejo sabio, y le dijo: ‘¡Oh padre mío! ¿Qué cabalgadura me trajiste contigo para que la monte?’ El persa contestó: ‘¡Oh mi dueña, montarás en el caballo en que viniste!’ Ella dijo: ‘¡Pero si yo no sé montar ahí sola!’ Entonces sonrió él y comprendió que la tendría a merced suya en adelante y contestó: ‘¡Yo mismo montaré contigo!’ Y saltó a su caballo, sentó en la grupa a la joven, sujetándola contra él y atándola sólidamente con cuerdas, en tanto que la princesa estaba muy ajena de lo que con ella iba a hacer. Dio vuelta entonces él a la clavija que servía para subir, y súbito el caballo llenó de viento su vientre, se movió y, se agitó saltando como las olas del mar; remontó el vuelo, elevándose por los aires cual un pájaro, y en un instante dejó detrás de sí en la lejanía, la ciudad y los jardines.

Al ver aquello, exclamó la joven, muy sorprendida: ‘¡Oye! ¿Adónde vas sin ejecutar las órdenes de tu amo?’ El sabio contestó: ‘¡Mi amo! ¿Y quién es mi amo?’ Ella dijo: ‘¡El hijo del rey!’ El sabio preguntó: ‘¿Qué rey?’ Ella dijo: ‘¡No sé cuál!’ Al oír estas palabras se echó a reír el mago, y dijo: ‘Si te refieres al joven Kamaralakmar, ¡confunda Alah a ese bribón estúpido, que en suma no es más que un pobre muchacho!’

Ella exclamó: ‘¡La desgracia sobre ti!, ¡oh barba de mal agüero! ¿Cómo te atreves a hablar así de tu amo y a desobedecerle?’ El mago contestó: ‘¡Te repito que ese jovenzuelo no es mi amo! ¿Sabes quién soy?’

La princesa dijo: ‘¡No sé de ti más que lo que tú mismo me has contado!’ El sabio sonrió y dijo: ‘¡Lo que te conté sólo era una estratagema ideada por mí en contra tuya y del hijo del rey! Porque has de saber que ese canalla logró robarme este caballo en que estás ahora, y que es obra de mis manos; y me quemó durante mucho tiempo el corazón haciéndome llorar tal pérdida. ¡Pero he aquí que de nuevo soy dueño de lo mío, y a mi vez quemo el corazón a ese ladrón y hago que sus ojos lloren por haberte perdido! Reanima, pues, tu alma y seca y refresca tus ojos, porque seré para ti yo más provechoso que ese joven alocado. Además, soy generoso poderoso y rico; mis servidores y mis esclavos te obedecerán como a su ama; te vestiré con los más hermosos vestidos y te engalanaré con las galas más hermosas, ¡y realizaré el menor de tus deseos antes de que me lo formules!’

Al oír estas palabras, la joven se golpeó el rostro y empezó a sollozar; luego dijo: ‘¡Ah, qué desgracia la mía! ¡Ay! ¡Acabo de perder a mi bienamado, y antes perdí a mi padre y a mi madre!’ Y siguió vertiendo lágrimas muy amargas y muy abundantes por lo que le sucedía, en tanto que el mago guiaba el vuelo de su caballo hacia el país de los rums, y después de un largo aunque veloz viaje, aterrizó sobre una verde pradera rica en árboles y en aguas corrientes.

Pero aquella pradera estaba situada cerca de una ciudad donde reinaba un rey muy poderoso. Y precisamente aquel día salió de la ciudad el rey para tomar el aire, y encaminó su paseo por el lado de la pradera. Y divisó al sabio junto al caballo y la joven. Y antes de que el mago tuviese tiempo de evadirse, los esclavos del rey habíanse precipitado sobre él, la joven y el caballo y los habían llevado entre las manos del rey.

Cuando vio el rey la horrible fealdad del viejo y su horrible fisonomía, y la belleza de la joven y sus encantos arrebatadores, dijo: ‘¡Oh mi dueña! ¿Qué parentesco te une a este viejo tan horroroso?’ Pero el persa se apresuró a responder: ‘¡Es mi esposa y la hija de mi tío!’ Entonces, a su vez se apresuró la joven a contestar, desmintiendo al viejo: ‘¡Oh rey! ¡Por Alah, que no conozco a este adefesio! ¡Qué ha de ser mi esposo! ¡No es sino un pérfido hechicero que me ha raptado a la fuerza y con astucias!’ Al oír estas palabras de la joven, el rey de los rums dió orden a sus esclavos de que apalearan al mago; y tan a conciencia lo hicieron, que estuvo a punto de expirar bajo los golpes. Tras de lo cual mandó el rey que se lo llevaran a la ciudad y le arrojaran en un calabozo, mientras él mismo conducía a la joven y hacía transportar el caballo mágico, cuyas virtudes y manejo secreto estaba muy lejos de suponer.

¡Y he aquí lo referente al mago y a la princesa!

En cuanto al príncipe Kamaralakmar, se vistió de viaje, tomó consigo los víveres y el dinero de que tenía necesidad, y emprendió el camino, con el corazón muy triste y el espíritu en muy mal estado. Y se puso en busca de la princesa, viajando de país en país y de ciudad en ciudad; y en todas partes pedía noticias del caballo de ébano, y aquellos a quienes interrogaban se asombraban en extremo de su lenguaje y encontraban sus preguntas de lo más extrañas y extravagantes...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La cuadringentésima vigésima octava noche

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Valram

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