martes, 27 de abril de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima vigésima séptima noche

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Pero cuando llegó la 627ª noche

Ella dijo:

‘Y de tal suerte devolvería la tranquilidad a los habitantes de nuestro barrio. ¡Y eso es todo lo que deseo!’.

Cuando el califa hubo oído estas palabras de Abul-Hassán, le dijo: ‘En verdad, ya Abul- Hassán, que tu deseo es el deseo de un hombre que va por el buen camino y el de un corazón excelente, porque sólo los hombres buenos y los corazones excelentes sufren cuando la impunidad resulta el pago de los malos. ¡Pero no creas que tu deseo es tan difícil de realizar como me hiciste creer, pues bien convencido estoy de que si lo supiese el Emir de los Creyentes, a quien tanto le gustan las aventuras singulares, se apresuraría a entregar su poderío entre tus manos por un día y una noche!’

Pero Abul-Hassán se echó a reír, y contestó: ‘¡Por Alah! ¡Demasiado se me alcanza que cuanto acabamos de decir no es más que una broma! ¡Y a mi vez estoy convencido de que, si el califa se enterase de mi extravagancia, haría que me encerraran como a un loco! ¡Así, pues, te ruego, que, si por casualidad tus relaciones te llevan a presencia de algún personaje de palacio, no le hables nunca de lo que dijimos bajo la influencia de la bebida!’

Y para no contrariar a su huésped, le dijo el califa: ‘¡Te juro que a nadie le hablaré de ello!’ Pero en su interior se prometió no dejar pasar aquella ocasión de divertirse como jamás lo había hecho desde que recorría su ciudad disfrazado con toda clase de disfraces. Y dijo a Abul-Hassán; ‘¡Oh huésped mío! ¡Conviene que a mi vez te eche yo de beber, pues hasta el presente fuiste tú quien se tomó el trabajo de servirme!’ Y cogió la botella y la copa, vertió vino en la copa, echando en ella diestramente un poco de bang de la calidad más pura, y ofreció la copa a Abul-Hassán, diciéndole: ‘¡Que te sea sano y delicioso!’ Y Abul-Hassán contestó: ‘¿Cómo rehusar la bebida que nos ofrece la mano del invitado? ¡Pero, por Alah sobre ti, ¡oh mi señor! como mañana no podré levantarme para acompañarte fuera de mi casa, te ruego que al salir no te olvides de cerrar bien detrás de ti la puerta!’

Y el califa se lo prometió así. Tranquilo ya por aquel lado, Abul-Hassán tomó la copa y la vació de un solo trago. Pero al punto surtió su efecto el bang, y Abul-Hassán rodó por tierra, dando con la cabeza antes que con los pies, de manera tan rápida, que el califa se echó a reír. Tras de lo cual llamó al esclavo que esperaba sus órdenes, y le dijo: ‘¡Cárgate a la espalda a este hombre, y sígueme!’ Y el esclavo obedeció, y cargándose a la espalda a Abul-Hassán, siguió al califa, que le dijo: ‘¡Acuérdate bien del emplazamiento de esta casa, a fin de que puedas volver a ella cuando yo te lo ordene!’

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima vigésima octava noche

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Saludos
Valram

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