viernes, 25 de marzo de 2011

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La noningentésima septuagésima séptima noche

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Pero cuando llegó la 977ª noche

Ella dijo:

...Y al oír estas palabras, Hojjr hizo rugir en su pecho un suspiro ruidoso, y poniéndose en pie, dio la voz de marcha y de ataque inmediato al campo kodaida. Y todos los escuadrones de los Kinditas se pusieron en marcha. Y cayeron de improviso sobre el campamento de Ziad. Y se entabló una refriega furiosa. Y no tardaron los Kodaidas de Ziad en ser arrollados y puestos en fuga. Y su campamento, tomado por asalto, fue saqueado y quemado. Y se mató a los que se mató, y se esparció en el viento el furor de lo que quedaba.

En cuanto a Ziad, le advirtió Hojjr entre la muchedumbre cuando trataba de atraer de nuevo hacia la lucha a los que huían. Y chillando y aullando, Hojjr cayó sobre él como ave de rapiña, le cogió a brazo cuando pasaba en su caballo, y levantándole en el aire, le tuvo así un momento a pulso, golpeándole luego contra el suelo, y le molió los huesos. Y le cortó la cabeza y la colgó a la cola de su caballo.

Y satisfecha su venganza respecto a Ziad, se dirigió a Hind, a quien había recuperado. Y la ató a dos caballos, fustigándolos y haciéndolos galopar, despedazó a la traidora…”

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Nota del recopilador:
A pesar de mi frustración no he podido conseguir la página correspondiente a los pocos párrafos faltantes y al comienzo del cuento siguiente. Pido disculpas.
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“…se sobrepone a su hambre en una noche de festín; vigilante, no duerme nunca en noche de peligro; hospitalario, ha establecido su morada muy cerca de la plaza pública para recoger viajeros. ¡Oh! ¡Cuán grandioso y hermoso es, cuán encantador! Tiene la piel suave y blanca, como una seda de conejo que os cosquillea deliciosamente. Y el perfume de su aliento es el aroma leve del zarnab. Y no obstante su fuerza y poderío, obro a mi antojo con él’.

La sexta dama yemenita, por último, sonrió dulcemente y dijo a su vez: ‘¡Oh! mi marido es Malik Abu-Zar, el excelente Abu-Zar, conocido de todas nuestras tribus. Me conoció siendo yo hija de una familia pobre que vivía con apuro y estrechez, y me condujo a su tienda de hermosos colores, y me enriqueció las orejas con preciosas arracadas, el pecho con hermosos adornos, las manos y los tobillos con hermosas pulseras, y los brazos con robustas redondeces. Me ha honrado como a esposa, y me ha llevado a una morada donde resuenan sin cesar las vivaces canciones de las tiorbas, donde chispean las hermosas lanzas samharianas de mástiles derechos, donde sin cesar se oyen los relinchos de las yeguas, los gruñidos de las camellas reunidas en parques inmensos, el ruido de la gente que pisa y apalea el grano, los gritos confundidos de veinte rebaños. Al lado suyo, hablo a mi antojo, y jamás me reprende ni me censura. Si me acuesto, no me deja jamás en la sequía; si me duermo, me deja hasta muy tarde. Y ha fecundado mis flancos, y me ha dado un hijo, ¡qué admirable hijo! tan pequeño, que su boquirrita parece el intersticio que deja vacío un junquillo arrancado del tejido de la estera; tan bien educado, que bastaría a su apetito lo que un cabrito pace de un bocado; tan encantador, que cuando anda y se balancea con tanta gracia en los anillos de su pequeña cota de malla, arrebata la razón de los que le miran. ¡Y la hija que me ha dado Abu-Zar es deliciosa, sí, es deliciosa la hija de Abu-Zar! Es el orgullo de la tribu. Está tan regordeta, que llena por completo su vestido, apretada en su mantellina como una trenza de cabellos; tiene el vientre tan formado y sin prominencias; el talle, delicado y ondulante bajo la mantellina; la grupa, rica y desarrollada; el brazo, redondito; los ojos, grandes y muy abiertos; las pupilas, de un negro oscuro; las cejas, finas y graciosamente arqueadas; la nariz, ligeramente arremangada como la punta de un sable suntuoso; la boca, bonita y sincera; las manos lindas y generosas; la alegría franca y vivaracha; la conversación, fresca como la sombra; el soplo de su aliento, más dulce que la seda y más embalsamado que el almizcle que nos transporta el alma. ¡Ah! ¡Que el cielo me conserve a Abu-Zar, y al hijo de Abu-Zar, y a la hija de Abu-Zar! ¡Que los conserve para mi ternura y mi alegría!’

Cuando hubo hablado así la sexta dama yemenita, di las gracias a todas por haberme proporcionado el placer de escucharlas, y a mi vez, tomé la palabra, y les dije: ‘¡Oh hermanas mías! ¡Alah el Altísimo nos conserve al Profeta bendito! Me es más caro que la sangre de mi padre y de mi madre...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La noningentésima septuagésima octava noche

Noticias de referencia:
Las mil y una noches, denunciado por indecente
http://www.eluniversal.com.mx/notas/678635.html

Editan “Las mil y una noches” de Vargas Llosa
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61906.html

¿Y si “Las mil y una noches” lo escribió una mujer?
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61873.html

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Valram

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