lunes, 23 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima octava noche

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"Y cuando llegó la 198ª noche

Ella dijo:

... ¡Y seguramente el rey no te negará el permiso!'

Al oír estas palabras, Kamaralzamán se alegró en extremo, y fue en el acto a pedir la venia a su padre, quien, efectivamente para no afligirle no se atrevió a negarse. Pero le dijo: '¡Sólo por una noche! ¡Pues una ausencia muy prolongada me mataría de pena!' Después el rey mandó preparar para su hijo y Marzauán dos magníficos caballos y otros seis de repuesto, y un dromedario para los bagajes; y un camello cargado de víveres, y odres con agua.

Tras de lo cual, el rey abrazó a su hijo Kamaralzamán y a Marzauán; llorando les encargó recíproco cuidado, y después de la despedida más conmovedora, les dejó alejarse de la ciudad con todo su séquito.

Fuera ya de las murallas, los dos camaradas fingieron cazar todo el día para engañar a los palafreneros y conductores, y al oscurecer armaron las tiendas y comieron, bebieron y durmieron hasta medianoche, Entonces Marzauán despertó sigilosamente a Kamaralzamán, y le dijo: '¡Tenemos que aprovechar el sueño de esta gente para marcharnos!' Cada cual montó en uno de los caballos de refresco, y se pusieron en camino sin llamar la atención.

Así anduvieron a buen paso hasta el nacimiento del alba. En aquel momento Marzauán paró el caballo y dijo al príncipe: '¡Párate también, y apéate!' Y cuando se apeó, dijo: '¡Quítate pronto la camisa y los calzones!' Y Kamaralzamán, sin replicar, se despojó de los calzones y la camisa. Y Marzauán le dijo: '¡Ahora dámelos y aguarda un poco!' Y cogió las dos prendas y se fue hasta un sitio en que el camino formaba una encrucijada. Entonces cogió un caballo que había tenido la precaución de llevarse detrás, y lo metió en el centro de un bosque que se extendía hasta allí, y lo degolló, y tiñó con sangre la camisa y los calzones. Después de lo cual volvió al sitio en que el camino se dividía y tiró las prendas entre el polvo del camino. Luego volvió hacia Kamaralzamán, que lo aguardaba sin moverse, y que le preguntó: 'Quisiera saber tus proyectos'. El otro contestó: 'Empecemos por tomar un bocado'.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló.

Continuará: La centésima nonagésima novena noche...

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Saludos
Valram

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