jueves, 14 de agosto de 2008

Las mil noches y una noche. Schahriar y Schahzaman (2/3). Versión original, sin cortes.

Segunda de tres partes…
(Continúa: “Historia del rey Schahriar y su hermano el rey Schahzaman…”):

“A tal señal todos los demás esclavos hicieron lo mismo con las mujeres. Y así siguieron largo tiempo, sin acabar con sus besos, abrazos, copulaciones y cosas semejantes hasta cerca del amanecer Al ver aquello, pensó el hermano del rey: ‘¡Por Alah! Más ligera es mi calamidad que esta otra’.

Inmediatamente, dejando que se desvaneciese su aflicción, se dijo: ‘¡En verdad, esto es más enorme que cuanto me ocurrió a mí!’ Y desde aquel momento volvió a comer y beber cuanto pudo.

A todo esto, el rey, su hermano, volvió de su excursión, y ambos se desearon la paz íntimamente. Luego el rey Schahriar observó que su hermano el rey Schahzaman acababa de recobrar el buen color, pues su semblante había adquirido nueva vida, y advirtió también que comía con toda su alma después de haberse alimentado parcamente en los primeros días.

Se asombró de ello, y dijo: ‘Hermano, poco ha te veía amarillo de tez y ahora has recuperado los colores. Cuéntame qué te pasa’. El rey le dijo: ‘Te contaré la causa de mi anterior palidez, pero dispénsame de referirte el motivo de haber recobrado los colores’. El rey replicó: ‘Para entendernos, relata primeramente la causa de tu pérdida de color y tu debilidad’. Y se explicó de este modo: ‘Sabrás, hermano, que cuando enviaste tu visir para requerir mi presencia, hice mis preparativos de marcha, y salí de la ciudad. Pero después me acordé de la joya que te destinaba y que te di al llegar a tu palacio. Volví, pues, y encontré a mi mujer acostada con un esclavo negro, durmiendo en los tapices de mi cama. Los maté a los dos, y vine hacia ti, muy atormentado por el recuerdo de tal aventura. Este fué el motivo de mi primera palidez y de mi enflaquecimiento. En cuanto a la causa de haber recobrado mi buen color, dispénsame de mencionarla’.

Cuando su hermano oyó estas palabras, le dijo: ‘Por Alah, te conjuro a que me cuentes la causa de haber recobrado tus colores’.

Entonces el rey Schahzaman le refirió cuanto había visto. El rey Schahriar dijo: ‘Ante todo, es necesario que mis ojos vean semejante cosa’. Su hermano le respondió: ‘Finge que vas de caza, pero escóndete en mis aposentos y serás testigo del espectáculo; tus ojos lo contemplarán’.

Inmediatamente, el rey mandó que el pregonero divulgase la orden de marcha. Los soldados salieron con sus tiendas fuera de la ciudad. El rey marchó también, se ocultó en su tienda y dijo a sus jóvenes esclavos: ‘¡Que nadie entre!’ Luego se disfrazó, salió a hurtadillas y se dirigió al palacio. Llegó a los aposentos de su hermano, y se asomó a la ventana que daba al jardín. Apenas había pasado una hora, cuando salieron las esclavas, rodeando a su señora, y tras ellas los esclavos. E hicieron cuanto había contado Schahzaman, pasando en tales juegos hasta el asr (1).

Cuando vio estas cosas el rey Schahriar, la razón se ausentó de su cabeza, y dijo a su hermano: ‘Marchemos para saber cuál es nuestro destino en el camino de Alah, porque nada de común debemos tener con la realeza hasta encontrar a alguien que haya sufrido una aventura semejante a la nuestra. Si no, la muerte sería preferible a nuestra vida’. Su hermano le contestó lo que era apropiado y ambos salieron por una puerta secreta del palacio. Y no cesaron de caminar día y noche, hasta que por fin llegaron a un árbol, en medio de una solitaria pradera, junto a la mar salada. En aquella pradera había un manantial de agua dulce. Bebieron de ella y se sentaron a descansar.

Apenas había transcurrido una hora del día, cuando el mar empezó a agitarse. De pronto brotó de él una negra columna de humo, que llegó hasta el cielo y se dirigió después hacia la pradera. Los reyes, asustados, se subieron a la cima del árbol, que era muy alto, y se pusieron a mirar lo que tal cosa pudiera ser. Y he aquí que la columna de humo se convirtió en un efrit (2) de elevada estatura, poderoso de hombros y robusto de pecho. Llevaba un arca sobre la cabeza. Puso el pie en el suelo, y se dirigió hacia el árbol y se sentó debajo de él. Levantó entonces la tapa del arca, sacó de ella una caja, la abrió, y apareció en seguida una encantadora joven, de espléndida hermosura, luminosa lo mismo que el sol, como dijo el poeta:

¡Antorcha en las tinieblas, ella aparece y es el día! ¡Ella aparece y con su luz se iluminan las auroras!

¡Los soles irradian con su claridad y las lunas con las sonrisas de sus ojos!

¡Que los velos de su misterio se rasguen, e inmediatamente las criaturas se prosternan encantados a sus pies!

¡Y ante los dulces relámpagos de su mirada, el rocío de las lágrimas de pasión humedece todos los párpados!


(1)Asr: parte del día en que empieza a declinar el sol
(2) Efrit: astuto, sinónimo de genio”

Continuará tercera y última parte…

Saludos
Valram

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